«¿Por 60 euros voy a arriesgarme a todo lo que me está pasando?»

Según la Fiscalía, compraban droga en la localidad madrileña de Moralzarzal y la vendían en Segovia. En uno de esos viajes fueron interceptados con 249,74 gramos de cocaína, y tras el registro de tres viviendas en Torrecaballeros y La Granja, los investigadores se incautaron de cantidades de otras sustancias estupefacientes. En sus conclusiones provisionales, considera que cada uno de ellos tenía asignado y distribuido un papel o cometido bien definido. Uno se encargaba de ponerse en contacto con los proveedores de la localidad madrileña, cuya identidad no ha podido ser determinada, y los otros, de adquirir la sustancia realizando viajes a esta localidad madrileña en dos vehículos, iniciando el viaje de vuelta con uno de los vehículos como lanzadera para advertir de posibles controles policiales. Estos hechos ocurrieron en plena pandemia. Los acusados acudían a un bar de Moralzarzal, cerrado al público.

El primero en declarar en el juicio fue J. M. B., que también se enfrenta a un delito contra la seguridad vial por conducir sin carné, reconoció ser consumidor habitual de drogas y afirmó que traficaba para seguir consumiendo. «El beneficio, lo que sacaba, era para seguir drogándome», dijo, A la pregunta del Ministerio Fiscal de por qué fue en taxi a esta localidad madrileña respondió «si hubiera tenido el carné, hubiera ido yo solo», dijo. También indicó que era él el que vendía la droga y que el taxista, otro de los acusados, «tenía conocimiento y sabía que iba comprar droga; él era consciente de todo«.

P. E., la única mujer implicada, admitió que hacía de intermediaria, pero negó que conociera al taxista. «Solo de oídas; sabía que había un taxista que le llevaba y le traía, pero no sabía quien era, ni su nombre, ni su cara, y nunca pensé en tramas ni organizaciones» y admitió que también consumía.

Y también admitió los hechos otro de los acusados, R. J. T., que iba a la localidad madrileña en otro coche, aunque aclaró que «yo no vendía». Negó que hubiera bote o caja común para el grupo para comprar otros bienes, como por ejemplo, un coche. «No me llegaba para consumir, como para comprar un coche», dijo.

El que mostró estar en desacuerdo con los hechos fue P. F. V., el taxista. Admitió que había llevado a J. M. B y defendió en su intervención que desconocía el motivo de esos viajes (cuatro o cinco) a Moralzarzal y que únicamente cobraba la carrera. «¿Por 60 euros me voy a arriesgar a todo esto que estoy pasando?«. En esas fechas, admitió que «la situación del sector era delicada y 60 euros daban vidilla«.

La Fiscalía considera que el taxista sabía, conocía y participaba en esta trama. «No se dedicaba a un servicio normal de taxi y tuvo una participación activa, importante y necesaria y además tenía una actitud de vigilancia, diferente a la de una simple espera», añadieron a su conclusión final

Por su parte, su defensa considera que su intervención «no era necesaria, si no le llevaba él, lo podía hacer cualquier otro. No ha ejercido de ntermediario, no hay relación con el consumidor final y lo único que hacía era llevar y traer a esa persona, con desconocimiento de lo que hacía y si lo sabía, no se le debe incluir como autor. No existe pertenencia a ningún grupo criminal, para eso hace falta un bien común, un beneficio para el mantenimiento de toda esa actividad y no se ha demostrado. Si acaso, cómplice», valoró.