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El Norte
Sábado, 12 de abril 2025, 23:03
Brañosera, en pleno corazón de la Montaña Palentina, se erige como un auténtico paraíso para los amantes de la naturaleza, la historia y el turismo cultural. Conocido por ser el primer Ayuntamiento de España —según documentos que datan del año 824—, este municipio atesora un patrimonio que combina tradición minera, arte románico y espectaculares paisajes de alta montaña.
Para los más aventureros, la subida al Valdecebollas desde el refugio del Golobar es una experiencia imprescindible. Aunque la pendiente es corta pero pronunciada, la panorámica en la cumbre resulta inigualable: desde la sierra de Peña Labra hasta los picos Espigüete y Curavacas, el embalse de Aguilar de Campoo e incluso los Picos de Europa, todo se presenta ante la mirada asombrada del visitante. Muy cerca se encuentra la misteriosa Cueva del Cobre, donde un laberinto de túneles y formaciones subterráneas da cobijo al nacimiento del río Pisuerga, uno de los más célebres afluentes del Duero.
Quienes busquen un rincón de calma y frescor pueden acercarse al Pozo Merino, a poca distancia de Brañosera. Allí, una bonita cascada alimenta una poza de aguas cristalinas y frías, perfecta para los valientes que no duden en darse un baño revigorizante. Por otro lado, los amantes del arte y la arquitectura románica quedarán fascinados con las iglesias de Valberzoso y Salcedillo, que custodian portadas medievales, frescos del siglo XIV y tallas policromadas del XIII. Llama especialmente la atención la imagen de Santa María y el Niño, la más antigua de la comarca, así como las huellas de un pasado convulso en San Martín Obispo de Salcedillo, iglesia que fue destruida durante la revolución minera de 1934 y posteriormente reconstruida.
La herencia minera palpita con fuerza en lugares como Vallejo de Orbó y Orbó. En el primero, los vestigios de edificios históricos —hospital, farmacia, iglesia, el Pozo Rafael o el cinematógrafo más antiguo de la provincia— evocan una época de esplendor industrial que atrajo a cientos de trabajadores y familias. En el segundo, la esencia de un pueblo pequeño se percibe en cada rincón, rodeado de bosques y una biodiversidad que sorprende.
Una de las rutas más cautivadoras es la de La Pedrosa, que une Brañosera con Barruelo de Santullán siguiendo el curso del río Rubagón. Robles centenarios, hayas, tejos y avellanos configuran un escenario de cuento, hogar de especies como el ciervo, el corzo, el zorro o el oso. La primavera y el otoño ofrecen un espectáculo de colores difícil de describir con palabras, mientras que en verano la frondosidad del bosque brinda una reconfortante sombra para el senderista.
No menos fascinante es la visita al puente de Rojadillo, de origen romano, que se alza con un único arco de 9 metros sobre el Camesa. Para llegar se puede partir de Salcedillo o, de forma más sencilla, desde Valberzoso, adentrándose en el Hayedo Ujapero hasta el enigmático Chozo Tonino, una cueva-refugio vinculada a historias de maquis y leyendas locales. Sus muros susurran relatos del pasado, convirtiéndolo en un lugar casi místico.
Disfrutar de un destino familiar en Brañosera es totalmente posible de una manera entretenida e interactiva gracias a las audioguías, una herramienta cada vez más demandada por quienes viajan en grupo y desean conocer cada detalle de la historia y el patrimonio local mientras caminan a su propio ritmo. Estas audioguías permiten descubrir edificios y templos de gran relevancia, no solo por su belleza o singularidad arquitectónica, sino también por la fascinante historia.
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