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Un cartero llama a un portal para entregar la correspondencia. Óscar Costa

Segovia

Carteros al límite en Segovia: estrés, bajas sin cubrir y colas de 45 minutos

Las ausencias de hasta el 40% de los empleados en verano eleva el estrés de los que siguen en activo y retrasa envíos

Lunes, 25 de agosto 2025, 08:52

Los carteros segovianos asumen estas semanas una carga extra de trabajo para sortear un periodo vacacional que para ellos se convierte en el más estresante ... del año. El sindicato CSIF apunta a carencias en la contratación, una plantilla diezmada por las ausencias que no reconoce el cambio en la demanda. Lo que hace años era un periodo con menos actividad, con menos cartas, se ha homologado al resto del año por el creciente peso de la paquetería en una provincia en la que crecen los destinatarios estivales por su proliferación de segundas residencias. Mientras, Correos asegura que el servicio está prestándose con normalidad. Aunque los retrasos son inevitables, la tarea se cumple gracias a la vocación de los empleados, que, con todo, muchas veces no pueden esconder su estrés al cliente, afectado por una novedad, el cierre por las tardes de la oficina del centro: la consecuencia son periodos de espera de más de 45 minutos en la única alternativa, la del centro comercial Luz de Castilla.

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El responsable de entidades públicas estatales de CSIF, Pablo de Andrés, relata la herencia de «la falta de contratación» desde el cambio orgánico por el que Correos pasó de depender de varios ministerios: «Cuando un cartero faltaba, se buscaba a alguien y se le sustituía. Desde que nos convertimos en entidad pública estatal, todo esto cambió mucho y no ponen personal eventual si no existe un volumen grande». Explica que la entidad se ha quedado «estancada» ante la afloración de la competencia. «Si miramos 20 años atrás, a lo mejor teníamos 15 empresas; hoy tenemos 150. Ha habido un incremento exponencial de repartidores y el trabajo se ha precarizado. No se puede estar con jornadas de doce horas. Correos mantiene unos puestos de trabajo con unas condiciones dignas, pero la competencia es abrasadora», asegura.

«Si miramos 20 años atrás, a lo mejor teníamos 15 empresas; hoy tenemos 150. Ha habido un incremento exponencial de repartidores y el trabajo se ha precarizado«

Las cartas que caen en agosto porque los organismos públicos rara vez emiten notificaciones se compensan por el pico de las segundas residencias rurales. «Los paquetes llegan tarde. No tiene sentido que seamos servicio postal universal y no tengamos capacidad suficiente para dar un servicio de calidad».

En la capital hay en estos momentos una veintena de carteros, más otros tres de una unidad de servicios especiales que reparte con furgoneta y distribuye paquetes más voluminosos. La ciudad se divide en una veintena de pequeñas secciones, de tal forma que los que van andando cubren las zonas con más concentración de población y lo que usan la moto cubren superficies algo más diseminadas, como La Lastrilla, que se atiende desde San Lorenzo. «Ha habido días que hemos estado trabajando el 60%». El otro 40% se reparte entre ellos. Una metodología cada vez más diaria. «Se mira en la unidad con cuánto personal se cuenta y qué volumen de trabajo ha llegado».

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Profesionalidad

Pese a todo, De Andrés pone en valor la profesionalidad de los carteros para explicar por qué el servicio sigue en pie. «Los trabajadores se quejan, pero son vocacionales, muy jabatos. Sin ellos, no hubieran salido las elecciones del 23 de julio. Cuando han tenido que dar el callo, lo han dado elegantemente». Pero el esfuerzo tiene límites. «La calidad se deteriora». Lamenta que las cartas hospitalarias, una prioridad dentro de Correos respecto a otras como las bancarias, están llegando con cierto retraso. O que las últimas notificaciones de la Diputación y el Ayuntamiento se han entregado «muy justas». En parte porque el servicio no ha incrementado los medios ante el aumento de población en zonas como la plaza de toros o Carrascalejo. «Esto es todo ir apretando un poquito más. Y mientras vaya saliendo el trabajo…»

Una exigencia de la que no es ajena la provincia, dividida en decenas de circulares centralizadas en localidades que hacen de cabeza comarcal: San Rafael, Carbonero el Mayor, Santa María de Nieva, Cuéllar, Riaza, Cantalejo y Hontoria. Con carteros como el de Cantalejo, que cubre una amplia extensión de territorio de 17 pueblos. «Son pequeños, pero es imposible que se puedan repartir de una manera normal en una jornada de siete horas y media».

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El colectivo, con 37,5 horas a la semana, aún reivindica la jornada de 35. Una tarea que incluye atender oficinas satélite durante media hora, generalmente en locales municipales, en municipios como Cantimpalos, Navalmanzano o Navas de Oro, más otras a media jornada en Carbonero, Sepúlveda o Villacastín.

Los pueblos con más población flotante como Riaza o el Real Sitio de San Ildefonso, cuya población real multiplica estas semanas su padrón, son los más exigidos. En el caso de la provincia, cubrir las ausencias implica aumentan considerablemente el kilometraje por unas carreteras que dificultan los tiempos. Aunque las horas extra se pagan, el problema es el estrés por no llegar a cubrir todo. Por ejemplo, pueblos como San Miguel de Bernuy, Navalilla y Carrascal del Río, habitualmente competencia de la circular de Cantalejo, se los queda el cartero de Sacramenia. «Tienen que ir dejando cosas sin hacer para llegar a todos. En muchos sitios sale la gente a saludar, es un momento de distracción, como el panadero».

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El censo total de la provincia el año pasado estaba en las 174 personas, un dato global que incluye a carteros, personal de oficina y jefes. Correos asegura que su servicio en Segovia «se está prestando «con normalidad y conforme a la calidad requerida» y argumenta la adaptación del personal en estos días. «La actividad de la compañía se desarrolla adaptándose en cada momento al volumen de negocio, aplicando las medidas organizativas necesarias para asegurar su correcto funcionamiento». También explica por «razones organizativas» el cierre de la oficina del centro de Segovia en horarios de tarde, «teniendo en cuenta el descenso del número de clientes durante la época estival», concluye.

El «caos» de repartir el correo en pueblos que multiplican su población en verano

Llevar el correo en uno de los municipios segovianos con más segundas residencias en verano es una tarea hercúlea. Uno de esos empleados ha asumido durante una parte del verano la tarea cuando su compañero estaba de vacaciones. «La gente escapa de las capitales y se va a las zonas rurales. No sé si aquí se duplica o se triplica, pero la situación es desbordante, es un caos, no llegamos, no damos abasto».

Aunque sea verano, la carga de trabajo no baja. «Las facturas de la luz y del agua vienen. Y aquí hay mucha gente que no lo tiene domiciliado y espera sus recibos para ir a pagarlo. Las cartas del médico, tributos de la Diputación, basura, IBI…» Por si fuera poco, han recibido una remesa de casi 4.000 notificaciones a entregar en veinte días. Y en verano aumenta la paquetería con esos residentes que no cuentan en el padrón, pero siguen comprando. «Aparte de lo tuyo, que ya es bastante, es asumir el trabajo de una persona más».

Los mismos medios para lugares que siguen construyendo viviendas como Bernuy de Porreros o Palazuelos de Eresma. Una carga extra que a veces se desarrolla en el mismo municipio y otras obliga a parchear parte de otro. «A cambio de llegar al límite. Esto físicamente supone un estrés… Date cuenta el calor que ha hecho, vamos en vehículos y tus capacidades visuales no son las mismas. Esto tiene sus secuelas y no consigues recuperar. Vas enlazando dos meses a piñón y es agotador».

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