El Real Valladolid encontró el valor de la victoria por encima de todo
Los de Pacheta tiraron de resiliencia tras el descanso y aprovecharon su calidad para marcar diferencias en un partido que «había que ganar como sea»
Toni Villa lo confirmó con sus declaraciones tras el partido «Hay que ganar los partidos sea como sea», dijo el murciano después de ... que el Real Valladolid certificase su victoria ante el segundo clasificado. Todo el partido del cuadro blanquivioleta en sí se puede resumir en una mítica frase que el Sabio de Hortaleza nos dejó como legado. «Hay que ganar por lo civil o por lo criminal», decía Luis Aragonés. Y así lo hizo ayer el Pucela. En un partido grande, de esos en los que se mide el valor de cada equipo, los de Pacheta encontraron un preciado don del que solo se tenía Gijón como precedente.
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Tras una primera parte nefasta, parecida a la primera media hora perpetrada en tierras asturianas, los jugadores apretaron para, tras un inesperado gol de El Yamiq, aprovecharon su momento para finiquitar el encuentro. Con la necesidad de dejar los tres puntos en casa y el respeto que merece uno de los aspirantes a ocupar una plaza en Primera el año que viene, el partido se comenzó a disputar cerca del minuto veinte. Hasta entonces, más bien poco de los de Garitano y poco menos que nada por parte de los locales. El técnico armero avanzó en la previa del partido que tenía un plan para asaltar Zorrilla. Y tan solo la falta de acierto y la resiliencia vallisoletana evitaron que lo hiciera.
Con cinco centrales y un marcaje específico e intenso sobre Roque Mesa y Aguado, el preparador visitante sorprendió al de Salas. Sin su centro de mandos, el Pucela entró en una barrena futbolística de balones largos que derivó en constantes pérdidas de posesión y una sensación de impotencia palpable en las gradas del José Zorrilla. Por su parte, un Pacheta hiperactivo no paraba de corregir y ordenar a sus jugadores mientras trataba de ajustar su equipo ante la nueva fórmula propuesta por Garitano.
Con los carrileros vascos percutiendo por banda, el Éibar generó superioridad en el centro del campo y con ella comenzó a hilvanar sus jugadas de peligro. Sin demasiado control sobre el esférico pero con claro dominio del juego, los visitantes dispusieron de hasta tres ocasiones claras de peligro que pudieron cambiar el desenlace del choque. Pero no fue así.
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Tras el paso por vestuarios y unos primeros instantes de la segunda mitad descafeinados, el Real Valladolid se vino arriba. En el descanso, el de Salas ordenó a sus dos laterales profundizar por los espacios que los extremos dejaron al meterse hacía el centro. Con este movimiento, los carrileros eibarreses dudaban en sus marcas, titubeos que utilizaron tanto Nacho como Luis Pérez para servir varios centros que trasladasen la inquietud de área. En esas, tras varios amagos de ocasión, un saque de esquina bien ejecutado por el 22 blanquivioleta lo mandó a guardar El Yamiq con un soberbio e imparable testarazo.
Con el gol, el rumbo del partido cambió y los de Pacheta, que sufrieron y se desesperaron en el primer acto, olieron la sangre. Lejos de arrugarse, el Éibar se estiró para buscar la igualada y, sabedores de la oportunidad, los buenos aparecieron. Con los de Garitano volcados, de nuevo Nacho, desde campo propio, lanzó una diagonal para iniciar el principio del fin del partido. Toni, que adoptó una posición más centrada, y Weissman que siempre ve en un balón largo la oportunidad de dañar al contrario, realizaron el mismo desmarque. Con inteligencia, el murciano se colocó por detrás y dejó pasar al israelí que, tras un control y un centro raso, asistió al lorquí para finiquitar el partido.
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Saber sufrir para asestar el golpe definitivo es una cualidad que otorga a su poseedor ventaja para lograr su objetivo sobre el que no es capaz de hacerlo. Ayer, el Real Valladolid demostró que, en esta nueva etapa de la temporada, ha adquirido una habilidad que, bien utilizada y sin abusar de ella, puede ser la llave del ascenso.
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