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La vida sigue deparando sorpresas a Carlos Villagrán (Nava de la Asunción, 13 de abril de 1984). En dos décadas como jugador no se había ... enfrentado a una muerte tan cercana, la de su jefe, el entrenador del Nava, Álvaro Senovilla. Así fue como dirigió su primer partido en Asobal en su segunda temporada como segundo. Explica cómo el vestuario gestionó la situación y la diferencia entre actuar como ayudante y dirigir el barco.
–¿Cómo han sobrellevado la situación desde enero?
–Con naturalidad y ayudando en todo momento a Álvaro en su día a día. Ha sido normal, para que no afectara al cuerpo técnico ni a los jugadores. Ha sido una persona bandera, en todos los aspectos, se lo ha comido todo él. El desenlace ha siso este, el día antes del partido, y por eso dije que lo sabíamos desde hace más tiempo. Le hemos apoyado en todo lo que hemos podido para que él estuviera tranquilo.
–¿Cómo se ayuda a un líder?
–Estando ahí. Los que le acompañamos en el staff teníamos clara la situación que estaba atravesando. Queríamos que él supiera que estábamos ahí: para analizar, organizar, planificar… y para tomar un café. Que se viera muy respaldado por nuestra parte y con toda nuestra confianza. Cuando hay tantos individuos en un grupo, cada uno tiene su personalidad y gestiona su intimidad como cree que tiene que hacerlo. Ni mejor ni peor. Ni es cuestionable. Nosotros hemos estado ahí, sin decirle nada. En su día, Álvaro se lo comunicó a la plantilla y no se ha vuelto a hablar del tema. Como si te deja la novia... ha sido natural, como si no se supiera nada.
–¿Cómo le comunican que va a dirigir el partido del domingo?
–Con Álvaro tengo una relación… igual hablamos cada media hora. Cuando terminamos el entrenamiento del sábado iba a ver a su padre y a la hora me llamó para decirme que había fallecido y que tenía que ir al entierro y estar con su familia. Se lo comunicamos al capitán y a la directiva.
–¿Cómo gestiona a la vez el dolor de un compañero y la oportunidad de dirigir un partido?
–Fue duro recibir la noticia. Hay que agradecer a los jugadores el paso adelante que dieron porque todo, el que más y el que menos, tienen una relación estrecha con Álvaro y el día antes del partido el 90% de la plantilla fue a visitarle al tanatorio. Era un partido complejo para todos en el ámbito sentimental. Es nuestro líder y había preparado el partido a conciencia, sabiendo la importancia que tenía. Lo ha hecho sencillo porque las cosas estaban trabajadas. No había que salirse del guion, solo llevarlo a la práctica.
–¿Cómo se sintió?
–No me encontré demasiado nervioso, sentí el cariño de los chicos, estuve bastante arropado por los jugadores y por Álvaro. Él me llamó para que estuviera tranquilo, que no me preocupara, ya habíamos hecho el trabajo. Desde la posición de segundo entrenador que he tenido toda la temporada, quizás, tener más voz. Creo que no salió mal, es la dinámica que tenemos este año, nos cuesta rematar los partidos...
–¿Cómo lo siguió Álvaro?
–Estuvimos hablando por la mañana, antes de que se fuera al tanatorio. Y después. Hoy [lunes] hemos vuelto a hablar. No quería verlo, pero al final sí que vio los últimos minutos. De los primeros mensajes que tenía al acabar el partido era el suyo: «Enhorabuena por el empate, muchas gracias por todo, nos vemos».
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–¿Qué sintió como primero?
–Se ve diferente. Cuando soy segundo, yo estoy ahí sentado, a otras pulsaciones, viendo otro tipo de balonmano porque Álvaro se encarga de unas cosas y yo de otras. Esto era estar a todo. Lo bueno es que tenemos un staff con mucha comunicación. Guti me echó una mano enorme para que no se me pasaran las cosas que teníamos pautadas; Virginia tomando estadísticas, mas simples que otras veces. Expuse a los jugadores en la charla el plan de partido para que supiéramos a qué atenernos. Creo que estuve tranquilo, me encontré a gusto.
–¿Se emocionó en la charla?
–No. Por desgracia, en el deporte no hay mucho tiempo para emociones, no da cabida a ciertas cosas, ni buenas ni malas. Quedamos diez minutos antes para hablar las cosas y volver a la normalidad lo antes posible. Los chicos lo entendieron a las mil maravillas. Y a funcionar.
–¿Cómo tomó las decisiones?
–Nos fijamos mucho en el juego, en la táctica. Álvaro no es muy de estadísticas; yo, un poco, pero tampoco mucho. Nos gusta solventar los problemas del directo, ver si está saliendo el partido que habíamos planteado. Con su ausencia todo se reestructuró, mucho más sencillo.
–¿Cómo compara las sensaciones de entrenador y jugador?
–Es que no tiene nada que ver. Ser jugador es lo mejor que hay, eres el que está ahí, el que decide, el que se cansa, al que pegan, el que lo celebra… No me considero entrenador porque llevo muy poco en esto, pero te diría que tienes que estar muy calmado para intentar dar todas las herramientas posibles a los jugadores para que elijan la mejor.
–Es decir, lo contrario al jugador emocional que usted era.
–En este partido, tenía muchos condicionantes. No sé cómo sería Carlos Villagrán como entrenador en X partidos. Soy muy pasional porque el balonmano es mi pasión. Y porque gracias a eso conseguía levantar a la grada y a los compañeros. Era una forma muy visual de transmitir un trabajo diario. Ahora estoy en un segundo plano: Álvaro es el entrenador y los chicos ejecutan su papel. Mi cargo es observar, dar mi opinión y ayudar. Quizás por eso he estado más tranquilo.
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