‘Los tres mosqueteros’ del verdejo segoviano

Los tres mosqueteros de la uva verdejo segoviana; son Juan, Pepe y Javier; son los Herrero de la bodega homónima de Nieva y son, por derecho propio, unos clásicos en el Otoño Enológico de Caja Rural. Y es que los Herrero volvieron Erre que Erre a deleitar a los asistentes a la cata celebrada en el hotel Los Arcos, donde siempre el vino adquiere un rango mayor con la impecable preparación de mesas acordes con el espectáculo casi místico que supone echarse un trago de vino a la boca, y si es verdejo, verdejo, entonces, mil sobre hojuelas.

Un trío de ases del vino cuya voz cantante siempre recae en José María (Pepe), que con sabiduría adquirida desde su niñez en tierras francesas donde el abuelo materno ya cultivaba la vid, fue desgranando vino a vino y aportando historias y anécdotas en su intervención, siempre matizada por las sabias palabras de Javier y refrendadas por los anuncios/advertencias de Juan.

De esta forma se inició la cata con Atino, un vino cuyo precio es muy atinado y directamente proporcional a su calidad; un verdejo correcto que por su precio no se puede exigir más. Seguidamente pasó a la copa el conocido Erre, el más popular de la bodega y el más vendido, para finalizar con Robert Vedel, una elaboración con cepas tan viejas que se pierden en el recuerdo de la noche de los tiempos y que Los mosqueteros de Nieva han querido con su puesta en escena rendir homenaje al abuelo viticultor.

Vinos que Pepe decía que se diferenciaban claramente del resto de los verdejos porque Segovia cuenta con suelos, climas y, sobre todo, altitudes diferencias del resto de los pueblos que conforman la que ya es la segunda DO en volumen de ventas, y que es verdad. Aunque yo creo que el éxito del verdejo segoviano, de Nieva para ser más exactos, radica en que los elaboradores no utilizan levaduras tropicales, sino autóctonas. Por eso, la mayoría de los verdejos de esta zona no cuentan con aromas a maracuyá, mangos y otras frutas del trópico. Así de sencillo, como la gracia aportada por el monólogo sobre el vino del cómico Enrique El Grande, y fue así, inmensa.