Ronaldo celebra uno de sus últimos goles con la camiseta del Corinthians, ante el Paranaense. :: MAURICIO LIMA
FÚTBOL

El viejo Ronaldo se jubila

«Quiero dar lo máximo y divertirme», dice el astro brasileño, que terminará su carrera en el Corinthians El ex jugador del Barça y el Real Madrid anuncia que se retirará al final del 2011

J. GÓMEZ PEÑA

Martes, 23 de febrero 2010, 02:04

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Antes de que Ronaldo fuera portugués y se llamara Cristiano, fue brasileño y se llamó así: Ronaldo, a secas. Campeón del mundo con su selección en 1994 y 2002. Goleador del Cruzeiro, el PSV Eindhoven, el Barça, el Inter de Milán, el Real Madrid y, ahora, el Corinthians. En ese equipo se retirará en el 2011. Lo anunció ayer: «Estoy en los dos últimos años de mi carrera. Quiero dar lo máximo y divertirme».

Ese fue su lema desde el inicio: la diversión. Aún lo es, ya con 33 años y las rodillas cosidas a operaciones. A Ronaldo nunca le tiró eso de correr por nada. Sólo se activaba si había balón. No entendía las pretemporadas, el trabajo físico, los 'esprints' de fogueo. La monotonía de las vueltas al campo. Camacho, que entonces entrenaba al Real Madrid, le recriminó su pereza. Y él, el crack, le respondió con una sonrisa y con una frase redonda. «Nunca he visto a un pianista ensayar un concierto dando vueltas alrededor del piano». Ronaldo era así. Un solista único.

Tan dispar que alguien con su pereza firmó varias de las mejores carreras de la historia del fútbol. El vago más veloz y certero: firmó con 16 años su primer contrato profesional; fue, tras Pelé y Edu, el tercer brasileño más joven convocado por su selección; marcó 56 goles en 57 partidos durante su primera temporada; costó la cifra récord de cinco millones de euros cuando fichó por el PSV holandés; se convirtió en el máximo goleador de la liga neerlandesa nada más llegar; protagonizó el traspaso más caro del fútbol español cuando ingresó en el Barça (27 millones de euros); sus piernas quedaron aseguradas en 30 millones... Y, sobre todo, ganó dos mundiales, fue tres veces el mejor jugador de la FIFA y en dos ocasiones Balón de Oro. No es mal currículo para su galbana.

Técnica de barrio

Correr, correr, sólo corrió sobre el césped. Zancada poderosa. Innata. Con esa técnica brasileña de barrio. De Bento Ribeiro, la esquina de Río de Janeiro donde creció. Hijo de un cartógrafo que emborronó su mapa vital con chorros de alcohol y de una madre que sacó, ella sola, a tres hijos adelante con días maratonianos en la barra de una pizzería. Dos ojeadores con olfato, Alexandre Martins y Reinaldo Pitta, compraron los derechos de aquel chaval con rizos a cambio de una plaza de aparcamiento para la familia.

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De ese párking partió una carrera tan meteórica como trompicada. Pronto descubrió que sus rodillas no soportaban tanto músculo. Fueron su maldición. Y el colmo llegó en el año 2000, cuando tras superar una lesión de cinco meses en el tendón rotuliano de su rodilla derecha, regresó para disputar la final de Copa en Italia. Diez millones de espectadores le vieron retorcerse y llorar. Apenas llevaba siete minutos en el campo cuando su articulación volvió a quedarse clavada en un nudo del césped. Crujido estremecedor. Entonces pareció su final, pero aún tuvo tiempo para marcar los dos goles de Brasil en la final del Mundial'02 y para fichar por el Madrid. Para contarle a Camacho la historia del pianista.

«Todavía espero que me llamen para jugar con Brasil el Mundial de Sudáfrica», confió ayer en el anuncio de su despedida. «Voy a confesarlo, soy gordo», bromeó en un canal de televisión de su país. «La televisión te engorda tres kilos y yo tengo siempre cinco cámaras encima. Así que quince kilos». Ronaldo divertido.

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Capaz de dejar una concentración del Barça para desfilar en los carnavales de Río. Capaz de meterse en un lío por contratar a tres travestis que él confundió con prostitutas. Capaz de montar una boda ilegal en el castillo francés de Chantilly. Y, sobre todo, capaz de marcar una década del fútbol mundial con su galopada de portento, su zigzag de lagartija y su puntería. De lo único que ha sido incapaz es de dar vueltas sobre el piano.

«El tiempo pasa, incluso para mí», reconoció ayer durante la rueda de prensa. Le queda como meta ganar con el Corinthians la Copa Libertadores. Luego, cuando concluya la temporada 2011, dejará de trotar, de 'vaguear'. Ya ha llegado a un acuerdo para trabajar como embajador del club brasileño. «Su nombre va a quedar pegado a este equipo», agradecieron en el Corinthians. El del mejor jugador del mundo de la época de entresiglos. Del pianista que odiaba los ensayos. Del Ronaldo que ya casi no aparece cuando se deletrea su nombre en Internet. Ahora, pones 'Ronaldo' y todo te lleva a Cristiano. Así corre hoy la velocidad del fútbol.

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