'Entrepreneurs': entre pijos anda el juego
El desarrollo personal y empresarial produce monstruos. Los cuentistas se reproducen por esporas y el dúo cómico Pantomima Full sabe cómo tratar el preocupante fenómeno en su primera serie para Disney
Quién les iba a decir a los Pantomima Full, a Roberto Bodegas y Alberto Casado, que unos videos que grabaron casi por casualidad para promocionar ... un show teatral iban a suponer, tiempo después, la apertura de las puertas de Disney. Todo empezó cuando el dúo cómico estrenó una obra, escrita por ellos mismos -trabajaban de guionistas en televisión, hace casi una década-, en el Teatro Alfil de Madrid. Se les ocurrió realizar unas piezas cortas para Internet, sin un concepto claro, que derivaron en el sello de la casa. Poco a poco fueron afinando el sentido de los cortos, olvidándose de su carácter promocional, creando una fórmula que acabó viralizándose por obra y gracia de las redes sociales, perfilando un sentido del humor que, dos lustros después, les ha situado en un lugar privilegiado en el mapa del entretenimiento. Algunos videos polémicos engrandecieron su éxito. Es decir, su número de seguidores online. El esquema es sencillo: a partir de un tema de actualidad, Bodegas y Casado le sacan punta con todo el sarcasmo del mundo, centrándose generalmente en un sujeto que, lejos de comerse el mundo, aunque es la imagen que pretende dar, es un auténtico perdedor. Carne de Internet. La decadencia de Occidente.
Todos los iconos imaginables de la modernidad han pasado por el bisturí de Pantomima Full. Parodiar determinados roles de actualidad es su punto fuerte, desde el criptobro al coach o esa pareja aburguesada que realmente está «hamburguesada». Nada es lo que parece en las redes sociales. El baño de realidad se enfatiza en los videos a través de varios rótulos que citan con gracejo lo contrario a lo que vemos. Con esta receta, dando un paso adelante de manera natural, ha nacido 'Entrepreneurs', la primera serie escrita y dirigida por Bodegas y Casado, la excusa perfecta para reunir a varios de sus perfiles de emprendedores de postal en un mismo hábitat, en este caso un co-working donde conviven varios especímenes abofeteables, empezando por el supuesto rey del mambo, un niño de papá que se gasta la fortuna de su familia antes de heredarla en el mantenimiento de un negocio absurdo que se nutre de una flora y fauna irritante. Este es el principal reclamo de la propuesta, una colección de individuos que dan vergüenza ajena a cualquiera que tenga dos dedos de frente. El problema es que te pueden caer tan rematadamente mal que, como espectador, estás deseando que les pase algo horrible en cada episodio -de un total de diez-, pero los guiones se empeñan es describirlos como tipejos entrañables que no son conscientes de sus taras. Viven en una realidad paralela digna de ser arrasada por toneladas de napalm. No pueden ser más tontos y desesperantes. A la civilización, tal y como la conocemos, le quedan dos telediarios.
Egos y gasolina
'Entrepreneurs' puede degustarse sin prejuicios, claro, aunque no es fácil. Si colocaran a todos sus protagonistas en una rueda de reconocimiento, como en 'Sospechosos habituales', con la posibilidad de poder lanzarles piedras, la famosa escena de lapidación de 'La vida de Brian' se quedaría corta. Empezando la carnicería por el pijo al que le sale el dinero que no es suyo por las orejas, interpretado por Bodegas, o el vendehúmos que tiene por socio, un charlatán de manual que se ha abierto camino a base de engañar al personal y plagiar una de las ponencias motivacionales de Steve Jobs, encarnado por Casado con aires de coach cochambroso pagado de sí mismo. Aficionado a imaginar absurdas frases de taza de Mr. Wonderful, lo suyo es creerse el gurú de una secta casposa de emprendedores de saldo. A su lado respiran sin cagarse encima una representante de influencers de medio pelo, a quien pone rostro Victoria Martín, la mitad de Living Postureo y el podcast Estirando el chicle, y un fotógrafo pretendidamente moderno que se ve entre la espada y la pared cuando le sale un trabajo para inmortalizar botes de legumbres con fines publicitarios. El argentino Juan Grandinetti, visto en 'Competencia oficial', lo clava, al igual que Aníbal Gómez, el 50 % de Ojete Calor, ejerciendo de no se sabe qué, aparte de pretender motivar a los demás desde su posición de patético infraser de vida gris y abotargada. Cierran el círculo de ricos que piden a gritos ser canibalizados Aura Garrido y Gonzalo de Castro, la hermana y el padre del amo del co-working respectivamente, un viejoven mimado que está más pendiente de poner temazos en la oficina para amenizar la jornada, cual DJ en paro, que de dar un palo al agua. Poco o nada se trabaja en el negocio, a punto de quebrar por falta de seriedad. Su premisa es salir de la zona de confort, pero, más que huir del sistema, abrazan lo peor del mismo, en un mundo de apariencias, enchufismo y egos estratosféricos. Sobra tontería y faltan dedos de frente.
En este ambiente apocalíptico, real como la vida misma, discurren los guiones de 'Entrepreneurs', cuyo primer capítulo comienza con un video marca Pantomima Full, similar a las piezas que les vieron crecer, para que quede claro por dónde van los tiros. El formato sitcom, con 25 minutos de duración por entrega aproximadamente, permiten dar rienda suelta a la acumulación de ideas sarcásticas sobre el ridículo comportamiento humano. Puede llegar a ser duro ver tanta estulticia. A veces la risa se congela ante la posibilidad de vernos retratados, o a algún colega cercano al que hay que dar de comer aparte. El desarrollo personal y empresarial produce monstruos. Menos cuentistas y más cuentacuentos. Produce Pokeepsie Films, la compañía comandada por Carolina Bang y Álex de la Iglesia, que firma la dirección de los primeros capítulos.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión