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ARANTZA FURUNDARENA
Sábado, 27 de marzo 2010, 11:07
Lo último que le faltaba a la ya de por sí atribulada dinastía de los Thyssen es que su principal representante en España, Carmen Cervera, volviera a la portada de 'Interviú'. Pero la baronesa es así de imprevisible. En el fondo, le encanta salir en los papeles. Le resulta difícil contener la lengua. Necesita insistir en las razones por las cuales hace un año que no se habla con su hijo, Borja. Señalar por enésima vez al enemigo: su nuera, Blanca Cuesta. No, esta vez Tita no aparece desnuda. Lo hizo décadas atrás, cuando, según su propia versión, la medio obligó el pérfido (además de bígamo) Espartaco Santoni. Y volvió a hacerlo, embarazada, cuando, siempre según su versión, la engañó un fotógrafo que luego vendió esas fotos. Ahora, en cambio, a punto de cumplir los 67 años (el próximo 23 de abril, San Jorge) el 'destape' de la baronesa ha sido totalmente voluntario (ya no hay quien la engañe) y por supuesto nada carnal, puramente mental, emocional, un lento 'strip-tease' ejecutado a través de una sorprendente entrevista (no por el contenido, sino por el entrevistador) realizada por el escritor Juan José Millás.
En cualquier caso, nada nuevo bajo el sol. Tita Cervera presume de no haber cambiado en todos estos años. Sus amigos lo comentan a menudo, y a ella le encanta escucharlo. Tiene razón. Sigue siendo fiel a sí misma y, como buena «Tauro cabezota», a sus propias obsesiones. De modo que, por más que las preguntas intenten ser diferentes, su discurso permanece inalterable, idéntico al que ha mantenido infinidad de veces en la revista '¡Hola!'. Y es que esta mujer de origen navarro y nacida en la catalana Sitges el día del libro y la rosa lleva muchos años moviéndose en imposible equilibrio entre el mundo rosa y el intelectual; con una clara tendencia a escorarse hacia el primero.
María del Carmen Rosario Soledad Cervera y Fernández de la Guerra, aficionada según confiesa ella misma a lo esotérico y paranormal, venía ya predestinada desde la cuna, como su propio nombre indica, a la guerra y a la soledad. De las dos sabe mucho Tita. «Estoy sola y soy mi propia consejera», admite. Lo cual se nota bastante. El barón, su difunto marido, jamás le habría consentido hablar tan abiertamente, tan a lo Belén Esteban (aunque en fino) sobre los disgustos que le está dando su hijo desde que, según ella, decidió abandonar un brillante porvenir como hombre de negocios, capitán de barco o piloto de helicóptero (tres disciplinas en las que dice que destacaba antes de conocer a Blanca Cuesta) y convertirse en carne de tatuaje y de gimnasio.
Dos nuevas Thyssen-Bornemisza
Si el barón levantara la cabeza se encontraría con que el niño al que adoptó en 1984 y a quien trató como a un hijo a la hora de hacer testamento está hecho un motero culturista con tendencia a la ociosidad. Se ha casado sin el consentimiento de su madre con una joven enfermera (que aspiraba a modelo y se quedó en consorte de rico heredero), está próximo a convertirse en padre de un segundo retoño y ha mantenido una batalla sin cuartel con su progenitora por demostrar la paternidad de su primer hijo (Tita dudaba que fuera de él) y también por una porción de la herencia.
Y eso, con ser chocante, no sería lo más gordo, pues si de verdad levantara la cabeza el barón se encontraría también con que hay dos nuevas Thyssen-Bornemisza Cervera en el mundo. Que su viuda volvió a ser madre con más de 60 años. Madre adoptiva de mellizas, presuntamente gestadas en un vientre de alquiler, y cuyo origen genético y ADN ha sido motivo de debate nacional, tanto o más que el del nieto, pues hubo quien insinuó que las niñas eran en realidad hijas biológicas de Borja. Y por si no tuviera suficientes emociones (demasiado peligrosas para un frágil corazón), aún habría que informarle al barón de las rentables apariciones televisivas del padre biológico del heredero, Manolo Segura, uno de los últimos en sumarse a este incomparable circo mediático. Todo eso (y más), en los apenas 8 años que Heini Thyssen lleva ausente de este mundo.
El Museo Thyssen, la magnífica colección de cuadros Carmen Thyssen-Bornemisza, las mansiones en Suiza y Tahití y la inmensa fortuna que, al enviudar en el 2002, convirtió a Tita Cervera en «la viuda más rica de Europa», no han servido para mantener unida a la familia (todo lo contrario) ni para aliviar la soledad de la baronesa. En la entrevista concedida a 'Interviú' se describe a sí misma como una mujer sola, muy trabajadora y disciplinada, que ocupa sus escasas horas de ocio paseando a la perrita o trabajando en el jardín a destajo. Se supone que también las pasará disfrutando de sus gemelas, Carmen y Sabina. Pero curiosamente no las menciona. Los que conocen bien a Tita están convencidos de que esa maternidad tardía, tan atrasada en las agujas del reloj biológico, fue una reacción instintiva de Tita contra el pánico a la soledad. El barón había muerto, Borja ya empezaba a hacer su vida y ella necesitaba llenar la suya con algo. Pero dos niñas de tres años, por preciosas que sean, tienen sus propias necesidades y su propio ritmo, muy distinto al de una mujer que se va acercando a los setenta.
Cuenta la baronesa en su último 'destape' que, además de Miss España, esposa de Tarzán, amante de Espartaco Santoni y viuda del barón Thyssen, fue en su día el capricho de Johnny Halliday. Una biografía realmente deslumbrante pero que, como diría Marilyn Monroe, «no sirve para acurrucarte en ella en una fría noche de invierno».
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