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El puma de Norteamérica se declara extinto

Una especie menos

El Servicio de Pesca y Vida Silvestre de Estados Unidos declara extinto al puma de Norteamérica. No han visto un ejemplar vivo en todo el país desde hace 80 años

Icíar Ochoa de Olano

Sábado, 10 de febrero 2018, 20:33

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Los colonos europeos hicieron una gran labor en pro de su exterminación allá por los siglos XVIII y XIX. Espoleados por los estados del este de EEUU, que ofrecían recompensas por matarlos para proteger así los ganados, se esmeraron en diezmarlos. Y lo consiguieron. El golpe de gracia lo recibirían, sin embargo, a principios del siglo XX cuando, tras décadas de asedio y de caza legal, los cada vez más numerosos cercados de las fincas y los continuos atropellos en las carreteras apenas dejaron suficientes individuos reproductores como para garantizar su supervivencia. Desde 1938 no se había visto un solo ejemplar con vida en todo el país. Ahora, ochenta años después, el Servicio de Pesca y Vida Silvestre de Estados Unidos se rinde a lo que parece una dramática evidencia y acaba de declarar oficialmente extinguido el ‘felis concolor couguar’. El puma oriental o de Norteamérica, también conocido como león de montaña o gato fantasma, por su carácter solitario y huidizo, ya no existe. Los humanos nos hemos ocupado de borrar todo ratro de él de la faz de la Tierra.

Características

  • El ‘felis concolor couguar’ o puma de Norteamérica es una subespecie de puma que se distribuía desde el sur de Canadá hasta el norte de Nicaragua.

  • Dieta. Grandes herbívoros, roedores, armadillos, aves, peces, reptiles o anfibios. Eran capaces de abatir presas de hasta 500 kilos.

  • Velocidad. Podía correr a 72 kilómetros por hora y saltar de 6 a 12 metros de longitud y 5 en vertical.

  • Reproducción. Las hembras alumbraban camadas de entre uno y seis cachorros cada dos o tres años tras una gestación de 91 días.

  • Esperanza de vida. De 8 a 13 años.

«Es una triste noticia, pero realmente constituye la constatación de que este animal lleva ocho décadas sin ser localizado en un área geográfica determinada. Se trata de una de las seis subespecies de puma existentes en todo el continente americano, por lo que el puma ‘felis concolor’ no está extinto como especie», aclara a este periódico Juan Antonio López, presidente del comité español de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN), la principal autoridad en la materia.

Un puma de Norteamérica con su cría.
Un puma de Norteamérica con su cría.

Tradicionalmente, la comunidad científica solía aplicar la regla de los cincuenta años para determinar la desaparición de una especie. Establecía que podría declararla como tal siempre y cuando no se hubiera divisado ningún ejemplar o se hubieran encontrado indicios claros de su existencia –como huellas o signos de ataques y atropellos– en, al menos, ese plazo de tiempo. En los noventa, la normas para regular la declaración de extinción se volvieron algo más estrictas. Desde entonces, para que eso ocurra, se exige que no haya «dudas razonables de que el último individuo ha muerto», lo que obliga a los biólogos a demostrar que los esfuerzos repetidos para estudiar el hábitat conocido de la especie de turno no lograron encontrar ningún avistamiento individual o evidencia alguna de su supervivencia continua.

El resultado de este complejo procedimiento estriba en que ciertas especies tienen más probabilidades de ser dadas por finiquitadas que otras. No es lo mismo rastrear a un mamífero que vive en praderas abiertas que a un animal diminuto que habita bajo tierra. Lo explica Luis Suárez, responsable del Programa de Especies de WWF España. «La tarea puede resultar relativamente sencilla cuando se trata de detectar la existencia de una especie grande –por ejemplo, a través de cámaras-trampa– en una zona con gran presencia humana, como Europa o Estados Unidos. Pero puede ser muy complicada si se trata de un área remota, como las selvas de Indonesia, y de una especie pequeña». Por eso –agrega el biólogo– entre los científicos hay ciertas reticencias a la hora de dar el último paso. De hecho, el número de especies extintas y el número de las que podrían estarlo pero no se acaban de declarar como tal es casi parejo. ¿La razón? Que no se puede asegurar a ciencia cierta que han desaparecido».

