Trilli se lamenta tras anularse su gol, con Garri y Xavi Moreno aún celebrando. A. Mingueza
Gambetas largas

Mucha pasión y poco fútbol

Almada sigue estampando su sello. El sacrificio no se negocia, pero al Pucela le faltó calidad y claridad para escapar del cero. Mucho trabajo por delante

Sábado, 30 de agosto 2025, 22:05

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Preparados, listos... el fútbol es pura presión

El Real Valladolid arranca los partidos, cuando el rival da la primera patada desde el círculo central, en la posición del velocista que entierra la ... zapatilla en los clavos de salida justo antes de afrontar los cien metros lisos. Hincha el pecho, aprieta los cuádriceps y cuando suena el silbato sale como si la primera carrera fuera la última del partido. Así acogota al rival. Y en ese escenario de presión máxima, asienta un dibujo, que sujeta la pizarra con el césped encogido antes de que el contrario pise las posiciones defensivas del Pucela. El camino hacia la victoria recorre su primer milímetro en este tránsito hacia la asfixia del fútbol del adversario, pero el cuadro castellano se obturó en la evolución ofensiva de su planteamiento. Bien en el esfuerzo, lento y espeso en el primer pase, en el segundo movimiento, y nulo en la finalización. Por eso, la pasión se escapó por el desagüe de las imprecisiones cuando el balón besó la bota blanquivioleta.

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Almada, ese hombre de gesto entre tenso y compungido

Cuando Guillermo Almada sonaba como técnico del Real Valladolid, aparecía con un porte de dandy sudamericano, con percha y planta. Fue pisar Zorrilla y se le escapó parte de la cubierta, el rostro se le afiló y cambió su pose de frac por el atuendo de un currante que se exige sin descanso y no deja un milímetro de respiro a sus futbolistas. Le pega más el chándal que la americana. De su actitud brota el esfuerzo colectivo, la solidaridad y el emprendimiento que cincela el Real Valladolid en cada partido. Almada posa con gesto tenso, el verbo exigente y a veces la mueca compungida cuando sus jugadores escatiman un esfuerzo o equivocan un pase fácil. El técnico uruguayo escapa del artificio, siente, ordena y educa con la misma pasión con la que vive el fútbol. No sé si le saldrá bien, mal o regular, pero su honestidad se percibe en cada alineación que escribe en su libreta.

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Alejo encarna el sentimiento y la pasión del Pucela

El Real Valladolid ha cambiado el postureo por la realidad. El mensaje, vacío de contenido y lleno de ficción, ha pasado a mejor vida. La historia pesa de verdad y el club, desde los copresidentes hasta el utilero, escribe el guion con el mismo tipo de letra. Y en este viaje hacia la verdad del sentimiento blanquivioleta, aparece la figura de Iván Alejo, que siente cada partido como si fuera el último. Ríe en la victoria y luego se emociona, se vacía sobre el verde, festeja un despeje, abraza la asistencia de gol, mete comba a todos sus centros, se adapta a la posición de lateral, aunque se ve más cómodo sin tanta responsabilidad defensiva. Es el capitán en la sombra. El canterano que nunca perdió de vista el blanco y el violeta a pesar de su exilio. Y de su compromiso, de su actitud, brota la unión del vestuario. Almada necesita once Alejos.

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Los cambios cambian el dibujo, pero llegan tarde

Almada tiene un debe en su lectura de los partidos. Siempre llega tarde. En algunas ocasiones le sale bien, porque el marcador le ayuda, pero en otras, como ayer, le sepulta la eficacia. El entrenador uruguayo estuvo lento para mover el banco. Sus tres primeras variantes llegaron inmaculadas porque el colegiado anuló el tanto del Córdoba. Diez minutos antes, mejor. Después del inmovilismo, se atrevió con el cambio de dibujo y metió a Chuki con Latasa en la vanguardia. Garri, recién estrenado, se dejó caer a un costado y el fútbol evolucionó con ambición, pero sin precisión. Las sustituciones aportaron energía, pero al fútbol se gana con calidad y acierto. Y en este envite, el Real Valladolid estuvo gris. Ponceau intentó aplicar creatividad, aunque está lejos de su mejor versión. Le falta recorrido. Tiempo al tiempo.

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Bienvenidos a la áspera Segunda División

Cualquier competición representa una carrera de fondo, una maratón donde el muro no llega en el kilómetro 32, sino en el primer metro, en la primera zancada. El Pucela salió airoso de los dos primeros retos y asentó su estreno con pleno de puntos. La Segunda División es lo más parecido a una tortura. Cualquier oponente te mete en problemas. Da igual el escenario. Zorrilla era un fortín, pero llegó el Córdoba, bien ordenado, y al Real Valladolid se le fundieron los plomos en ataque. Bien en defensa, en la presión, en el compromiso. Pero sin oportunidades claras, sin esa eficacia que le regaló los dos primeros triunfos ligueros. Un punto siempre es un buen botín en una carrera de fondo, pero cuando el empate llega en tu estadio, la sonrisa se transforma en un leve gesto de alivio. Queda mucho recorrido por delante. Al equipo de Almada le sobra fuerza y le falta tino.

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