Una enfermera prepara una prueba sanitaria en un colegio. El Norte

«El gran miedo que tengo como madre es un atragantamiento en el comedor»

El hijo de Sheila Avellón lleva una adrenalina en la riñonera por si le pica una avispa, mientras Beatriz está en alerta porque el suyo se mete cualquier cosa en la boca

Domingo, 2 de noviembre 2025, 15:03

El hijo de Sheila Avellón, con alergia a las avispas, lleva siempre la adrenalina encima. «Yo tuve que explicar en el colegio cómo se pincha. ... Si me pasa en el trabajo, tú imagínate mi estado de nervios hasta que llegue. Si hubiese una enfermera, sabe qué hacer». Inyectarla en el muslo durante 10 o 15 segundos. El pasado verano le picó en el pie y acabó en el hospital con 42 de fiebre. «Me dijeron que, si no llego a ir, acuesto al niño y por la mañana está muerto».

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No ha habido picaduras desde entonces, pero extrema las precauciones, sobre todo en las piscinas, porque la alergia irá a más. Hay cuatro inyecciones —caducan al año— distribuidas por su entorno; la de su riñonera, la del colegio y una en las respectivas casas de sus abuelos. «Cruzo los dedos para que, si le pasa, sea conmigo, porque me da miedo que se la pongan en el colegio». Porque ella es auxiliar de enfermería. «Y lo entiendo, ellos no tienen por qué saber ponerla». Por eso defiende la figura de la enfermera, para todos. «Nunca le di tanta importancia hasta que a Asier le pasó esto, pero el gran miedo que tengo como madre es un atragantamiento en un comedor», reconoce.

Para Beatriz G., también de Segovia, ese miedo está en cualquier ámbito porque su hijo de siete años tiene una enfermedad rara que ralentiza el desarrollo y se mete cualquier cosa en la boca. «No sé si en el colegio sabrían manejar la situación si se atraganta o come cosas que no debe. Nos ha pasado muchas veces. También nos han dicho que el síndrome puede desarrollar epilepsia. Así que estaría más tranquila si hubiera una enfermera». Ella lo es.

Sustos de todo tipo, desde gomas de borrar a tapas de rotuladores o sacapuntas. Esto en el colegio; fuera de él, desde hojas a tierra, piedras o juguetes. «Todo, siempre tiene que tener algo en la boca». Visitas recurrentes a urgencias y radiografías para ver qué se ha tragado. En una ocasión, tenía un imán que el cuerpo expulsó de forma natural, pero había que evitar que se sumara cualquier otro resto que pudiera adherirse a él.

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También han tenido que hacer la maniobra de Heimlich para evitar un ahogamiento por un muñeco que se había quedado en su garganta. Por eso tiene un auxiliar técnico educativo para tutelarle, pero ahora debe repartirse la jornada con otro alumno. Un motivo más para tener enfermera. A falta de ella, mandó una guía al centro con unos mínimos primeros auxilios. Y solo deja al niño con sus dos abuelas. El colegio tiene un aspirador laríngeo, pero ella desconfía de su uso. «No me termina de convencer, no es la panacea», concluye.

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