Óliver Calvo, alumno con una discapacidad visual del 80%: «En clase soy uno más»
Palencia ·
Casi el 100% de estos alumnos asiste a colegios ordinarios gracias al apoyo de la ONCE, que facilita los recursos educativos necesarios para que puedan seguir el currículo oficialALMUDENA ÁLVAREZ
Domingo, 10 de octubre 2021, 11:03
Óliver Calvo tiene 15 años y una discapacidad visual. Nos recibe a la entrada del IES Victorio Macho y le seguimos hasta el aula en ... que cursa cuarto de la ESO. «Este es mi portátil. Y esta la pizarra digital. Tengo un programa de control remoto para ver lo mismo que hay en la pizarra digital. Esto me facilita mucho el trabajo», relata.
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Libros de texto en braille, en formato digital y pdf, audiolibros, tabletas adaptadas, aplicaciones, programas específicos y el acompañamiento de los profesionales de la ONCE permiten a niños y adolescentes como Óliver asistir a clases de Valores, Ética, Lengua, Economía, física y Química o Matemáticas «como uno más», asegura Óliver. Él lo sabe muy bien porque ha pasado por distintos colegios y etapas educativas y siempre ha contado con el apoyo de la ONCE.
De hecho, como explica Belén Ortega, maestra de ONCE, el 99% de los alumnos con ceguera o discapacidad visual se escolariza en colegios ordinarios y sigue el currículo escolar oficial. Esto es posible gracias al modelo de intervención educativa que se lleva a cabo en España y que hace posible su total inclusión académica y social. «Nuestro trabajo es conseguir que los niños sean lo más autónomos e independientes posible en todas las etapas», explica Belén Ortega. Que la inclusión educativa sea total y real. Y para conseguirlo «es necesario que todo el engranaje funcione».
El primer paso siempre tienen que darlo los padres, y para ello, tienen que tener asumido que su hijo necesita ayuda. «Todo depende de cómo lo tengan admitido los padres y los niños, si ya son mayores. Si admiten que necesitan ayuda, la ONCE les presta toda la ayuda y los medios, pero el primer paso lo tienen que dar ellos», insiste Belén. También depende del nivel de discapacidad y las necesidades visuales de cada niño, de su edad, y del centro, de lo dispuesto y concienciado que esté. «Es un engranaje que solo gira si todos ponen de su parte», insiste la maestra de ONCE.
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Actualmente, en Palencia la ONCE apoya a 18 niños, que tienen entre 18 meses y 23 años, y se les presta desde una atención muy temprana cuando son bebés, pasando por distintas etapas hasta que son adultos, coordinándose con centros, escuelas y servicios de atención temprana para ofrecer un apoyo complementario en función de las necesidades específicas de cada uno. La ONCE pone a su disposición un equipo de profesionales, maestros, psicólogos, terapeutas, trabajadores sociales, técnicos de rehabilitación, y todos los recursos, enseñanza del sistema braille, nuevas tecnologías, autonomía personal, orientación y movilidad o competencia social, entre otras, necesaria para lograr su inclusión educativa y social, enumera Belén Ortega.
Óliver Calvo, con una discapacidad visual del 80%, es uno de los 18 niños a los que apoya la organización en Palencia
Óliver lo sabe porque a sus 15 años ya ha pasado por distintos centros y etapas educativas y siempre ha contado con el apoyo de los profesionales de la organización y de los centros escolares. «Es verdad que tengo suerte porque la mayoría de los profesores ponen mucho de su parte. Y este instituto, –el Victorio Macho–, funciona muy bien», señala. Con la salvedad, dice Óliver, de que «los profesores no están preparados, no entienden cómo funciona esto (la discapacidad) porque hay muy pocos alumnos con necesidades especiales y con discapacidad visual todavía menos». Por eso mismo está acostumbrado a empezar cada curso reuniéndose con los profesores, contándoles su situación y hasta enseñándoles a manejar la pizarra digital con los programas que le van a facilitar el día a día. «Aquí es fundamental el trabajo de la ONCE que me ayuda mucho», asegura dirigiéndose a Belén, su maestra de la organización en los últimos años. Y el de María, la TIFLO de la ONCE (la técnica que adapta la tecnología a las personas con discapacidad visual), que le ha enseñado a usar el portátil sin tocar el ratón, a base de comandos con las teclas. Y el de compañeros como Rodrigo, al que Óliver se refiere como «mis ojos» porque le describe con detalle todo lo que pasa a su alrededor. Sobre todo, el año pasado, cuando se topó con un montón de protocolos anticovid que habían cambiado todas sus referencias espaciales: nuevas normas en clase, la colocación de geles hidroalcohólicos por todas partes, la señalización de caminos de entrada y salida, las distancias de seguridad y todos los protocolos que se implementaron y que para Óliver se convirtieron en nuevas barreras que le obligaron a fijar en su memoria nuevos itinerarios.
