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Las víctimas piden memoria democrática frente a la nostalgia del franquismo
El Lecràc acoge la jornada 'Democracia en diálogo' dentro de los actos organizados por el 50 aniversario de la muerte del dictador
Cincuenta años después de la muerte de Francisco Franco, la Subdelegación del Gobierno en Palencia quiso convertir la fecha en una invitación a mirar de ... frente al pasado. El lugar elegido ayer para iniciar las actividades impulsadas por el Ministerio de Política Territorial y Memoria Democrática dentro de las conmemoraciones nacionales 'España en Libertad. 50 años', fue el Lecràc. «Un edificio marcado por décadas de ausencia de libertades y, a la vez, un símbolo de transformación cívica. Un espacio que pasó del silencio y el encierro a convertirse en un centro cultural vivo, abierto y democrático», sostuvo el subdelegado, Eduardo Santiago, entre las mismas paredes donde estuvo encarcelado en 1939 el poeta Miguel Hernández.
Así presentó la jornada 'Democracia en diálogo. Reflexiones desde Palencia sobre política, memoria y derechos', un espacio de reflexión impulsado para entender el significado de medio siglo de democracia a través de cinco charlas que ayudaron a pensar la democracia desde múltiples perspectivas con voces diversas del ámbito institucional, académico, sindical, cultural y político.
La mesa 'Memoria democrática y justicia histórica', sobre cómo una democracia afronta su pasado y protege sus lecciones, corrió a cargo de Pablo García Colmenares, doctor en Historia Contemporánea y autor de 'Víctimas de la Guerra Civil en la provincia de Palencia'; Martina de la Torre Atienza, nieta de Catalina Muñoz, fusilada en 1936, y Manuel Torio, familiar de represaliados y miembro de la ARMH de Palencia, moderados por el subdelegado del Gobierno, Eduardo Santiago.
Todos coincidieron en la idea central de que para frenar la creciente banalización de la dictadura y el auge de discursos que idealizan el franquismo, es imprescindible reformar los contenidos sobre la dictadura y la memoria histórica en el sistema educativo. Y hacerlo sin eufemismos, para que todo el trabajo de investigación que han realizado las asociaciones y los historiadores a lo largo de estas décadas «cale y se recoja en el sistema educativo», como reclamó García Colmenares.
«Una dictadura solo trae represión», afirmó Martina de la Torre, que ilustró con su testimonio familiar el impacto humano de la represión y la violencia. Una violencia que llamó a la puerta de sus abuelos, él encarcelado y ella, Catalina, fusilada en 1936 y hoy conocida como 'la madre del sonajero', porque cuando se exhumaron sus restos del Parque de la Carcavilla, junto a ellos se halló el sonajero de su hijo Martín, que tenía 8 meses cuando fue asesinada y 80 cuando pudo recuperar el sonajero perdido, durante un acto que marcó un momento de reparación y de visibilidad para una familia rota y para muchas mujeres represaliadas.
La nieta de Catalina puso palabras a un temor que se ha vuelto frecuente, el creciente número de jóvenes que expresan sin pudor su simpatía por Franco o por lo que creen que fue el franquismo. Aseguró que muchos jóvenes que hoy expresan añoranza hacia el franquismo y la dictadura lo hacen porque «no lo han vivido, ni conocido, ni se les ha dejado estudiar lo que es una dictadura».
Para Colmenares, el movimiento memorialista y las asociaciones han sido decisivas, especialmente desde los primeros años de democracia, cuando «las renuncias de la Transición dejaron demasiados deberes sin hacer». La aprobación de las leyes de memoria de 2007 y 2022 ha supuesto avances, pero, en su opinión, llegan tarde y son insuficientes si no se acompañan de voluntad política estable. «No solo hay que hablar de lo hecho, sino sobre todo de lo que falta por hacer», sostuvo Colmenares, subrayando la dimensión de la violencia en la provincia de Palencia con 1.328 personas represaliadas, 86 de ellas mujeres, «por lo que representaban, por lo que pensaban y por lo que soñaban».
Su reivindicación central puso el foco en el sistema educativo. «Lo que interesa es que todo el trabajo de investigación sobre memoria democrática cale y se recoja en el sistema educativo con pelos y señales», dijo. A esa reivindicación educativa de las asociaciones memorialistas sumó la de la creación de un centro memorial de referencia estatal.
Manuel Torio, miembro de la ARMH y nieto de un represaliado, recordó el trabajo ingente del movimiento memorialista desde principios de los 2000, la recogida de datos, la localización de fosas, los homenajes locales, la publicación de libros o exhumaciones como las de los once asesinados en Paredes de Nava, ocho de Villaviudas o los 27 de Baltanás.
Su abuelo, Manuel Torio Pérez, agricultor y padre de cinco hijos, cometió el delito de pertenecer a la UGT. Tras varias detenciones, el 12 de septiembre fue 'paseado' con otros doce vecinos de Castromocho. Su mujer entró en un 'shock' traumático que derivó en una grave enfermedad. Él, de niño, la recuerda siempre sentada, sin poder hablar. Manuel relató cómo los cinco hijos, el mayor tenía 13 años, tuvieron que mendigar y trabajar para poder comer. A las niñas les raparon la cabeza y les obligaron a tomar aceite de ricino. La familia entera tuvo que emigrar.
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