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Reinier celebra el primero de los tantos del Girona en la primera parte. Eddy Kelele

El Pucela paga su fragilidad atrás con una nueva derrota

Controla el partido y domina de medio campo hacia adelante, pero concede demasiado en su área y cae en el minuto 88. El árbitro escamoteó un penalti a Plata en el 54 con 1-1 en el marcador

Viernes, 9 de septiembre 2022

El Real Valladolid encajó su tercera derrota en cinco jornadas por diversos factores pero fundamentalmente por errores propios que tienen que ver con una fragilidad defensiva que a día de hoy descompensa la idea de juego que proclama su técnico, que en Montilivi llegó a tener al Girona contra las cuerdas y que sin embargo le condenó por no desplegar la contundencia que exige la categoría. Si es verdad que el fútbol se cocina en cada rincón del campo pero se cuece en las dos áreas, parece evidente que el Real Valladolid juega en inferioridad en la propia. No solo no hierve sino que le falta un grado de cocción para defenderse en la Primera División.

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El mejor ejemplo se escenificó ante un igual, también recién ascendido, que solo necesitó estar vivo en las dos áreas para llevarse la victoria y mantener su condición de invicto con el Pucela como visitante.

El equipo de Pacheta fue mejor con el balón en los pies, en intención de medio campo hacia delante, en control y posesión de balón, seguramente también en el Big Data, pero pagó muy caro su extraordinaria generosidad en área propia, con automatismos y marcas a distancia impropias del fútbol profesional.

Girona FC

Juan Carlos; Arnau, Santi Bueno, Bernardo (Manu Vallejo, minuto 59), Juanpe, Miguel; Oriol Romeu, Aleix García; Reinier (Toni Villa, minuto 74), Riquelme (Samu Saiz, minuto 59) y Taty Castellanos (Javi Hernández, minuto 92).

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Real Valladolid

Asenjo; Luis Pérez (Fresneda, minuto 28), Joaquín, Javi Sánchez, Olaza; Monchu, Roque Mesa, Kike Pérez (Aguado, minuto 76); Gonzalo Plata (kenedy, minuto 76), Anuar (Óscar Plano, minuto 46) y Sergi Guardiola (Weissman, minuto 6).

  • Goles: 1-0 (minuto 21): Reinier. 1-1 (minuto 38): Monchu. 2-1 (minuto 88): Oriol Romeu

  • Árbitro: Soto Grado, del comité de La Rioja. Amonestó a Anuar y Roque Mesa por los visitantes.

  • Incidencias: Partido correspondiente a la quinta jornada de Primera División, disputado en el estadio Montilivi con 10.053 espectadores.

No será esta semana la última vez que a Pacheta le toque dosificar sobrecargas por tener que jugar dos partidos en la misma semana, y en la primera oportunidad movió cuatro piezas sin perder el equilibrio del 4-3-3. Cambió íntegra la banda izquierda para dársela a Olaza y Anuar -el tándem de la segunda parte en el Pizjuán-, rotó en la medular ocupando Monchu el puesto de Aguado, y devolvió la titularidad a Plata a costa de sacrificar el impacto que causa Iván Sánchez en los partidos.

Sobre el papel, mismo dibujo e idéntica intención (también con el cambio, obligado por lesión, de Weissman por Guardiola a los cuatro minutos). Sobre el tapete, la apuesta devolvió un Pucela mandón y reconocible con el balón, pero desconcertante sin él. No sorprendió, por lo tanto, que el Girona entregara sin remilgos la posesión y se dejara querer, replegado atrás, a la espera de lanzar tras pérdida a sus dos extremos, Riquelme y Reinier. Al equipo de Míchel no le importa correr cuatro-cinco minutos detrás del balón o persiguiendo sombras porque en segundos es capaz de montar una contra o llevar el balón a una de sus bandas, principalmente la izquierda.

