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La actual campaña de riesgo alto por incendios, que llega a su fin este sábado, no ha sido de las más virulentas que ha conocido ... en los últimos años la provincia. Si bien es cierto que el registro de hectáreas calcinadas supera con creces a las que fueron arrasadas por el fuego en el ejercicio anterior, no suponen ni una cuarta parte de las que se contabilizaron en 2022. Segovia despide el operativo de vigilancia, prevención y extinción después de haber combatido 64 incendios forestales. El 60%se produjeron a lo largo de julio y agosto.
La superficie quemada hasta el momento en el conjunto provincial se sitúa en 172 hectáreas, lo equivalente a alrededor de 340 campos de fútbol. Es una cifra tres veces mayor que la que se anotó en 2023, cuando las llamas arrasaron 58 hectáreas, según recoge la estadística publicada por la Junta de Castilla y León. Aunque ha sido la cuarta peor campaña de la última década, se queda aún muy lejos de 2017 y 2022, cuando los terrenos calcinados se contaron por cientos, hasta rebasar incluso la barrera de las 1.000 hectáreas.
Los equipos de extinción se han afanado sobre todo en agosto, el mes récord al haber sumado una veintena de intervenciones por fuego. Está seguido de julio, con 18, mientras que el resto de meses —incluidos los de pleno invierno— no han llegado a superar la decena. Muchas de las operaciones han coincidido con los días de más calor, cuando la alerta por riesgo de incendios llega a ser extrema. Asimismo, las lluvias y tormentas no han sido siempre favorables a la hora de evitar estas catástrofes medioambientales, ya que los rayos han sido el origen de las llamas en al menos 14 casos desde finales de junio hasta principios de agosto.
Precisamente, ocho de cada diez fuegos que se han desencadenado en el territorio segoviano eran conatos. Solo cuatro de los incendios que han revestido mayor gravedad y únicamente ha habido un caso en el que se ha declarado el nivel 1, lo que indica una mayor peligrosidad al requerir más de doce horas para ser controlados o afectar a masas arboladas. En concreto, se trata del fuego que se desencadenó el 1 de agosto en la garganta del río Moros, en el término de El Espinar, que avanzó por una zona de pinares, lo que hacía presagiar lo peor para el Parque Nacional de Guadarrama.
Un rayo latente o durmiente fue la causa de este incendio. Afortunadamente, el arsenal aéreo logró atajar las llamas y no hubo que lamentar más allá de 4,5 hectáreas quemadas, aunque tardó en ser extinguido varios días. De ahí que la Junta haya solicitado declarar esta zona como gravemente afectada por el incendio.
Fue un suceso que hizo temblar a toda la provincia. Pero la incertidumbre no cesó en ese preciso momento, sino que se prolongó durante todo agosto, ya que fue el mes que concentró los incendios que implicaron mayor afectación para la superficie forestal. Lo peor no tardó en llegar, ya que apenas doce días después se requirió la activación de un amplio dispositivo para controlar la expansión de las llamas en los alrededores de la ciudad de Segovia, que calcinaron finalmente alrededor de siete hectáreas de pasto y matorral y todavía no se conoce la causa probable de su origen.
Tan solo unas horas después el fuego empezó a extenderse con gran rapidez por el término municipal de Navas de San Antonio, en un amplio terreno localizado entre la SG-500 y la N-VI. En ningún momento se llegó a declarar un nivel superior de alerta, pero requirió varias horas para ser controlado y, a su vez, sendas jornadas para ser extinguido, ya que incluso llegó a reactivarse pocos días después.
Es por ello que no se dio por apagado hasta el 31 de agosto después de quemar más de 104 hectáreas de pasto, por lo que se constituye como el incendio más grande de la temporada. De hecho, concentra más del 60%de toda la superficie que ha sucumbido al fuego desde principios de año en Segovia. Su origen se atribuyó a una causa accidental, relacionada con la actividad de motores o máquinas.
Este mismo municipio tuvo que hacer frente al segundo incendio de mayor extensión —en torno a diez hectáreas—, que se desencadenó por el mismo motivo pero a mediados de septiembre. En cuestión de superficie, está seguido por la quema de más de seis hectáreas en San Miguel de Bernuy a raíz de la electrocución de un buitre leonado en un tendido eléctrico;y el fuego accidental que tuvo lugar en Cuéllar a principios de julio, que afectó a 5,8 hectáreas sobre todo de terreno agrícola.
Ha sido uno de los periodos en los que se han detectado menor número de negligencias, pero algunas de ellas han sido destacadas. Es el caso de un incendio en Anaya, donde una colilla encendida prendió una amplia extensión de terrenos de cultivo; y en Montejo de Arévalo, donde las labores de limpieza de vegetación originaron las llamas que arrasaron casi dos hectáreas.
Hay varios fuegos que se han desencadenado y por el momento se desconoce el motivo, como es el que tuvo lugar en La Higuera, localidad perteneciente a Espirdo, en julio. Lo mismo sucede con otro en Santa María la Real de Nieva. Ambos rondan las dos hectáreas quemadas.
Por otro lado, se ha llegado a descubrir que la mano del hombre está detrás de la extensión de las llamas en sendos siniestros que se sucedieron a lo largo de julio tanto en Yanguas de Eresma como en Otones de Benjumea. No obstante, la causa más reiterada que ha provocado mayor número de incendios de una notable envergadura está relacionada con accidentes relacionados con motores o maquinaria. En esta ocasión, Segovia ha tenido que lamentar la pérdida de decenas de kilómetros cuadrados de pasto, mientras que apenas se han alcanzado las tres hectáreas calcinadas de zonas arboladas.
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