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Leticia Dolera, en el hotel Urso de Madrid. Víctor Lafuente

Leticia Dolera

Directora, creadora y actriz
«A un niño de 14 años nunca le darías cocaína, pero le das un móvil»

Estrena este miércoles en HBO Max 'Pubertat', un serie de seis capítulos que sigue los pasos de un grupo de adolescentes acusados de agresión sexual

Iker Cortés

Madrid

Miércoles, 24 de septiembre 2025, 00:54

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Leticia Dolera (Barcelona, 43 años) ha llevado «con cierta melancolía» eso de no poder echar mano del chiste, como hiciera en 'Vida perfecta' o 'Requisitos para ser una persona normal'. Pero es que en 'Pubertat', la serie de seis capítulos que HBO Max estrena este miércoles, hay poco espacio para la sonrisa. La ficción explica cómo una denuncia de agresión sexual que afecta a tres adolescentes de una 'colla castellera' acaba rompiendo la armonía de la comunidad y diviendo a las familias en una serie que conecta de lleno con 'Adolescencia'. Creadora, directora y actriz –da vida a la feminista madre de uno de los acusados–, Dolera vuelve a mostrar su buen pulso para confeccionar un drama familiar abierto al debate.

-¿Cuáles fueron los pasos hasta llegar a 'Pubertat'?

-El proyecto surge en realidad hace siete años, en la sala de montaje de la primera temporada de 'Vida perfecta', en una conversación que yo tengo con Oriol Maymó, mi productor. Empezamos a escuchar de algún caso y a los dos nos removía mucho esto. Pensábamos, por un lado, hasta qué punto los padres eran responsables de que hubiera pasado, hasta qué punto los padres gestionan mal este tipo de situaciones, porque se cierran en banda solamente a defender a su hijo, que es algo muy humano, por otra parte. Y, luego, hasta qué punto incluso un chaval adolescente podía tener la confusión de dónde acaba el juego y la exploración propia de la edad y dónde empieza el abuso. Así que, tres o cuatro años después de haber terminado la segunda temporada de 'Vida perfecta', empecé a desarrollar 'Pubertat'. Esto es, hace unos cuatro años.

-Pasa de la comedia, que dominaba sus anteriores proyectos, al drama. ¿Cómo lo ha llevado?

-Pues con cierta melancolía, porque había días en los que echaba de menos la búsqueda del chiste, de la ironía, de ese tipo de juego. Pero claro, la historia no permitía que hubiera comedia. Hay un poquito de comedia donde he podido permitírmela, pero realmente es que es un drama y es un drama familiar.

-Es lo primero que escribe en catalán y la ficción se desarrolla en una 'colla castellera', una agrupación de castellers. ¿Cómo se le ocurrió?

-Pues mira, cuando ya tengo clara la historia que quiero contar, empiezo a pensar en que quiero enmarcarla en el ámbito de la cultura popular porque es una forma de, a nivel metafórico, mostrar esa tensión entre tradición y progreso. Y empiezo a pensar dónde podría ser. Llegué a pensar en Semana Santa, en Las Fallas, en un montón de sitios. Pero cuando di con la figura del 'castell', ya no la pude soltar porque de pronto sentí como una emoción y que además era, en cierto modo, una forma de volver mi propia pubertad, aunque yo no he hecho 'castells' en mi vida. Pero la metáfora castellera sí que era perfecta, incluso a nivel visual. La base de un 'castell' tiene que estar bien formada, o si no, el 'castell' no se levanta. Los adultos son los que ocupan el tronco del 'castell', por el cual tienen que subir los niños. Es decir, para que los niños puedan subir, tienen que apoyarse en los adultos. Y si no hay confianza, el 'castell' se cae. Entonces, a nivel metafórico, ya no solo para la propia historia, sino para hablar de una comunidad que se enfrenta a un conflicto, era como muy bonito y muy poético.

Leticia Dolera, en una céntrica calle de Madrid. Víctor Lafuente

-El peso de la serie recae en los cuatro chavales. ¿Fue muy complejo dar con ellos?