25.000 plantas y animales en la cuerda floja

La Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) creó en 1963 algo así como el gran inventario de las especies animales y vegetales para ejercer un control sobre su estado de preservación y difundirlo. Desde entonces, lo actualiza cada año. Según su última revisión, en la que da cuenta de un total de 87.967 especies, sitúa nada menos que 25.062 en su lista roja de amenazadas. Llama la atención la inclusión de hasta cinco tipos diferentes de antílopes africanos, cuya población ha menguado de forma drástica por la pérdida de áreas silvestres y la caza furtiva, y los hasta hace poco abundantes fresnos de Estados Unidos, a causa de un escarabajo invasor.

En el caso del ‘felis concolor couguar’, las autoridades estadounidenses recibieron durante décadas cientos de notificaciones de presuntos avistamientos de ese bellísimo y crepuscular depredador en las zonas más dispares del país. Pero, o bien se trataba de pumas suramericanos comprados como mascotas y luego abandonados a su suerte, o bien de ejemplares de otras especies felinas. En 1973, el puma oriental ingresó en la lista de especies en peligro de extinción. Casi tres décadas después, en 2011, el Servicio de Pesca y Vida Silvestre de Estados Unidos abrió una investigación sobre su estado de conservación que llevó a los expertos a concluir, cuatro años más tarde, que no existe evidencia de que quede una sola población viva de estos felinos. El Registro Federal procedió entonces a publicar una solicitud para excluir al animal de la lista de especies amenazadas. La trágica carrera del puma oriental acaba de llegar ahora a su penoso final, tras ser emitida la declaración oficial que certifica su extinción.

Acoso humano

«No solo perdemos una especie o una subespecie, que acarrea lo que llamamos efectos cascada en el equilibrio del hábitat donde se localizaba. Perdemos una pieza del puzle que componen los ecosistemas, en el que los humanos somos otra ficha más», se lamenta el responsable del Programa de Especies de WWF España.

Huidizo. El puma de Norteamérica era también conocido gato fantasma por su carácter esquivo.
Huidizo. El puma de Norteamérica era también conocido gato fantasma por su carácter esquivo. R. C.

Se estima que, en los últimos cien años, 120 especies han dejado de existir. «Pero si nos retrotraemos al año 1500, las extinciones animales registradas en estos últimos cinco siglos ascienden a 340 especies. Y otras 280 se encuentran al borde de desaparecer o bien solo quedan ejemplares sueltos en parques zoológicos, lo que demuestra que vivimos un proceso acelerado de extinción masiva».

El biólogo destaca que, a diferencia de las cinco grandes extinciones anteriores –en la última, un meteorito acabó con los dinosaurios– «en las que se produjeron cambios ambientales por cuestiones geológicas, la actual está provocada por el acoso humano. «Bien a través de nuestras acciones directas, como la persecución o la destrucción del hábitat, o de las indirectas, como la contaminación, el cambio climático o las especies invasoras. Estamos aniquilando nuestra fauna», advierte.

EXTINTOS EN LA ÚLTIMA DÉCADA

• Leopardo nublado de Formosa.

Subespecie de pantera que habitaba en Aiwán. Se dio oficialmente por extinguido en 2013.

• Rinoceronte de Java vietnamita.

Habitó en Camboya, Laos, Tailandia y Vietnam hasta su extinción, declarada en 2011.

• Tortuga gigante de Pinta.

Especie endémica de las Islas Galápagos, en Chile. Se dio por desaparecida en 1012.

• Pez espátula del Yangtze.

Este antiguo habitante del gran río chino de 3 metros de largo y 300 kilos no existe desde 2007.

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