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Esa lección la llevaron bien aprendida los de Pacheta, que no lo permitieron pese al sufrimiento y sacrificio que generaron los arranques de los puntas. Minimizada la velocidad, hubo de ser un error de manual -un despeje de Roque Mesa ¡orientado al centro!- el que rompiera la igualdad. Ese balón que debió recoger el meta Juan Carlos al lado del palo lo recuperó Aleix García a dos palmos del área de Asenjo, lo llevó hasta la línea de fondo y burló a Joaquín -temeroso a tres metros de la marca- para encontrar con el pase de la muerte a Reinier, liberado de la marca de Kike Pérez. El toque sutil del brasileño al palo contrario puso el 1-0.

Ecuador del primer asalto y el Pucela purgaba las veleidades de sus centrales. Todo lo serio y disciplinado que se mostraba de medio campo hacia adelante tenía su contrapunto atrás, inseguro, dubitativo y falto de contundencia.

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Pecados veniales en Segunda, pero fatales en Primera, donde se penaliza el más mínimo despiste.

La mejor noticia con el marcador en contra fue que el gol ni intimidó ni modificó un ápice el plan blanquivioleta. Siguió jugando dos partidos a la vez -uno con balón ganando metros y otro sin él, indeciso corriendo hacia atrás-, y porfió para que pesara más el primero de ellos. Continuó llevando el balón a las inmediaciones del área contraria y en una de esas Monchu se sacó un zurriagazo desde 40 metros que sorprendió a Juan Carlos y a todo el estadio.

El golazo -que no quiso celebrar por la insustancial ley del ex- devolvió la cosas a su sitio, con el partido ahora en una inercia positiva para el Real Valladolid que aprovechó para generar dos claras ocasiones de peligro. Ambas con Plata como protagonista; la primera con un liviano remate de cabeza que por posición pudo inquietar más de lo que inquietó al meta local, y la segunda con un mal control que le escoró más de lo debido y acabó en córner.

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Con el partido en vestuarios, los únicos contratiempos que lamentar -error en el gol al margen- eran las dos ventanas empleadas por lesión de Guardiola (Weissman) y Luis Pérez (Fresneda, que completó un muy buen debut en la Primera División con el único lunar de perder la marca en el segundo tanto).

No era necesario cambiar de plan. Con superioridad en el centro del campo, el control estaba garantizado. Y con esa premisa, el campo iba a seguir desnivelado hacia los intereses blanquivioletas -solo el cambio de Míchel de tres a dos centrales modificó algo el guion-. De hecho, mientras el Girona insistió en su línea de cinco, las ocasiones cayeron de lado visitante. Hasta tres rondaron el gol.

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Una con un penalti clamoroso a Plata que Soto Grado pasó por alto -Jaime Latre no le quiso llevar la contraria desde la sala VOR-; la segunda, en una triangulación al primer toque que mereció el premio del gol tras pase picado de Fresneda a Kike, taconazo de este, y dejada de espaldas de Weissman para el disparo de Monchu; y una tercera en las botas del balear, cuyo tiro silvó muy cerca de la cruceta.

Corría el minuto 71 cuando llegó el apagón. Más de una hora de control que se iba a ir por el desagüe sin más explicación que los movimientos de pizarra de Míchel... y la lágrima constante en la que vive el Pucela cuando el partido pasa por la puerta de sus centrales.

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La entrada en el campo de Manu Vallejo llevó a Bernardo al banco y al equipo de Pacheta a la desesperación por culpa de un puñado de balones aéreos rematados sin marca. Suerte hubo que los dos primeros cayeran en la cabeza de Taty Castellanos, y mala fortuna que el tercero encontrara a Santi Bueno en el segundo palo -de nuevo completamente solo- y que este prolongara al primero donde Oriol Romeu solo tuvo que empujar a la red.

Era el minuto 88 y el Girona, ausente hace un año en el balón parado, acababa de extraer oro molido de una acción de estrategia, tan valiosa en partidos parejos.

En anécdota había quedado en ese último cuarto de hora la entrada de Kenedy, quien paradójicamente se movió en banda derecha pese a haber llegado para reforzar una izquierda famélica tras la marcha de Toni y Hugo Vallejo.

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