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Unos niños portan uno de los pasos en miniatura de la procesión de este Martes Santo, en el barrio de San José.
El fervor juguetón de la cantera de San José

El fervor juguetón de la cantera de San José

Los niños protagonizan la procesión del Martes Santo en el barrio obrero de la capital, donde la amenaza de lluvia ha acortado el recorrido y obligado a marchar a paso ligero

César Blanco Elipe

Martes, 22 de marzo 2016, 20:24

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El suelo aún estaba mojado del último chaparrón y los adoquines algo resbaladizos. Cuando el reloj casi marcaba las seis de la tarde de este Martes Santo, madres, padres, abuelos y niños se arremolinaban a la puerta de la parroquia de San José. Las nubes que surcaban veloces el cielo tímidamente dejaban caer alguna gota, suficiente para que algunos de los congregados desplegaran sus paraguas. La estampa no invitaba a que los cofrades y niños que estaban preparados dentro del templo probaran a salir en solemne cortejo. Esos paraguas engañaban porque la lluvia paraba, pero seguían abiertos, como imaginando una nueva tanda de agua lo bastante molesta como para impedir la salida del vía crucis.

Poco a poco, los hermanos mayores y las mujeres abandonaban la parroquia. Se detenían en el quicio de la puerta frente a la expectación creciente. Extendían la mano para comprobar que el gris plomizo no era también pluvioso y pasaban a los de dentro la buena nueva de que el tiempo no era tan inquietante como el que pintaban tantos paraguas.

Unas idas y vueltas; el trasiego de la penúltima consulta con el párroco de San José, Juan Cruz Arnanz, y al final la decisión: el vía crucis infantil en conmemoración de la Pasión de Jesucristo se hace, pero tendría que ser rápido. Los niños, contentos; y sus mentores, todavía más.

«¡A ver, los que quieren llevar las andas, que vengan y se coloquen!» A la voz de una de las mujeres, un grupo de más de veinte escolares se repartieron raudos los seis pasos a escala que representan el Calvario y la Muerte de Cristo. Organizados. Cuatro portadores menudos pero sobradamente ilusionados por talla. Firmes, a la espera de empezar el recorrido a la orden del párroco.

La vuelta a la manzana

Juan Cruz cogió el megáfono y comunicó que la procesión iba a ser más corta de lo previsto por la sombra alargada de las inclemencias. El cortejo de los niños, arropados por el abrigo humano de los mayores, iba a dar a vuelta a la manzana para regresar veloces al interior de la iglesia antes de que a la lluvia le diera por sumarse al séquito. Por suerte, no ha sido así. Ha respetado la devoción y se ha rendido al fervor juguetón de la cantera cofrade del barrio obrero.

Pese al recorrido acortado y al paso ligero de los portadores, ha dado tiempo a oficiar cinco estaciones y compartir las oraciones a cielo abierto, el quinto ya de regreso en el umbral de la iglesia. El vía crucis y los cánticos religiosos han proseguido ya dentro del templo, con menos trajín y al resguardo de la amenaza lluviosa.

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