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Carlos Álvaro
Viernes, 9 de diciembre 2016, 19:35
La sala Ex.Presa acoge este fin de semana la representación de Una mujer en la ventana, protagonizada por una histórica del teatro, Petra Martínez, muy popular en los últimos años por su destacada participación en la serie La que se avecina (Tele5). Doña Fina en la tele, Petra Martínez da vida a una mujer que reflexiona sobre su vida y sus cosas en el crítico momento de tener que dejar la casa para trasladarse a una residencia, después de haber sido desahuciada. Se trata de una adaptación del texto de Franz Xaver Kroetz que Juan Margallo realizó en 1985 y que la propia Petra representó con indudable éxito, el mismo que ha obtenido recientemente en el teatro Español de Madrid.
Una obra muy actual a pesar de que han pasado treinta y un años de su estreno...
Es muy actual porque, realmente, de lo que habla es de desahucios y de la gente que se tiene que ir de su casa pero no quiere... Ahora hay muchos casos: los refugiados, los inmigrantes, los jóvenes que tienen que irse a otros países en busca de trabajo, los que no pueden pagar la hipoteca.. En la obra se trata de una señora mayor que debe irse a una residencia, una señora que está bien, sana, pero que se ve obligada a dejar la casa porque la han desahuciado. Este desahucio no es como los de ahora; es el desahucio que se hacía hace años, cuando se recurría a declarar un edificio en ruina y echaban a gente que llevaba viviendo en él cuarenta o cincuenta años, sin indemnización alguna ni nada. En cualquier caso, un desahucio es un desahucio y siempre es algo terrible, dramático. Como en principio podía parecer un poco trágico, hemos hecho un personaje divertido, que esconde su tristeza aunque sale en dos o tres momentos e intenta animarse continuamente.
Es un monólogo.
Exacto. Pero la protagonista habla con el público y, claro, llega más. El efecto es muy bueno, porque el público entra enseguida. El público y yo nos divertimos mucho [risas].
Y en ese monólogo, la protagonista se enfrenta con todos sus recuerdos...
Ella está en ese momento dramático de tener que dejar la casa, sus cosas, su mundo. La comicidad reside en que se quiere llevar todo a la residencia porque todo le sirve, a todo le encuentra un valor, un recuerdo asociado. Y ahí está esa contradicción: la pena que supone una situación así y el lado cómico que surge de ella.
¿Qué ha supuesto para usted volver a representar esta obra treinta años después de la primera vez?
Le dije a Juan [Margallo] que me gustaría volver a representarla porque ahora tengo la edad de la protagonista y hace treinta años era muy joven. Es curioso, porque se cambia mucho, ¿eh? Y no se cambia para bien ni para mal; se cambia porque cambia todo en tu vida, y eso sí me ha producido una sensación muy placentera, como de decir: yo en aquella época no era muy consciente de lo que un objeto puede significar para una persona y en cambio ahora... ¡Y eso que siempre he tratado de no tener demasiados recuerdos materiales! ¡Mi casa parece de una persona muy joven, porque tengo muy poquitas cosas...! Pero ahora me doy cuenta de la importancia que para la gente mayor entraña todo lo que ha tenido alrededor a lo largo de su vida. La protagonista dice: me tengo que llevar cosas de Germán (su marido, ya fallecido) porque él sigue en esta casa pero en la residencia ya no estará... Bueno, pues estas cosas yo no las veía tan claras cuando era joven. Pensaba que se cambiaba menos, pero no; se cambia bastante, aunque no nos demos cuenta.
¿Le ha inspirado mucho la realidad actual? Los desahucios están a la orden del día.
Hombre, claro. Decidimos rescatar la obra pensando un poco en eso... Porque te duele el alma. Ya ha muerto mucha gente por esto... Evidentemente, la actualidad influyó, pero también mis ganas de volver a interpretar este papel.
Si tuviera que resumir con una frase el poso que le deja esta segunda representación...
Cuando termino, me quedo con una sensación muy agradable, sobre todo porque el personaje me permite pasar por muchos estados de ánimo y eso es muy bueno para mi cabeza. Es como una terapia. Salgo como nueva. Lloro, me río, muestro ternura hacia las cosas... Y al final, además, hablo con el público. ¡Es tan divertido intercambiar opiniones con el público!
¿No es la primera vez que actúa en Segovia, verdad?
En Segovia he actuado muchas veces, pero en el teatro Juan Bravo, que es un teatro maravilloso. El de la antigua cárcel también lo es, porque sientes al público muy cerca, pero el Juan Bravo... En España hay dos o tres teatros maravillosos y uno de ellos es el Juan Bravo.
Hablemos de La que se avecina. Empezó hace dos años y ahí sigue.
Esta es mi tercera temporada. Ahora están emitiendo mi segunda, pero ya estoy de lleno en la tercera.
¿Cómo lo lleva?
La televisión tiene sus cosas, pero es muy divertida. Es curioso: tener 72 años (que son los que tengo) y de pronto encontrarte con un elenco de gente joven... y con un personaje que hace cosas rarísimas... Un papel como el de Fina, que es mala, malísima, ha sido para mí un regalo, acostumbrada como estaba a que me dieran papeles de mujer triste, de mujer que acaba de perder a su marido... Sí, me lo estoy pasando muy bien.
¿Y le gusta hacer de mala?
Mucho. Se dice que los personajes malos son muy agradables de interpretar porque al público, en el fondo, le encantan las maldades [risas]. A mí los personajes malos siempre me han gustado, tanto en la televisión como en el cine.
He leído que ha tenido que aprender a decir palabrotas.
Sí, porque normalmente no las digo. En el primer capítulo tuve que decir muchas y me daba hasta vergüenza. Tenía que repetírmelas mucho en casa, en voz alta, para oírme a mí misma. Ahora ya no me corta tanto.
A usted le gusta definirse como cómica. ¿Cómo está el panorama actual para un cómico?
Somos muchos. Hombre, hay muchas series, mucho teatro, pero creo haber leído que un 80% está sin empleo. Y eso es una barbaridad. Y el que trabaja, lo hace dos veces al año. Pero siguen saliendo actores y actrices... Es que el teatro tiene un veneno que te llena, que te divierte. Por eso sale tanta gente. La mayoría de los actores quiere encontrar una serie televisiva, porque es lo que te da relevancia y dinero. Cuando yo era joven eso no nos seducía tanto. Nos seducía más el teatro. Había una pasión muy marcada por el teatro. Ojo, que ahora también la hay ¿eh? No quiero decir que no la haya, porque conozco a chicos que están trabajando mucho y sacando obras maravillosas, pero, por decirlo de alguna manera, la televisión es tan golosa...
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