Semana Santa Valladolid
El Cristo de la Misión y el de las Cinco Llagas rezan por la paz en el barrio conventualUna multitud de vallisoletanos y turistas llenan las aceras para custodiar a las cofradías de los Artilleros y de la Sagrada Pasión en dos de las procesiones más intimistas
Los Artilleros honraron a los caídos y rezaron por todas las misiones existentes en el mundo y la Sagrada Pasión apasionó a propios y extraños ... a su paso. Y todos rezaron por la paz. El barrio conventual y la antigua judería acogió este sábado el discurrir de las procesiones del Sábado de Pasión: de la Hermandad del Cristo de los Artilleros y del Ejercicio Público de las Cinco Llagas. Dos desfiles especialmente intimistas y que cada año cuentan con más seguidores porque son momentos como de otra época, en una de las zonas más antiguas de la capital vallisoletana, donde parecía que la religiosidad popular recobra su verdadero sentido y donde los espectadores están completamente inmersos en el ambiente cofrade. Porque calles tan estrechas y tan semanasanteras como Expósitos, Santo Domingo de Guzmán o Lecheras, Pelota o San Ignacio simbolizaron esa unión y esa hermandad entre cofradías y ciudad. Los unos con los otros como tradición indisoluble. Y así se volvió a manifestar ayer.
La Cuarta Subinspección General del Ejército Noroeste volvió a acoger en el Palacio Real a la Hermandad del Santo Cristo de los Artilleros que alumbraron el Santísimo Cristo de la Misión, un Ecce-Homo conservado en la capilla de esta sede que portaron a hombros 24 hermanos. Esta talla salió por tercera vez a las calles, consolidando así la buena relación entre las Fuerzas Armadas y la Semana Santa de Valladolid dado que es propiedad del Ejército de Tierra, quien lo recuperó tras ser descubierto hace una década en un polvorín de Burgos. Militares y civiles precisamente participaron ya al finalizar la procesión en un emotivo acto en el interior del patio de Capitanía General donde se entonó la Muerte no es el final. Las galerías palaciegas se llenaron para participar de un acto de paz y de reconocimiento por las misiones de las Fuerzas Armadas que estuvo presidido por altos mandos así como por una representación institucional, la diputada nacional Mercedes Cantalapiedra.
El Cristo de las Cinco Llagas, en otro punto del entorno, motivó pasiones en una procesión de rezos conventuales, monacales y parroquiales que evidenciaron la fraternidad existente de la Penitencial de la Sagrada Pasión con su barrio que, a su vez, estuvo custodiando al crucificado durante todo el recorrido: desde la salida de San Quirce y Santa Julita hasta las paradas en los conventos de Santa Teresa, la Concepción, Santa Isabel de Hungría y la Iglesia de San Nicolás, donde en algunos hubo problemas con la megafonía. En estos puntos se realizaron las oraciones en torno a las llagas de las manos, de los pies y del costado de Cristo. Así las clausuras que aún están establecidas en la zona salieron a compartir ciudad con naturales y algunos turistas que ya se dejaban ver. Y los vallisoletanos también cumplieron adentrándose de esta manera rezando por las vocaciones, por la Iglesia, por el Papa… También por las enfermedades, por la vida, por la infancia y por el grupo más numeroso de la vida eclesial, los laicos. Unas oraciones de paz donde se clamaba la paz, como las hermanas de clausura de Santa Isabel comentaban al asomarse discretamente por el portalón de su templo para encontrarse con la ciudad, con sus cofrades y con el crucificado.
Junto a los propios cofrades, aceras llenas, pero también asistieron muchas personas a la procesión desde sus comercios, las terrazas de los bares e incluso desde ventanas y balcones hasta el punto de que alguna mano se veía extendida como queriendo estrechar fuerzas y ánimos con esta imagen sobre cogedora del escultor Manuel Álvarez que está datada como la más antigua de la Semana Santa de Valladolid. Una imagen portada a hombros por 24 cargadores en un mecer especialmente acompasado que acaparaba la atención de los presentes «porque invita a caminar con ellos, a cargar el crucificado», decían Cristina y Santiago en la calle Santo Domingo de Guzmán. Una vía, por cierto, donde multitud de personas a ras de pared volvieron a vivir algo así como el milagro anual de sentirse en Tierra Santa ante el drama del Gólgota. En el monte que se asemeja a una calavera que es el simbolismo que llevaron los hermanos de la Sagrada Pasión sobre sus andas.
Emoción e intimismo definen a esta procesión por los rezos conventuales por el silencio como baluarte de las procesiones vallisoletanas aún en un ambiente de muchísima gente que era roto por las interpretaciones de la nueva Agrupación Musical Santísimo Cristo del Perdón. En presidencia el propio para la recuperación de este entorno, el concejal de Urbanismo, Ignacio Zarandona, y la meteorología, como no podía ser de otro modo, estaba en boca de todos porque el de ayer fue un desfile que empezó con agradables temperaturas pero que conforme pasaron las horas el frío fue apoderándose del ambiente.
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