Auditorio de la sala Ex.Presa 1 de La Cárcel, lleno y expectante para uno de los diálogos de la jornada de ayer.

Las mujeres recetan educación, coraje y amor maternal para cambiar el mundo

La radicalización islamista, los estereotipos o la persecución racista centran los testimonios

César Blanco Elipe

Domingo, 13 de marzo 2016, 12:10

«Cuando era niña veía cómo mi madre ayudaba al resto de los niños que venían con clavos en los pies porque andaban descalzos. Mi madre les curaba con las plantas medicinales con las que trabajaba y nunca lo hizo por dinero». Gamila Hiar, a sus 76 años, evoca el altruismo y la sabiduría de su madre. Fue quien le retiró del colegio para instruirle en el oficio. Ahora, esta empresaria de origen druso que se rebeló contra las tradiciones discriminatorias de su pueblo también habla con pasión maternal de sus vástagos. Su hija ha sido una de las primeras mujeres drusas en acceder a la universidad. «Uno de los mayores orgullos que he podido tener en la vida», confiesa. También saca pecho porque fue su hija fue de las pioneras de su etnia en sacarse el carné de conducir, pese a la oposición e incluso los insultos y humillaciones de vecinos y hasta de familiares.

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Otra madre, la activista franco-marroquí Latifa Ibn Ziaten, revolvió las emociones de una sala Ex.Presa 1 de La Cárcel a rebosar cuando relataba su historia. Diez días antes de que su hijo, un soldado francés de religión musulmana, fuera ejecutado la familia estuvo reunida. El joven, de cuyo fallecimiento se han cumplido cuatro años este viernes, había regalado a sus padres un viaje a Turquía. Durante esa visita, Latifa recibió la llamada de otro de sus hijos, más pequeño. No quiso revelarle el motivo por más que insistía, pero tenían que regresar a casa. Una vez en el aeropuerto, la tristeza rasgada en el rostro del chico anticipaba lo peor: Imad ha sido asesinado. Ese dolor de madre que ha perdido algo más que a un hijo «no se lo deseo a nadie».

Como una madre que reivindica para las adolescentes y jóvenes italianas un presente y un futuro dignos y sin estereotipos que deriven en la violencia machista, Lorella Zanardo concluyó en uno de los cuatro diálogos celebrados ayer en el Encuentro de Mujeres que Transforman el Mundo, que la televisión en su país es «una mierda» donde «se cosifica a la mujer». En la diana de sus dardos coloca al expresidente Silvio Berlusconi, fundador del grupo Mediaset.

Y en otro rincón del mundo, en Tanzania, Al Shaymaa J. Kwegyir también recuerda el ejemplo vital de su madre cuando le dio fuerzas para pensar en positivo y fajarse de la discriminación a la que era sometida desde su infancia por ser albina. Ahora, ella es madre de dos niñas adoptadas a las que ha trasladado los valores de la igualdad y el coraje.

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