El anhelo del retablo desaparecido
Peñaranda sueña con recuperar el esplendor que tuvo su iglesia antes del incendio de 1971
Cecilia Hernández
Jueves, 29 de octubre 2015, 11:13
En la noche del 7 al 8 de junio de 1971 Peñaranda de Bracamonte vivió uno de sus momentos más tristes. Un gran incendio destrozaba el 90% de la iglesia parroquial de San Miguel y los peñarandinos, que aquella noche se volcaron para intentar salvar a su iglesia, contemplaron con horror como las llamas hacían desaparecer un inmenso legado de arte y cultura. Sólo quedaron en pie los muros del templo y las grandes columnas de granito, combadas entonces y ahora a causa del terremoto de Lisboa de 1755. También se salvó la capilla de San Antonio, donde se guarda ahora la imagen del Cristo de la Cama, salvada in extremis del incendio y cuya ya de por sí fuerte devoción se duplicó tras aquellos hechos.
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La memoria popular, y los lamentos de quienes lo conocieron en todo su esplendor, recuerdan, sobre todo, al retablo central, obra magna del siglo XVIII salida de las manos de Esteban de Rueda y Sebastián Ducete. Pero hubo otros muchos elementos que se perdieron. Es el caso de los retablos laterales, dedicados a la Virgen del Rosario, a la Pasión, al Sagrado Corazón de Jesús y al Cristo de la Misericordia, conocido como Cristo de los Espejos, que también fue pasto de las llamas. También desaparecieron para siempre el coro, alto y bajo, incluidos el órgano y la sillería de madera, y la capilla bautismal a la que se accedía por una verja de madera y en la que se encontraba Jesús de Medinaceli. De las capillas laterales ya hemos dicho que se salvó la de San Antonio, pero nada quedó de la dedicada a Nuestra Señora de la Soledad, ni siquiera su espacio físico pues en la restauración de la iglesia se eliminó ese espacio, aprovechando para abrir una calle peatonal que conecta la plaza de Agustín Martínez Soler con la calle de la Luz Nueva.
Miguel Ángel Jiménez, estudioso de la historia peñarandina, elaboró hace unos meses un completo informe en el que se detallen estos y otros pormenores acerca del patrimonio perdido en aquella noche de junio de la que el año próximo se cumplirán 45 años. Entre las obras desaparecidas destacan varios cuadros y pinturas sobre tabla, así como buena parte de la orfebrería de la iglesia. Restos de imágenes rescatadas de entre las cenizas aún se pueden ver en el almacén de la sacristía. De allí salió, precisamente, el Cristo con la Cruz a Cuestas restaurado por la Cofradía de Jesús Nazareno hace un par de años y que provenía, en sus orígenes, del desaparecido convento de San Francisco, otra gran pérdida patrimonial para Peñaranda de Bracamonte.
Asimismo, los dos ladrones que acompañan en las procesiones de Semana Santa al Cristo de la Agonía, procedente de la ermita de San Luis, también proceden del material que se salvó de la parroquia y, de hecho, son obra del mismo Esteban de Rueda que talló el retablo.
Pero, como decíamos, si algo en especial echan en falta los peñarandinos que conocieron a la iglesia tal y como era, es el gran retablo central. Desde que la tecnología lo permite, han sido varias las iniciativas que se han puesto en marcha para traerlo, de un modo u otro, a la vida. Reproducciones virtuales, recreaciones a través de programas de imagen, reconstrucción de antiguas fotografías, todo ha sido válido para recuperar la memoria de lo desaparecido para siempre. Y en el aire siempre la intención, o el sueño, de recuperarlo, físicamente, de un modo u otro. La crisis económica postergó esos planes que ahora parecen revitalizarse, aunque en otro sentido.
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Opiniones encontradas
Y es que, como en todo, las opiniones son diversas. Así, existen los peñarandinos que desean ver un retablo en el hueco dejado por el anterior, donde ahora se puede contemplar un gran Crucificado, acompañado a su derecha por San Miguel Arcángel, patrón de la ciudad, y a su izquierda por una imagen de la Inmaculada Concepción. Esa es la parroquia que han conocido y aprendido a querer las generaciones nacidas tras el 1971, un gran templo que sorprende por su sencillez y sensación de vacío, aunque en los últimos años el impulso de la Hermandad de Cofradías ha intentado dar otro toque a la iglesia, al mismo tiempo que poner en valor algunas de las imágenes más reconocidas de la Semana Santa local.
Pero esa sencillez, como decíamos, no agrada a muchos, que pelean por conseguir un retablo que recuerde al quemado y que ofrezca una visión más clásica de la parroquia.
Aquí también varían las opiniones, que van desde aquellos que solicitan una reproducción del retablo de Esteban de Rueda perdido en 1971, a los que piden algo más moderno o se conforman con el traslado de alguna estructura de otra iglesia o incluso que se cambie de lugar el retablo de San Antonio, para dar valor al último legado que quedó de la iglesia perdida.
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Sin embargo, otros vecinos consideran que lo pasado, pasado está, y que hay que adaptarse a la fisonomía actual de la parroquia, aunque proceda de una desgracia como el incendio que la asoló. De ahí que se vea con buenos ojos proyectos como el presentado hace años por el pintor local Alejandro Mesonero, que consiste en crear dos grandes murales en los laterales del altar mayor, dedicado uno al Antiguo y otro al Nuevo Testamento. Pinturas que darían otro aire a la iglesia, menos vacío y más acorde con su espíritu de templo del XVI, cuando fue concebida prácticamente como una basílica. Aunque es un proyecto planteado desde hace tiempo, la crisis económica paralizó su puesta en marcha. Ahora se vuelve a hablar de esta posible solución creativa como un futuro probable si los peñarandinos lo desean para su iglesia.
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