Las dos vidas de Sam, la ejecutiva de éxito que dejó todo por África
Trabaja desde hace ocho años para educar a los niños de Moshi, en Tanzania, donde saben «desde chiquititos que la escuela es su vida, su futuro»
Tres días en Segovia le han dado «mucha fuerza». Ha escuchado a mujeres que, como ella, intentan transformar el mundo y han expuesto cómo lo hacen en el encuentro que organiza cada primavera el Ayuntamiento. Sam Peñalver lo contó en la charla con Rosa María Calaf, en la Sala Julio Michel, donde habló de las razones para que la exdirectiva de Telefónica, ejecutiva de éxito hace ocho años, lo dejara todo para crear una ONG, Born to Learn, dedicada a enseñar a leer y escribir a los niños de Moshi, Tanzania. Y más. A construir el colegio, darles asistencia médica... y está orgullosa.
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Con Calaf, Peñalver explicó «las dos vidas de Sam», las de aquella mujer que formaba parte «del sistema», estudió, se casó, tuvo hijos y un día se dio cuenta de que «no sabía quién era Sam... madre de alguien, una mujer que no paraba y trabajaba en una empresa en la que era un número; esa es mi primera Sam». En su cabeza se activó algo cuando «de repente te das cuenta de que eres un mueble, en casa y en el trabajo. Y te dices ‘no puede ser’». Y paró. Porque «se para cuando uno quiere», y las ataduras son relativas.
«Los hijos no nos pertenecen, solo tenemos que educarlos para que vuelen solos», afirmó. Y negó con humor que, como han recogido, dejara a sus cinco hijos: «Me dan la paliza cada día». Porque asegura que les dejó «preparados para una vida, para que se saquen el carné solos, para que puedan hacer todo... He ganado yo y han ganado ellos».
La ‘segunda Sam’ es la de Tanzania. En África, donde «la mujer no es nadie» e impera la corrupción. El resumen que hace de estos ocho años allí es doble; afirma que a nivel personal y como mujer es de «un crecimiento increíble y un aprendizaje brutal», y en el aspecto profesional casi utiliza los mismos adjetivos, solo matiza que es la consecuencia de «haber podido poner al servicio de los demás herramientas que hemos adquirido solo por nacer donde hemos nacido», con la gratificación de que «de los niños que estaban a punto de morir en la calle tengo alguno ya en la universidad. Ves que merecen la pena muchas cosas si logras cambiar la vida de una persona».
Tuvo que romper barreras. Las culturales, primero, y luego la política, «la presión velada, la agresividad con el pobre, porque piensan (algunas autoridades) que si tienen un pueblo educado tendrán que dejar de ser corruptos, que no es verdad, y lo cierto es que la principal barrera para el desarrollo es la corrupción».
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Es una corrupción de la que huye en la medida de sus posibilidades, y en Born to Learn lleva al máximo los controles para garantizar que las ayudas llegan a su destino, para poder educar a los niños, para darles servicios sanitarios y que les atienda un dentista. Y aún con esta barrera de corrupción, que han construido los gobiernos locales y que «promueven los países de este lado del mundo, que son los que se llevan los recursos», los niños «aprenden con más ilusión. Desde chiquititos saben que la escuela es su vida, su futuro».
Y cuando decidió viajar a África, dejar un empleo bien pagado y una vida que no le llenaba, lo hizo «porque no tenía una recompensa personal, pensaba que no iba a cambiar mi vida propia ni la de nadie, y me planteé que iba a dar un zarpazo y devolver algo de lo que yo había recibido».
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Antes de marcharse había percibido la brecha salarial, el techo de cristal que existe todavía en España para las mujeres, que tienen más difícil el acceso a puestos directivos, como . «Todas lo hemos percibido, es una realidad y en eso creo que hay que luchar bastante; y yo no soy ‘feminista’, pero hay que ayudar desde las políticas de Estado, hay que ayudar a nuestra condición de poder ser madres, y en África es peor, la mujer no es nadie y su vida no vale nada».
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