Esto no es Torre Pacheco: «Si no es por ellos, entre semana el pueblo está muerto»
Los temporeros extranjeros hacen de Fuente el Olmo de Fuentidueña, en Segovia, el pueblo con más población inmigrante de la región, un flujo que mantiene servicios como dos bares
En Fuente el Olmo de Fuentidueña hay más rumanos que españoles. Si no fuera por los temporeros, sería un pueblo más en peligro de extinción. ... Tiene dos localidades: Los Valles, con una decena de residentes, y Fuente el Olmo, con unos 60. Pero en su padrón hay 357. Por eso su alguacil, Mari Carmen Bravo, alguien que pasaba los veranos hace cuatro décadas jugando con una treintena de niños de su edad al escondite, sabe alguna que otra palabra de rumano y hasta sabe bailar su música. Igual que ellos se sueltan con el flamenco. «Si no es por ellos, entre semana el pueblo está muerto».
Publicidad
Es el resultado a dos décadas de coexistencia pacífica en la provincia de Segovia. Cada uno mantiene sus grupos, sus costumbres, su partida de la brisca, la cerveza en pandilla después de una larga jornada de trabajo. Pero ambos han ganado.
Los oriundos han mantenido servicios que seguramente habrían perdido. Y los nuevos vecinos han encontrado un entorno en el que ganarse la vida. Esto no es Torre Pacheco, el pueblo murciano situado en primera línea de la xenofobia.
Planasa, creada por un empresario francés y Caja Navarra, eligió en 1973 el pueblo por sus condiciones óptimas para el vivero de fresa, desde la altitud al clima. «Traer inmigrantes viene de la mano de la despoblación. Antiguamente, lo hacíamos todo con gente de la zona, pero llega un día que no hay mano de obra», resume su jefe de almacén en Fuente el Olmo de Fuentidueña, Pedro Sancha.
Publicidad
Ante la falta de trabajadores de la zona –Torrecilla del Pinar, San Miguel de Bernuy o Cantalejo–, lo primero que hicieron fue contratar a los que llamaron a su puerta en busca de empleo –mayoritariamente búlgaros, una de esas mujeres sigue en la empresa, donde se jubiló su marido y trabajó su hijo– y después importaron a los primeros contingentes a través de la Coordinadora de Organizaciones de Agricultores y Ganaderos. La primera partida, en 2003, fue de unos 80 polacos y hoy, en los momentos álgidos, la campaña de octubre, hay 600 personas en activo.
«El que quiera ganarse la vida, me da igual que sea español o marroquí, se merece todo. Sinvergüenzas hay de todas las nacionalidades»
Pedro Sancha
Trabaja en Fuente el Olmo de Fuentidueña
El paso de los años ha diferenciado tres perfiles. Los que Sancha resume como «españolizados», es decir, plenamente integrados. «Muchos tienen su casa y a los niños escolarizados. Uno más». Después están los que pasan casi todo el año, desde febrero hasta diciembre. Por último, los específicos de las campañas. El arraigo lleva al padrón gente como Héctor, un peruano que tiene un piso en Cuéllar.
Publicidad
Sus primeras viviendas son las de la Planasa, con los electrodomésticos de cualquier cocina, así que hacen sus compras de forma autónoma. «La mayoría tiene su coche personal, se van y vuelven de Rumanía con él». Para el resto, la empresa pone un autobús que va al Mercadona de Cuéllar. En la tienda del pueblo compran las cosas del día a día: leche, pan, fruta o galletas.
Mayoría de rumanos y marroquíes
«Casi somos los del pueblo los que nos adaptamos a ellos porque son la mayoría», resume Sancha, que vive al lado, en Torrecilla. «Te tomas una cerveza hablando del trabajo, de la familia, una convivencia normal». Algo que se reactiva en estos días de verano: vermús de domingo desde el mediodía hasta las cuatro de la tarde y terraceo desde que el sol da tregua hasta la medianoche. Los autóctonos equiparan fuerzas con las segundas residencias del verano, pero siguen siendo minoría.
Publicidad
Antes era una comarca en declive y ahora, por ejemplo, todas las casas están cogidas. Es una de las sanas consecuencias del asentamiento de extranjeros en Fuente el Olmo de Fuentidueña. Las nacionalidades mayoritarias son Rumanía y Marruecos en un mapa en el que cada vez hay más presencia de Senegal o Malí. Por eso tilda Torre Pacheco como una salida de contexto. «El que quiera ganarse la vida, me da igual que sea español o marroquí, se merece todo. Sinvergüenzas hay de todas las nacionalidades».
«Los que están aquí empadronados, ya de toda la vida, son buena gente. Los niños se llevan bien, yo lo veo con mi hijo»
Mari Carmen Bravo
Vecina de Fuente el Olmo de Fuentidueña
Los padres de Mari Carmen, de 52 años, nacieron en Fuente el Olmo y ella se crio allí con sus abuelos. Una época en la que no faltaban niños. «De mi edad, dos años arriba o dos años abajo, nos juntábamos 30». En su inventario demográfico, la alguacil habla de una treintena de «jóvenes» autóctonos, entre 50 y 70 años, más los mayores «de toda la vida». El pueblo fue su vía de escape de Madrid, hasta que se cansó de su vida de cuidadora, camarera o dependienta y se marchó con su marido y sus hijos al pueblo «por calidad de vida» hace ya seis años. No tardó en aceptar el trabajo de alguacil.
Publicidad
«No son conflictivos. Hay de todo, pero los que están aquí empadronados, ya de toda la vida, son buena gente. Los niños se llevan bien, yo lo veo con mi hijo. La convivencia es buena». El hecho de que la mano de obra sea principalmente femenina convierte al municipio en uno de los que más mujeres tiene: siempre oscila en el 90%.
Noticia relacionada
Fuente el Olmo de Fuentidueña multiplica por cinco su padrón
Un matrimonio rumano que llegó para la fresa se hizo con el bar de la plaza, Posada María. Dos décadas después, tienen el local en propiedad y su hija fue responsable del campamento de Planasa. En un día de diario la ratio es de un 80-20 a favor de la clientela rumana, no por sectarismo, sino porque refleja el padrón. Aumenta la demanda de temporeros y el pueblo sumó otro bar tras la pandemia, La Parada, gestionado por una familia de Torreadrada en un local municipal y con el incentivo de una terraza a la sombra. La asociación que prepara las fiestas de agosto ultima allí los preparativos para despedir luego el día en la plaza.
Noticia Patrocinada
Dos bares que abren todos los días, un lujo. «Somos de salir mucho a los bares. Es donde nos juntamos con todo el mundo», resume Mari Carmen, que sabe decir en rumano palabras de supervivencia como cerveza, pan y otras que no deben escribirse en un periódico. No encuentra ninguna para definir Torre Pacheco, pero tiene clara su opinión. «Que no, que no».
3€ primer mes
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión