Sandra Ámez, presidenta del Consejode la Juventud de Castilla y León
«Vivir con nuestras familias no es una elección, es la única salida»Alerta de que la precariedad laboral y los alquileres altos frustran la emancipación, incluso en una provincia donde el acceso es más asequible que en el resto del país
«Nos encanta vivir con nuestras familias, dicen, pero realmente es la única opción que nos queda para poder acceder a una vivienda». La frase ... de Sandra Ámez, presidenta del Consejo de la Juventud de Castilla y León, resume el sentir de toda una generación que, pese a los precios moderados de provincias como Palencia, sigue sin poder dar el salto a la independencia.
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La capital palentina es una de las pocas ciudades españolas donde todavía resulta posible pasar del alquiler a la compra con un esfuerzo de ahorro razonable. Entre uno y tres años para reunir la entrada de una hipoteca al 80% en función si se vive con los padres o de alquiler, frente a los diez años de media nacional.
Pero esas cifras, que sobre el papel parecen alentadoras, chocan con la realidad que describe Ámez: «Al final todo depende de la capacidad adquisitiva, y la nuestra es muy baja. Si optas por emanciparte, ya sea compartiendo habitación o en un piso completo, acabas destinando entre el 50 y el 70 % de tu salario al alquiler. Y eso sin contar el coste de los suministros», sostiene.
«El 47% de los jóvenes ahorra menos de 100 euros al mes y otro 43% tiene que tirar de ahorros previos»
El Observatorio de Emancipación Juvenil, que coordina el propio Consejo, sitúa el salario medio de los jóvenes castellanos y leoneses en unos 1.140 euros mensuales, lo que deja poco margen de maniobra. En Palencia, según el Consejo, el coste medio del alquiler ronda los 656 euros, lo que obliga a destinar casi la mitad del sueldo a la vivienda. «Si a eso sumas la luz, el agua o la comida, es imposible ahorrar. El 47% de los jóvenes ahorra menos de 100 euros al mes, y otro 43% tiene que tirar de ahorros previos», detalla Sandra Ámez.
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En su opinión, el contraste entre la viabilidad económica de Palencia, una ciudad con precios medios de 1.500 euros el metro cuadrado y un mercado estable, y la precariedad laboral de los jóvenes dibuja un panorama de oportunidades truncadas. «Sí, Palencia puede presumir de ser una capital donde comprar casa aún es posible, pero ¿quién puede permitírselo con estos salarios y con contratos temporales?», se pregunta Ámez que responde con los datos del último informe del Observatorio: el 67 % de los contratos firmados por menores de 30 años en Castilla y León son temporales, y más de la mitad de los jóvenes trabaja a tiempo parcial o está sobrecualificado. «No se trata solo del precio de la vivienda, sino de un modelo laboral que no permite mirar más allá del mes siguiente. Con esas condiciones, ¿cómo vamos a pensar en una hipoteca de 30 años?», se pregunta.
Sin embargo, Palencia sigue ofreciendo un equilibrio que muchas capitales han perdido. Su tamaño manejable, los servicios públicos y la conexión directa con Madrid la convierten en un destino posible para quienes buscan estabilidad y calidad de vida. Pero incluso esa ventaja se resiente. «Ahora mismo no encuentras una vivienda en alquiler por menos de 600 euros», advierte Ámez, que apunta que incluso hay pisos que se alquilan por partes, la mitad a una persona, la otra mitad a otra. «Y al final el propietario acaba cobrando mil euros por el mismo piso».
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«No se trata solo del precio de la vivienda, sino del modelo laboral, que no nos permite mirar más allá del siguiente mes»
El medio rural, donde el acceso sería más fácil, también plantea sus límites. «Hay pueblos con casas vacías, pero sin condiciones de habitabilidad o sin que salgan al mercado», explica. «En esas zonas hay precios más bajos, pero también menos empleo y salarios mucho menores. No se puede hablar de privilegio cuando no hay oferta y los sueldos no dan para vivir», insiste.
Aun así, la presidenta del Consejo de la Juventud defiende que Castilla y León tiene margen para actuar. «Las administraciones deben dar pasos más valientes, incluso fijar topes al precio de la vivienda, tanto en compra como en alquiler», sostiene Ámez mientras reconoce que se están dando pasos, «pero aún son insuficientes porque apenas el 15 % de los jóvenes puede emanciparse, lo que significa que el 85 % no puede hacerlo, y eso debería ser un toque de alarma».
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Para ella, la vivienda se ha convertido en el termómetro de una generación que vive a la espera. «Queremos formar un hogar, tener estabilidad, pero las condiciones no lo permiten. Y lo más preocupante es que empezamos a normalizarlo», lamenta. Por eso reclama más políticas en todos los niveles que faciliten el acceso a la vivienda. «Necesitamos que se hable menos del sueño de emanciparse y más del derecho a hacerlo. Porque no se trata de querer, sino de poder», concluye.
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