Cuatro jóvenes juegan al videojuego NBA 2K21 durante la jornada celebrada ayer en Bernuy de Porreros. Antonio Tanarro

La cultura del videojuego competitivo invade Bernuy

El Ayuntamiento de la localidad albergó el proyecto pionero Segovia Gaming Day, una jornada dedicada a crear una nueva experiencia de juego socializadora

Domingo, 18 de julio 2021, 17:37

Muchos son los estigmas que los videojuegos soportan en el imaginario colectivo. Pero es absolutamente incuestionable que se trata de una industria cultural que está ... insertada en la forma de pensar y ver la vida de las generaciones más jóvenes. Por todo ello, y ante la imposibilidad de contar con un programa de fiestas al uso, el Ayuntamiento de Bernuy decidió ser pionero en albergar la propuesta del periodista Sergio Perela, dedicado al mundo de los deportes electrónicos desde que las cifras de aficionados hicieron que las grandes marcas se centraran en atrapar a todo este público. «El Segovia Gaming Day no es más que llevar la tecnología de los videojuegos y ponerlo a disposición de los usuarios de forma libre», comenta el propio Perela. «Al margen de que vayan probando todos los juegos en compañía de otros amigos e incluso haciendo nuevas amistades, se han establecido competiciones para que ellos midan su habilidad como los propios jugadores profesionales de esports».

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La biblioteca del Ayuntamiento cedió su espacio a consolas en las que los chicos iban eligiendo si jugaban al FIFA21 o NBA2K. Más al fondo, cuatro portátiles con el videojuego que más seguidores tiene en el mundo, League of Legends. Y al final, dos simuladores de conducción con dos juegos diferentes, uno de Fórmula 1 y otro de rallies. Además, en un lateral y dispuesta con una pantalla para poder jugar de pie, una consola con Street Fighter, videojuego que hizo las delicias de generaciones más mayores que habían jugado a su primera edición en las antiguas máquinas de los recreativos, las que funcionaban con moneda.

Entrar al salón era ver las caras de concentración, los piques; los ojos tremendamente abiertos y anhelantes por probarlo todo de los más pequeños. Pero también los movimientos de los más mayores, que acompasaban su cuerpo con el de su avatar; y por supuesto los esfuerzos por adaptarse a la conducción, tremendamente sensible, de los simuladores que todo el mundo, sin diferencia de edad, quería probar. Todo eso era lo que los organizadores denominaban como «juego libre». Cuando se iban liberando espacios, se limpiaban convenientemente y pasaban a ser ocupados por los siguientes usuarios. La emoción crecía cuando llegaban los horarios de competición.

A casi todos los muchachos que acudían les picaba el gusanillo de probar su nivel. Pero no hacerlo como suelen hacerlo en casa, en la habitación, conectados y jugando contra alguien de cualquier parte del mundo sin verse las caras. No. Cara a cara, compartiendo nervios, aspiraciones; siendo seguidos por sus amigos de cerca, que les jaleaban y animaban. Y, de cuando en cuando, en los momentos en que la competición crecía, el 'casteo' de Sergio Perela. Es así como en el mundo de los videojuegos se denomina a la narración, que «se parece mucho a la narración deportiva habitual, pero a la vez es muy diferente. Porque el juego en consola tiene una viveza, una emoción, da tan pocos respiros, que te dejas la voz».

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La inmensa mayoría se inclinaba por inscribirse para competir en el simulador futbolístico por excelencia, FIFA; pero otros tenían muy claras sus preferencias por el de baloncesto o por demostrar su habilidad al volante de los de conducción. Los dos primeros se basaban en ir jugando partidos hasta que iban quedando solo los mejores. El de conducción era diferente: el aspirante tenía programadas cinco vueltas, siempre en el mismo circuito, y se trataba de firmar la vuelta más rápida. Normalmente, la primera era de prueba, para ir puliendo los detalles técnicos del circuito y hacerse con los mandos, tan diferentes a los que un usuario normal tiene en casa. Luego, apretar los dientes y tratar de trazar de la forma más limpia posible.

Al final del día, tras once horas de juego casi continuas, los finalistas de los tres horarios de torneo se citaron en la gran final. Una final en la que los ganadores se llevaron un mando de consola profesional y vales de descuento en una tienda de moda urbana colaboradora con la iniciativa; mientras los segundos clasificados terminaban con una camiseta y un vale para una pizza en otro establecimiento colaborador. La sorpresa se la llevó el ganador del torneo de FIFA21, que terminó recibiendo una camiseta de Falcons, el equipo de esports que financia César Azpilicueta, capitán del Chelsea e internacional español. Su empresa era la que proporcionaba el soporte tecnológico para el evento. Todo de primer nivel, porque se trataba de las mismas consolas, mandos, cascos o sillas gaming que a finales de agosto van a viajar a Copenhague para las finales mundiales del videojuego de fútbol. Así que, por un día, los jóvenes de Bernuy y de otras partes de la provincia, jugaron como si ellos mismos fueran profesionales de los videojuegos.

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