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Tres momentos puntuales acaecidos a lo largo de la primera mitad marcan una de las peores imágenes –si no la peor– dejadas por el Real ... Valladolid a lo largo de su singladura en la máxima categoría del fútbol.
Que a los 53 segundos hayas encajado el primer tanto o que a los 37 minutos ya lleves tres goles puede parecer insuperable, aunque no tanto si eres consciente de que diez minutos después, y casi finalizado el periodo a jugar, Martín se autoexpulsa mediante una acción cargada de impotencia, frustración, rabia y poca sabiduría deportiva para conseguir superar el momento. No son los tres goles en sí, sino la forma en la que se encajan; no son los dos centrales, que ni lo son ni probablemente lo serán en un futuro, ni las posiciones de Sylla, Sánchez o Moro, o la invisiblidad de Nikitscher o la debilidad extrema de una línea defensiva que no puede cotizar en videojuego alguno. No es comprobar que tan solo Latasa y Ferreira ocupan posiciones coherentes porque eso significa otorgar que el resto es muy cuestionable e imposible de soportar una ortodoxia táctica.
Una primera mitad que vino a preludiar un segundo acto con actores diferentes puntuales mientras nos ofrecía el debut de Henrique en el lateral zurdo y el cambio semanal de lateral diestro según protocolo.
Cuarenta y cinco minutos para olvidar los 'cómos' y obligadamente reflexionar en los 'porqués' ahora que todo se acerca al final de una etapa tan desdichada como inmerecida.
Un tiempo que vino a desembocar en el insólito espéctaculo de jugadores en el banquillo llegando casi a las manos en un delirante combate.
Con todo y con ello, la principal preocupación del aficionado, es ver como este equipo se deshace como un azucarillo al tiempo que deja una imagen tan lamentable como difícil de asimilar; algo que en el corto tiempo se me hace difícil aceptar que sea capaz de revertir.
Y se deshace porque nada de lo hecho desde que terminó la pasada temporada tiene consistencia; y no la tiene porque nada tiene lógica y los que tenían que aportarla junto al razonamiento más elemental, son legos en este deporte.
El ser un auténtico fenómeno en el terreno de juego, no te da pedigrí para repetir las hazañas en el despacho, por mucho adjunto o asesor que te acompañe; algo que viene a agravarse, si el que lo hace de forma más directa aquí, entre los 245 asalariados que «soporta» el club –perdón, la S.A.D.– sigue «en periodo analítico» a día de hoy; así pues, ¡por el análisis a la parálisis, Don Domingo! que ya ve usted que es ahí donde nos encontramos totalmente instalados
¡Qué falta de sentido y qué atropello a la razón! que versionó Santos Discépolo en su legendario tango 'Cambalache', qué espectáculo tan lamentable el del campo y el del banquillo y que forma tan insuperable de agraviar a una afición que lo viene dando todo tras despreciar su periodo analítico y decidir abonar el carnet porque los colores son sagrados y no se gestionan dudas. Una lástima que tras el final del partido, con toda la plana mayor reunida en el vestuario, templando ánimos, no se haya podido escuchar la voz del presidente imponiendo cordura. Una pena.
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