-Fue un proceso de casting muy largo, de un año. También es verdad que lo hicimos con Irene Roque, que es una de las mejores directoras de casting que tenemos. Y lo que nos pasaba a veces es que algunos chavales crecían durante el proceso y ya no podían seguir porque les cambiaba la voz o pegaban el estirón. Y yo tenía muy claro que quería que los niños parecieran niños. No quería a actores de 15 años interpretando a niños que tienen 13 o que tienen 14, porque ya no es lo mismo. Hay un momento en el que cuando empiezas a hacer el cambio físico más visible, ya ves más al chaval que será adulto, que al niño. Y los 13-14 es esa edad bisagra, tan de plastilina, tan vulnerable, donde realmente ves al niño, pero también ves al adolescente que se está empezando a forjar.

-¿Cómo ha sido trabajar con ellos? Porque hay secuencias de mucha intensidad y emoción.

-Claro, además era la primera vez que interpretaban. Solo dos de ellos habían recibido clases de interpretación antes, los otros dos no, y nunca habían trabajado en un rodaje. Entonces ha sido un viaje muy intenso y muy bonito. Ya el proceso de casting fue largo: cada niño pasó por muchas pruebas antes de ser seleccionado. De hecho, también se habló con los padres en un momento del proceso para contarles bien la historia y que ellos también valorasen si sus hijos estaban preparados psicológicamente, emocionalmente, para abrir este marco. Entonces les hicimos charlas sobre consentimiento, sobre prevención de abusos sexuales. Nos los llevamos un fin de semana a una casa rural donde les hicimos un taller de interpretación. Estuvimos conviviendo. Les quitamos los móviles...

-¿Se dejaron?

-Esto fue muy interesante (risas). Porque uno de ellos me dijo, pero ¿qué haremos sin el móvil? Y yo, pues hablar. Y por la noche, que ellos no lo saben, fui a espiarles para ver qué pasaba, y estaban jugando. Al no tener los móviles, se inventaron juegos y me lo contaron todo por la mañana. Eso fue muy bonito. Hubo un proceso de ensayos como de un mes, muchos ejercicios de coger confianza con las familias, con los actores que hacían de sus padres y madres, para que realmente te creyeras a esas familias. Todo, mientras yo, además, localizaba. Bueno, no era todos los días ensayar, porque ellos iban al cole y ensayaban fuera del horario escolar. Y fue muy bonito ver el crecimiento. O sea, como del primer día de rodaje al último, habían pegado un salto brutal. Y luego, una cosa muy interesante que yo viví con ellos, fue que, realmente, con un chaval de 13-14 años, si lo coges y le hablas, teniéndolo en cuenta, viéndole como ese niño que empieza a ser adulto, que se empieza a hacer preguntas, que tiene una opinión propia, que está generando él mismo su propio pensamiento, si tú te diriges a ellos entendiendo que eso está pasando, dándole valor a su opinión, a lo que ellos sienten, es muy interesante: puedes tener conversaciones y abordar el trabajo de escenas complicadas, como las de la serie, de una manera muy nutritiva para ambos.

«Una mirada tierna y humanista»

-Decide apuntar, que no mostrar, la agresión sexual, ¿por qué?

-Hombre, porque yo no quería generar ninguna imagen, y mucho menos con menores, que fuera susceptible de acabar, primero, en una web de pornografía, y además quería protegerles también. Porque una cosa es que hablemos de sexualidad y que interpreten según qué escenas, y otra cosa es que se vean según qué cosas. Yo eso lo tenía clarísimo, quería cuidarlo mucho. De hecho, también esa mirada tierna con todos los personajes y con la historia, siendo una historia que es conflictiva y que es difícil, y que es compleja y dura por momentos, sí que está tratada desde una mirada tierna y humanista. Igual es muy grandilocuente decir humanista, pero sí, hay cierta ternura y cierta mirada luminosa.

-De fondo, pero como impregnándolo todo, está esa masculinidad tóxica que se ve en el personaje del padre, al que da vida Xavi Sáez, pero también en ese abuelo encarnado por Lluís Marco. Va calando sin que nos demos cuenta, ¿no?

