Una melodía para la vida
La Tuna de Magisterio, que prepara su 50 aniversario en 2020, pone en valor la tradición y el espíritu colectivo e intergeneracional de una experiencia irremplazable
luis javier gonzález
Segovia
Lunes, 25 de febrero 2019, 11:22
Una experiencia vital que incluye sacar a bailar a la novia en una boda, viajes exóticos en furgoneta sin destino claro o la convivencia intergeneracional entre músicos que podrían ser los abuelos de quien tienen al lado no pasa nunca de moda. La Tuna de Magisterio de Segovia mantiene con sus instrumentos el pulso vital de la plaza de Colmenares tras el traslado del centro universitario al campus María Zambrano. Y el recuerdo de los alumnos colmando los jardines, junto a los estudiantes de las Concepcionistas y otros adolescentes segovianos. En la antigua escuela apenas sobrevive el salón de actos o algunos despachos de profesores. Y el grupo es testigo del cierre de un bar tras otro en el centro: Quintanar, la Floresta, Momo o Correos. En un mundo que tildan como cada vez más impersonal, la Tuna se reivindica mientras ultima para el año que viene el 50 aniversario de su creación.
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La idea de la tuna surge al albor de las universidades españolas en el siglo XIII. Aquellos estudiantes necesitaban ingresos para viajar desde su ciudad natal y costearse su estancia. Era gente apoderada que solía viajar con arrieros y siguieron la figura de los sopistas. Las casas de beneficencia daban la 'sopa boba' y los estudiantes vivían de ella. Los sopistas fueron los primeros tunos, porque se procuraban así su sustento. De ahí las cucharas cruzadas de madera con un símbolo de muchos colectivos. Con el paso de los años, se institucionalizó el grupo de estudiantes que volvía a casa para tocar de forma más organizada. En un principio se hacía desde casa a la universidad, pero fueron ampliando al repertorio haciendo rondas a las chicas de los pueblos o se postulaban mediante cuestaciones para recaudaciones benéficas ante catástrofes como inundaciones o plagas, a veces en forma de comparsa de carnaval. Su vestimenta y repertorio eran eclesiásticos.
El concepto de tuno viene de la picaresca y en la Catedral de Segovia hay escritas canciones que hablan sobre estudiantes tunantes. «Últimamente ha habido un movimiento que se toma el tema de forma más intelectual», explica el veterano José Manuel Herrero, apodado Michel por sus michelines. Cada tuna está apoyada por una facultad. Si la ciudad es pequeña y no sobran estudiantes, como ocurre en Segovia, hay que aunar fuerzas. La Tuna de Magisterio pertenecía a la Universidad Autónoma (ahora es parte a la Universidad de Valladolid) y la del colegio Domingo de Soto a la Universidad Complutense. Así es cómo despega el fenómeno moderno en la ciudad desde finales de los 60. Ambas convivieron unos pocos años y hubo una cierta rivalidad.
La tuna de Magisterio nació en 1970 de la mano de Jesús y Francisco Nieto, dos hermanos segovianos que estudiaban Filosofía y Letras en Madrid. Tenían un tercer hermano, Ángel, que estudiaba Magisterio en Segovia, así que fundaron la Tuna en la ciudad y abandonaron la madrileña. A Michel le reclutaron en un recreo de 1986. No costó convencerle, admite. «Mucha gente tiene la idea de que la tuna está para sacar dinero en los restaurantes, pero vamos a muchísimas asociaciones sociales». Estudiaba de lunes a jueves en la escuela, los viernes ya se vestía para un pequeño ensayo y rondaban a las chicas. El sábado había un ensayo general, con unas treintena de compañeros, y buscaban qué restaurantes celebraban bodas o comuniones en las que aún le recuerdan tres décadas después. Comían alguna ración antes de ir a las bodas nocturnas. Y en épocas de auge, también tocaban en los enlaces dominicales.
