«Admiro a los perdedores que siempre ganan, como Cristo o ese Quijote llamado Cervantes»
ENRIQUE VILORIA VERA
Lunes, 2 de mayo 2016, 14:05
Un nuevo poemario, El pie en el estribo, que suma el número diecisiete entre los publicados por el destacado poeta Alfredo Pérez Alencart, profesor de la Universidad de Salamanca y coordinador de los Encuentros de Poetas Iberoamericanos que desde hace diecinueve años viene organizando el Ayuntamiento, a través de su Fundación Salamanca Ciudad de Cultura y Saberes. Precisamente, esta última, bajo su sello Edifsa, se ha encargado de publicar este libro de versos en homenaje al Quijote.
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-¿Sentiste la necesidad de publicar este libro porque se conmemoran los cuatro siglos de la muerte de Cervantes?
- Nunca tengo necesidad de publicar mis poemarios. La única necesidad que admito es la de escribir, pues la escritura poética es mi oxígeno imprescindible. Es más, este libro fue escrito hace dos lustros y ahora, gracias a la Fundación Salamanca, recién aparece editado haciéndolo coincidir con el 22 de abril, día del nacimiento de Cervantes. La siembra se hace en una estación, mientras que la siega se realiza en otra. Este era su Tiempo, como diría Eclesiastés.
-Por lo tanto entendemos que es un homenaje al Quijote
- Claro, pero un homenaje entrañado, una nueva creación partiendo de la órbita de los magnos ejemplos que se encuentran en esa enciclopedia que estimo mi segunda Biblia. Quise, teniendo el marco del XVI, situarme en el XXI y bajo la piel de mí mismo o de otros personajes de mi entorno más afectivo. Mi interés no era mimetizarme en los personajes creados por Cervantes, sino extrapolar su lúcida radiografía de la condición humana a nuestros tiempos, poco dúctiles para las utopías en torno a las causas justas. Pero ya sabemos que, cada tantas décadas, vuelven a aflorar sentimientos de rechazo ante el vasallaje que imponen los poderosos. No importa que se rían de quienes defienden causas perdidas, de quienes se desvelan por auxiliar a los más necesitados o desvalidos: del rescoldo anestesiado por las tecnologías y demás dependencias, surgirán nuevos quijotes y quijotas que seguirán ese peregrinaje o viaje de extrema fidelidad por unos ideales. Por ello el primer poema de mi libro dice (aquí el poeta abre su libro y empieza a leer, con su melódico acento): «No soy el enajenado sobreviviente disfrazado de risas/ ni el que se pudre en un escorial cualquiera/ dolido en la punta del cráneo/ escribiendo despreñadas palabras sobre la piel/ del gigante desfallecido que vestigia su peso/ si multiplicas tres dígitos del alma/ proceso y magnitud de la secreta estatura/ de los encantamientos cintilaciones fantaseos del lamedor de azafranes escudando fuegos/ de variados flancos omnívoros de honradez/ No me confundas no olvides mi costumbre vertical/ por muchas lunas sin meterme en un caja/ galopando chacachap trapp trapp chacachap/ con la última bandera que tartajea en el aire/ pretendiendo honor en vez de monedas lloviznadas/ en el propio enclave donde se oxigenan mis pulmones».
-Ahora que escucho tu lectura, ¿qué nos dices del lenguaje empleado?
- Tiene dos temperaturas o voltajes, pues en el libro se contienen veinte poemas de esta impronta, con múltiples interpretaciones posibles, y otros veinte textos de lectura más diáfana, aunque también de alcance profundo, si el entendimiento del lector traspasa su aparente sencillez. A Cervantes había que homenajearle con absoluta admiración, es cierto, pero además con un lenguaje poético que, sin ser absolutamente críptico, cundiera más y más tras cada lectura.
-En el pórtico o introducción resaltas tu condición de mestizo
- Pues sí, en todos los sentidos pero especialmente en lo cultural. Soy producto de inmigrantes españoles y brasileños llegados a la selva peruana, y tengo el trópico coloreando la mitad de mi corazón. La otra mitad es totalmente salmantina. Lo verde y lo amarillo, la piedra y el pequeño Tormes; las grandes selvas y los caudalosos ríos como el Madre de Dios y el Tambopata. Y también en la escritura, me nutro mucho de los clásicos pero me encanta pergeñar neologismos. Mucho de lo poco que pueda aportar, en cuanto al deleite por el idioma castellano, se lo debo a Casiodoro de Reina, el inigualable traductor de la Biblia al castellano, publicada en 1569 y en Basilea, porque era considerado un hereje, al huir de la Inquisición tras convertirse al protestantismo. Entre Casiodoro, con su Biblia del Oso en la versión de 1960, y Cervantes, por cierto un profundo conocedor y amante de la Biblia, tengo raciones suficientes para alimentarme hasta el fin de mis días.
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-Me parece encontrar más de una vez la figura de Cristo en tu reciente libro
- Es indudable, porque no tengo que ocultarlo de forma alguna. Si se quiere, también puede verse en el Quijote una porción de mi Amado galileo y la locura de la cruz como se mofaban de Él. Pero no soy nada original, pues también Unamuno, aunque en prosa y en su Vida de Don quijote y Sancho, hace entrar en comunión a Cristo y el Quijote. En definitiva, soy seguidor y admiro a los perdedores que siempre ganan, como Cristo o ese Quijote llamado Cervantes. Ninguna censura, ningún denuesto puede ni podrá con el inmenso legado de ambos, cada uno en sus respectivos ámbitos de nutrición para el espíritu del ser humano.
-Estuve en la rueda de prensa del poemario, y ya desde el principio he leído comentarios elogiosos al mismo, como el de mi amigo colombiano Juan Mares
- Juan Mares es un genuino poeta al que aprecio en grado sumo. También es generoso en su ensayo sobre mi librito. Hay que entenderlo, pues estimo que él es el verdadero Quijote de nuestra poesía, aunque esté por la lejana región de Apartadó. Agradezco lo suyo como lo que han escrito Omar Castillo, Amira Juri, Enrique Villagrasa, Albano Martins, Álvaro Alves de Faria o tus paisanos Alberto Hernández y Gabriel Jiménez Emán. También a otros excelentes poetas que me están enviando sus lecturas en torno a mis versos. Gracias a todos.
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-Finalmente, ¿qué nos dices de la pintura de portada firmada por Miguel Elías?
- Debería decir solamente que es uno de los mejores poemas que ha pintado hasta ahora. Pero añadiré que este poema-lienzo me ha venido acompañando al menos siete años. Lo guardé de toda mirada porque lo sentía mío, como al final ha resultado ser, al encajarse en perfecto connubio con mis poemitas. Es motivo de orgullo que la pintura-poema de Elías acompañe a mis versos: son dos lenguajes de un mismo poema y un mismo homenaje a Cervantes y a su indeleble Don Quijote.
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