La microbióloga de los ambientes extremos
los «bichos» de Irene Sánchez, investigadora de IE University, han descontaminado las aguas de Río Tinto y reutilizado sus metales pesados, un enfoque de biorremediación productiva que llevará a la Antártida
Luis Javier González
Miércoles, 21 de mayo 2025, 22:23
Irene Sánchez resume la vida de un microbiólogo: «Estudio lo pequeñito, lo que no se ve con el ojo». Pero a esta investigadora de IE University no le vale cualquier «bicho», el apelativo cariñoso para seres que pueden tener un impacto en nuestro día a día mucho mayor que sus insignificantes dimensiones. Alguien que ha dedicado su vida a ambientes extremos, en parte porque los organismos que sobreviven en ellos han demostrado una resistencia extraordinaria que les hace útiles. Por eso buscará la base para antibióticos en la Antártida o tiene en marcha un proyecto en las minas de Río Tinto para extraer los metales –con un gran valor para el mercado– y limpiar el ecosistema para que vuelvan algún día los peces.
«Los microorganismos han adaptado mecanismos especiales para aguantar allí. Si los descubrimos y aprendemos a usarlos, pueden ser muy beneficiosos», resume Irene. Bacterias menos estudiadas con usos para biotecnología o procesos industriales. Ese estudio de lo extremo lo lleva al límite. «Me he enfocado en la zona sin oxígeno porque es la gran desconocida», matiza la investigadora de IE University. Por eso perfora el suelo o los sedimentos del río. La biorremediación es una parte troncal de su trabajo. Descontaminar aguas contaminadas, especialmente en entornos mineros, usando los bichos para quitar los metales.
Río Tinto, en Huelva, está en un área geológica con muchos metales, por eso fue una de las zonas mineras más cotizadas de Europa. Algunos de ellos, especialmente raros, son muy preciados para la cadena productiva. «Pocos sitios los tienen». Es la faja pirítica ibérica, que comprende el sur de España y parte de Portugal. Allí estuvieron los tartesos haciendo minería de cobre, un legado que continuó desde los romanos a la empresa anglo-australiana que dio nombre a la mina. Una fuerte explotación con minerales muy reducidos que tienen azufre y hierro. Este último, cuando se oxida, adquiere un color rojo muy intenso: vino tinto.
El hierro produce sulfhídrico, un ácido muy poderoso que baja el PH de las aguas del 7, el número recomendable en cualquier río, a 2,3. Por eso no hay peces. «Hace años se pensaba incluso que no había vida», recuerda Irene Sánchez. La investigación refutó esa tesis y encontró esos bichos, superhéroes de la microbiología. La biorremediación consiste en que se lleven el hierro oxidado de las piedras y liberen las aguas. «Te aguantan un PH que normalmente disuelve todo». En una trayectoria de una década, la investigadora de IE University ha encontrado unas bacterias que transformaban el sulfhídrico en sulfuros y quitaban el óxido al hierro. «Vuelven a formar el mineral inicial, cierran el ciclo de la naturaleza quitando esa contaminación». Así se limpia el río.
Solución natural y económica
Una operación que no solo es rentable en términos ambientales. En el agua hay cobre, plomo o uranio. «Son metales muy tóxicos para la vida, pero a la vez, muy preciados para la sociedad. Los venimos usando como catalizadores en muchísimas aplicaciones tecnológicas». Una doble ganancia. «La remediación le interesa a los que le gusta la naturaleza, por eso me metí yo en esto; pero también puede revertir en la economía. En vez de abrir nuevas minas, vamos a coger lo que ya tenemos por ahí contaminando», afirma.
Sus bichos producen una nueva molécula que reacciona ante los metales pesados y permite transformar ese líquido contaminado a sólido. Así vuelve la pirita, por ejemplo, a su estado inicial. «Lo puedes reutilizar y se lo pasas a una industria», ejemplifica.
Algunos de estos organismos se están usando ya en plantas piloto, por ejemplo, en Costa Rica. Su trabajo como investigadora es suministrárselo al resto de la cadena.
Irene va al río, coge a esos organismos y los intenta hacer crecer en el laboratorio, «que no es tan fácil». Solo entonces descubre su utilidad real. «Veo que el agua, después de estar en contacto con mis bichos, sale limpia. La siguiente fase es contactar con empresas que están contaminando, les ofrezco la tecnología y ellos la usan», resume la experta.
Un enfoque parecido al que llevará a cabo una investigación en la Antártida gracias a un proyecto conjunto de la UE que también incluye Río Tinto. Suficientes puntos comunes para poner de acuerdo a muchos investigadores. Uno de esos bichos producía un moco que resultó ser una sustancia anticancerígena, ' de los entornos extremos.
La capa superficial del agua en la Antártida tiene «una radiación ultravioleta bestial» que convierte a los organismos supervivientes en grandes productores de antioxidantes, con todo tipo de aplicaciones médicas. En un entorno muy frío y con poca materia orgánica, «los bichos que hay allí también producen un montón de antibióticos para matar a otros bichos y sobrevivir ellos», añade. Un aspecto clave para combatir la resistencia a antibióticos. Tiene todo el año para preparar el asalto. Será, pues, el entorno extremo de 2026.
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