El alcalde, Javier del Val, a la derecha, junto a su esposa, Puri García, y Félix Ruiz, un vecino de Santbáñez de Ecla. :: LEONOR RAMOS
PALENCIA

Los carros de antaño

Santibáñez de EclaJavier del Val, de 73 años, sigue sembrando patatas para vendérselas a un restaurante de Cervera

LEONOR RAMOS

Jueves, 1 de abril 2010, 03:18

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Los poco más de treinta vecinos de Villaescusa de Ecla, perteneciente al Ayuntamiento de Santibáñez de Ecla, cuentan desde hace tan sólo cuarenta años con una carretera que, aunque estrecha, permite acceder a la P-223. ¿Pero antes cómo llegaban los vecinos a esta carretera? El mejor modo de transporte eran los carros tirados por caballos o por mulas, porque la antigua senda vecinal estaba llena de llegar a la vía principal donde paraban los vendedores ambulantes», recuerda ahora Javier del Val, alcalde de Santibáñez de Ecla y vecino de Villaescusa, donde nació hace ya 73 años.

Aunque la distancia no es muy larga -son unos dos kilómetros y medio-, los vecinos de Villaescusa tenían que sortear baches o sufrir el calor en pleno verano. «Los carros de los vendedores no podían pasar por la senda porque en muchos casos iban tirados por bueyes y por un burro para hacer más fácil el traslado de la mercancía. Así que nosotros íbamos andando y allí comprábamos lo necesario», apunta el regidor, quien recuerda las veces que volvían cargados de comida a pleno sol en el verano.

Las rutas del autobús

Pasaron los años y se puso en marcha el servicio de viajeros conocido como 'el coche de línea' -así se le sigue llamando en muchos pueblos de la provincia-, que hacía el recorrido entre Cervera de Pisuerga y Alar del Rey. «Pasaba a las diez de la mañana y regresaba a las dos de la tarde, tiempo suficiente para hacer la compra y volver al pueblo», recuerda por su parte Puri García, mujer de Javier. «El coche de línea no pasaba por la antigua senda, así que nos tocaba bajar y andar hasta el pueblo», agrega. Este matrimonio fue el que tuvo el primer coche del pueblo, el tradicional 'Cuatro latas'. Con el nuevo vehículo mejoraron las condiciones de comunicación de su familia y también del resto de vecinos.

Tras dejar la escuela a los 14 años, y entre ida y venida al campo para dar de pacer a las vacas, Javier recuerda también con cariño los viajes junto a sus amigos a una pradería cerca de Lomilla. Allí pasaban el día y jugaban a la 'chona', que consistía en intentar meter una piedra en un hoyo con los palos usados para el cuidado de las vacas, y también al 'pincho romero', consistente en lanzar un pala con punta y clavarla en el suelo para intentar luego derribarla. «Ganaba aquél cuyo palo quedaba pinchado en la tierra», recuerda Javier con nostalgia.

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Con 73 años, Javier sigue sembrando patatas en sus tierras y se las sigue vendiendo a un restaurante de Cervera. Hasta cuando llego al pueblo le encuentro vestido de faena, con su mono de trabajo y sus botas. «Muchas veces les llevo hasta 500 kilos de patatas, y, claro, ya me da miedo que me pase algo en la carretera», reconoce Javier, aunque confiesa que la tarea le entretiene y le gusta. Su mujer me mira y dice: «Por más que se lo hemos dicho sus hijos y yo, no nos hace caso y sigue llevando él solo las patatas».

Las tierras de Villaescusa de Ecla y de los pueblos de los alrededores eran tierras de siembra de patatas, pero no de patata de consumo, sino de la de siembra. «Al no haber en el pueblo agua para regar, las patatas se quedaban pequeñas y eran idóneas para siembra», explica Javier. «Ahora, con los sistemas de riego modernos, la siembra de este tubérculo dejó de ser rentable y se pasó al trigo y a la cebada», agrega. Y no se olvida Javier, como han hecho los protagonistas de otros pueblos, de recordar lo mal que está el sector agropecuario.

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En Villaescusa de Ecla viven actualmente 34 vecinos, y más de la mitad de los vecinos tienen más de 65 años. «La situación del futuro del pueblo no es nada buena, y tenemos también miedo de que pase lo mismo que en Santibáñez, donde está el ayuntamiento y en el que ahora vive sólo una familia», apunta Javier del Val. Porque aunque han mejorado las comunicaciones del pueblo, «todavía queda mucho por hacer para que lo nuestro no quede en el olvido», concluye con pena el regidor.

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