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«Nuestro objetivo, comenta Belén, –retomando el tema–, es darle autonomía para que pueda hacerlo todo solo, desplazarse, acudir a actividades y, por supuesto, estudiar». Por eso tanto ella como María mantienen contacto constante con Óliver, dispuestas a dar respuesta a sus necesidades, facilitarle el acceso a la información y resolver problemas de licencias con las editoriales, programas informáticos y demás. Además, Belén acude al centro escolar regularmente para comprobar que todo funciona correctamente o para orientar a los profesores que lo necesiten y hacer la información más accesible a los alumnos, porque no todas las materias son iguales. Las opciones son muchas. Libros en formato pdf, ampliadores de pantalla, opción de narrador para las asignaturas más densas o la pizarra digital en las más visuales.
Una pantalla a la que no tardó en habituarse la profesora de Física, Rosa García, que fue su tutora el curso pasado y conoce bien a Óliver. Hoy toca explicar la configuración del átomo y unas cuantas fórmulas físicas. «La dinámica es absolutamente normal, con la diferencia de que usamos una pizarra digital y la ventaja que esto tiene para usar Internet», explica Rosa. Y cada trazo que ella dibuja en su pizarra se reproduce en el portátil de Óliver, que puede seguir la clase con más facilidad. «Óliver es estupendo en clase», comenta Rosa. «La física no le gusta tanto como a mí me gustaría, pero tiene mucho interés en clase, resuelve con rapidez y pregunta mucho», continúa. Ella, como el resto de los profesores del centro, le presta toda su ayuda, cuando no distingue bien los símbolos de la calculadora o cuando tiene que interpretar una gráfica, «porque hay asignaturas más visuales que requieren un mayor esfuerzo para Óliver», señala.
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A pesar de sus dificultades «Óliver es uno más», afirma la profesora. «Está totalmente integrado» gracias a todos los apoyos que tiene, y sobre todo, «porque tiene una forma de ser que facilita mucho las cosas, colabora en todo, es muy sociable y cercano», concluye.
No lo dice solo ella. Todos los que conocen a Óliver aseguran que «siempre ha sido muy listo y ha compensado la discapacidad visual que tiene de nacimiento con otras agudezas». Quizá por eso sus profesores de Infantil no detectaron nada raro y fue en el salto a Primaria cuando, con una resonancia magnética, llegó el diagnóstico. Óliver tenía un glioma que hubo que tratar con quimioterapia y que ahora parece estar controlado pero que le ha dejado una discapacidad visual del 80%. «Nadie quiere ser diferente, pero lo primero que hay que hacer es aceptar las necesidades que tienes para poder avanzar», explica Cristina García, su madre. Por eso, cuando la familia de Óliver, que vivía en Venta de Baños, fue consciente de todo lo que implicaba vivir con una discapacidad, decidió trasladarse a Palencia para facilitar el contacto con la ONCE, aunque sacarle de su entorno tuviera también algún inconveniente, porque «de pequeño todo el mundo le conocía y en Palencia tuvimos que empezar de cero», añade.
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Pero lo importante era darle autonomía y para eso necesitaban el apoyo de la organización. «Ellos colaboran con Óliver en todo», asegura su madre, que siempre ha luchado para que su hijo pudiera tener las mismas oportunidades que el resto. «A veces te dicen que no lo haga si no puede. Pero la cosa no es así. Hay que buscar soluciones para que haga lo mismo que los demás», afirma.
También en su familia aprenden cosas nuevas todos los días. «Sus hermanos le arropan mucho», dice su madre. «Todos tenemos que aprender», afirma. «Aún hay veces que asiento o niego con la cabeza sin darme cuenta de que no me ve», reconoce. «Es fundamental que la familia colabore. Y no siempre es fácil», añade Belén Ortega, que insiste en que es fundamental que los padres tengan admitida la discapacidad para poder avanzar.
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