«Si te ganabas 5.000 pesetas ya te podías dar con un canto en los dientes», apunta Michel, que recuperó la guitarra y aprendió «a fuerza de salir». El flujo de estudiantes y de eventos estaba entonces garantizado. «Es lo que ahora no vemos», lamenta Daniel Herranz, apodado Shin Chan por ser proclive al ligoteo. «Estamos en un momento de blanco y negro, esa sensación de que todo lo antiguo es malo. Y no es así. Hay muchos grises y el concepto de tuna ha ido evolucionando». Los veteranos son cruciales en el aprendizaje y portan la banda. La de Magisterio, roja, tiene también el blanco por ser escuela universitaria.
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«El periodo de novato no es para putearle, sino para enseñarle. En mis años se puteaba, pero con un sentido. Si te mando a que me busques un cigarro, no es por comodidad mía, sino para que pierdas la vergüenza y te busques la vida. Llegas a la tuna como un crío que no ha salido del cascarón y necesita material para poder defenderse», resume Michel, en pos de hacer a la persona más abierta y sociable. Y subrayan que hasta que no ha terminado ese periodo es difícil ver la utilidad de cada tarea. Esa evolución, el camino recorrido, es el gran legado.
Como en un principio no tienen traje, los tunos debutan con un disfraz para no ir de paisano. «Es una forma de desinhibirse, todo el mundo va a estar pendiente de ti», apunta Shin Chan. Marco Pérez, apodado Crepúsculo por su notable parecido con el protagonista de la saga, tiene 21 años y había tocado la trompeta. Se puso un disfraz de pirata y debutó en las cenas de navidad. Superado el periodo inicial, se entrega un traje con unas medias rojas que le identifican como novicio; después, medias negras y el último paso es llevar el traje completo y la beca. Son los veteranos los que marcan cada avance del aprendiz. Crepúsculo lleva medias negras y está en el paso previo a ser veterano. Detrás quedan esfuerzos como su adaptación la guitarra, que no había tocado nunca, y las canciones aprendidas. «Al principio es duro. 'Novato, saca a bailar a la novia, o a la del cumpleaños'. Tienes vergüenza porque no conoces a nadie», explica alguien que reconoce timidez y valora los progresos. Estudia ingeniería informática y representa la diversidad del grupo porque la Tuna siempre incorporó a cualquier persona de Segovia que estudiara fuera y se abre, por ejemplo, al IE University.
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El cancionero del tuno es infinito, así como sus versiones. El repertorio tradicional se basaba en canciones románticas (vals o bolero), temática nacional (pasodobles o jotas) y a partir de los años 80, folclore latinoamericano. Muchas tunas hacen versiones de canciones más famosas de Alaska o Sinatra o de artistas actuales como Manu Tenorio. A veces, esas versiones tienen un punto cómico. «Adaptamos un tema a nuestro grupo e instrumentos, para que suene bonito», resume Michel, maestro de Educación Especial.
Por la tuna segoviana han pasado 106 veteranos desde 1970, otros 38 han sido novatos pero no han superado ese periodo y actualmente el grupo tiene cuatro novicios como Crepúsculo. El grupo activo de veteranos que sale habitualmente está en torno a la quincena. Siguen rondando, da igual la excusa, ya sea un cumpleaños o un examen aprobado, o van a los restaurantes. «Ahora hay locales más modernos que son más reticentes», explica Shin Chan como apunte a una relación muy buena porque años atrás eran la hostelería quien les demandaba. «Es un interés recíproco. Nosotros nos lo pasamos bien, la gente se lo pasa bien y sacas un dinero, que suele ser poco pero te da unos réditos del trabajo de ensayos que hay detrás. Y a ellos también les viene bien porque la gente se queda donde hay jaleo». También mantienen el componente benéfico con diversas actuaciones sociales.
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La Tuna está dentro de la Asociación Española de Tunas de Magisterio, que celebra un certamen anual con premios diversos como la mejor ronda. La tuna organizadora se encarga de elegir a quién rondar, muchas veces las reinas de las fiestas, que hacían de jurado. También se evalúa la coreografía durante un pasacalles por el centro de la ciudad, una actuación sobre un escenario que otorga también premios individuales como mejor bandera, pandereta, púa, solista, canción instrumental o canción original. Y un premio colectivo, el 'Tuna más Tuna', que engloba la participación en todas las actividades del certamen.
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