-Sí, es que la masculinidad es una herencia. Bueno es que creo que la masculinidad es tóxica, es un corsé, y es ese. Igual que la feminidad es otro. Al final también la serie habla de la herencia en las familias, esa herencia psicológica que se transmite de patrones, de comportamientos, y se transmite de generación en generación. Y aquí hay un patriarca muy fuerte, muy duro, que representa esa masculinidad dura, que no expresa sus sentimientos y sus emociones, y que es siempre el más fuerte, el más todo, el líder, el que provee a la familia. Y se ve cómo eso es un peso para el personaje de Xavi Sáez, y un peso que no logra sostener el nieto, el tercero en la generación. Entonces, sí, quería también hablar de eso, de la familia y del legado y de lo que pasa, esas cosas que se transmiten casi sin saberlo, no de forma consciente.

Tres fotogramas de la ficción. Quim Vives
Imagen principal - Tres fotogramas de la ficción.
Imagen secundaria 1 - Tres fotogramas de la ficción.
Imagen secundaria 2 - Tres fotogramas de la ficción.

-La serie llega en un momento en el que el discurso machista de Vox cala entre los jóvenes varones. ¿Cómo hemos llegado a estos extremos?

-Ya, bueno, igual eso daría para un ensayo o varios. Pero, claro, por un lado, esta adicción a las redes sociales y a las pantallas no favorece el pensamiento crítico ni el pensamiento complejo, sino todo lo contrario, favorece el pensamiento de estímulo corto y satisfacción inmediata. También el algoritmo favorece la trinchera, el conmigo o contra mí. Ese axioma es falso, no tienes por qué ser el contrario. Por otro lado, este sistema capitalista de cada vez trabajar más porque la vivienda es más cara, porque la sanidad pública está cada vez peor... Cada vez trabajar más para ganar más. ¿Para qué más? No sé para qué más, pero no para pasar más tiempo en familia. La pérdida de valor de la cultura y de la educación también es otro motivo. Parece que hay un cambio de paradigma en cuanto a los valores y que los valores son tener más seguidores o llevar más cosas de marca que otro tipo de valores que seguramente te harían mucho más feliz a largo plazo.

-¿Usted sería partidaria de, por ejemplo, prohibir el móvil a los chavales hasta que cumplan 18 años?

-No sé cuál sería la solución perfecta. Sí que pienso que tú a un niño de 14 años nunca le darías cocaína, y, en cambio, le das un móvil. Sabemos ya por la neurociencia y porque hay mil artículos y estudios que los móviles generan ese tipo de adicción y que generan adictos y personas dependientes, que producen ansiedad, que crece la depresión entre adolescentes y que esa depresión está muy vinculada al uso de los smartphones y de las redes sociales. Lo sabemos, lo leemos en titulares y se comenta y se dice ¡ay, qué fuerte! Pero habrá que legislar de alguna manera, ¿no? Claro que sí.

«Cuando me preguntan por 'Adolescencia' yo digo que, bueno, 'Pubertat' no te va a dejar ese pozo amargo, de desesperanza. Al revés, creo que te va a dar un poquito de luz sobre estos temas»

-A diferencia de 'Adolescencia', 'Pubertat' tiene una mirada, como decía, luminosa y eso es porque plantea la reparación de las víctimas.

-Bueno, eso surgió en el proceso de documentación. De hecho, en mi primera biblia no estaba, pero cuando me empiezo a documentar, cada vez más y más, veo la herramienta tan increíble que tenemos en el ámbito judicial y extrajudicial y entiendo que tiene que haber una manera para que yo, en esta serie, pueda mostrar esto, porque es demasiado potente. Y bueno, sí que es difícil y es complejo este asunto, pero también muchas veces no nos paramos a pensar en qué necesita la víctima. Porque a lo mejor que tu agresor esté en la cárcel cinco años no te repara. Por eso cuando me preguntan por 'Adolescencia' yo digo que, bueno, 'Pubertat' no te va a dejar ese pozo amargo, de desesperanza. Al revés, creo que te va a dar un poquito de luz sobre estos temas.

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