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Un torero de profesión químico pregona para la Puerta del Desencierro

Participó en varias novilladas y en el Bolsín Taurino, donde le correspondió lidiar una ‘pepa’ de El Raboso

REDACCIÓN / WORD

Miércoles, 11 de febrero 2015, 12:51

Podría tratarse de un sueño, El Sueño de un niño, como Andrés Duque tituló ayer su pregón para la peña Puerta del Desencierro, pero lo cierto es que la historia que contó es tan real como la vida misma, la de un joven que quiso ser torero.

Natural de La Alberguería de Argañán, mostró este torero, químico de profesión, como un día de invierno llegó desde esa localidad de la comarca de Ciudad Rodrigo hasta la cabeza de partido en el «coche de línea». El relato de ese trayecto fue sumamente delicado y reflejó la sorpresa de aquel niño ante el que apareció la ciudad, «destacándose en el cielo con traza gloriosa y altiva las torres de Cerralbo y de la Catedral que, amarillas, se perfilaban inhiestas entre la masa sólida del recinto amurallado que oprime a la importante población con un abrazo entre cariñoso y amenazador».

Duque detalló en su relato calles, tiendas, bares y el momento de la tarde en el que llegó, por primera vez, a la Plaza Mayor de Ciudad Rodrigo convertida en coso taurino y en Fiesta, con mayúscula.

«Recorrió su cuerpo una fantasía de entusiasmo al ver torear toritos buenos con sentidas interpretaciones, el arte de torear pareció más puro en las manos de El Viti, otro torito se fijaba en los vuelos de la muleta de Pedrés cuando hacía el péndulo», explicó.

Todo aquello que vivió esa tarde, «auténtica y pura genialidad», supuso un cambio en su mundo, en concreto, Andrés Duque señaló: «la bonita historia de mi vida se inició un sábado de Carnaval».

El pregonero rindió homenaje a los Porteros Mayores que en este 2015 designó la peña Puerta del Desencierro. Apuntó que «el corredor de ley siempre vuelve a la calle, a la plaza o al lugar de costumbre: a su sitio» y que así es como lo hacían Ángel San Máximo López y Agustín Cruz Rojo.

Describió ese toreo en las calles como «toreo sobre las piernas este de Ciudad Rodrigo, en Carnaval, porque aquí se heredó primero el toro morucho que procede directamente del Bos Taurus Ibericus, que a su vez desciende del primitivo Uro, toro al que hubo que capturar, cargarlo o mancornarlo».

Pero continuando con la historia de ese niño, la vida le llevó de nuevo a Ciudad Rodrigo, donde estudió en el instituto Fray Diego Tadeo pues tal y como le anticipó su madre: «Hijo, si Dios quiere y aunque nos quedemos sin camisa tú irás a estudiar al instituto de Ciudad Rodrigo».

Allí también descubrió «la primera fase del amor que es como un juego de ajedrez: hay que mover peón y arriesgarse a que te coman una ficha».

De manera paralela, siguió participando en tientas, y en el Bolsín Taurino de Ciudad Rodrigo donde, en concreto, «le tocó torear en Cilloruelo, donde El Raboso, y saltó una pepa con dos pitones letales, lustrosa, gorda y más astifina que la madre que la parió; infundía pavor en cada embestida áspera, en cada resuello y, de milagro, el chico pasó la prueba del Bolsín», expuso.

Con el paso del tiempo, muchos se fijaron en él y en sus buenas maneras como torero y Santos Ortiz Caballero, conocido también por Santitos y María de la O, «vino a buscar al niño aquel, ya un muchacho, con su Mercedes viejo de color azul cielo, era un día tormentoso del mes de agosto».

Su destino era la localidad madrileña de Humanes de Madrid, donde participó en el festejo. Pero antes de llegar a ese punto, Andrés Duque describió, con suma delicadeza, los momentos vividos en la pensión de Encarna, antes de partir hacia la plaza.

«A aquel chico se le ha quedado en la memoria, en el recuerdo eterno, aquella escena a hombros de las gentes que le aupaban con alborozo y dijeron más tarde que interpretó el toreo verdadero, cogiendo el ritmo y el temple con facilidad para torear en mandones redondos, templados con exquisitez, ligados sin mácula; pletórico de gusto en los naturales e irreprochable de hondura al cargar la suerte y ligar los muletazos, que prendían en el aficionado sabio y en los legos también».

Ya en ese punto, en ese alboroto en Humanes de Madrid, aseguró que «pudo ver en sus caras la alegría de quienes con la mirada y la voz decían: Éste es uno de los nuestros», y ellos eran: Abraham Cid Jiménez, Orencio Sevillano, Agustín Casado, Timoteo Toribio Paz, Francisco Calzada, Jesús Calleja, Ángel Elías Cid y Andrés Iglesias Riche, «y entre la familia bolsinista se mezclaban Juan Manuel Criado, Pedrés y Patrocinio Benito Patro, el mayoral de El Rual al que el chico enamoró con su toreo desde el primer día que lo vio de muy niño», comentó el pregonero.

A todos esos nombres unió además los de Prieto, el fotógrafo que «plasmó el hecho magnífico y alucinante»; Alfonso Navalón, que lo escribió para el semanario El Ruedo; los curas José María Galache y Matías Castaño; Nati de Castillo, su profesora de matemáticas y «a El Titi y a Daniel El Magras, también se les vio».

Aunque no lo hizo él, en su presentación, Julián Sánchez recordó que este ingeniero químico ha ejercido como escritor taurino, «no le gusta la palabra crítico», en colaboración con plumas como la de Joaquín Vidal.

Por otra parte, «esa labor necesaria», la de acercar la fiesta a todos, también la desarrolló en el periódico Eguin, aunque en su momento, no exenta de polémica.

En el Teatro Nuevo Fernando Arrabal también se pudieron ver los rostros de personas que estudiaron con Andrés Duque, que a largo de los años han mantenido una amistad con él o que procedían de su localidad natal, La Alberguería de Argañán.

Hoy, los pregones llegarán hasta la Residencia Mixta Provincial, de la mano del vicario general de la diócesis, Tomás Muñoz; y al Centro de Día de Personas Mayores, con las palabras de José Manuel Jerez. Ya el jueves será el turno del Bolsín y el viernes, del pregón mayor.

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