Objetivo: no contagiar a mi compañero de piso
Héctor Ruiz ·
Héctor Ruiz es un enfermero residente natural de Frómista que se infectó de coronavirus y que ha extremado las precauciones para no contagiar a su compañero, médico residente en el Hospital Río CarriónSon muchas las viviendas de toda España en las que se está dando esta situación: una de las personas de la casa contrae el coronavirus y el resto de habitantes viven con temor al contagio. ¿Qué se puede hacer en un momento como ese para evitar que todos acaben contagiados? No es fácil, pero el testimonio de Héctor Ruiz , enfermero residente en Palencia deja claro que se puede pasar la covid-19 sin contagiar a las personas con las que se convive.
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La clave para conseguirlo es ser tan cuidadoso como meticuloso, tal y como explica este enfermero residente. «Me confiné en mi habitación y salía solamente lo necesario. Tenemos la suerte de tener dos baños y eso limita mucho las posibilidades de contagio», reconoce Héctor, que durante 17 días ha estado recluido entre las cuatro paredes de su cuarto. «Me confiné hasta tal punto que he comido todos los días en mi habitación. Lógicamente, salía a hacerme la comida, pero cuando cocinaba lo hacía en el menor tiempo posible y luego lo limpiaba todo con lejía», explica.
Diecisiete días ha estado este enfermero residente sin acudir a su trabajo, hasta que finalmente el día 7 de abril dio negativo en las pruebas y se pudo incorporar el día 8
Por suerte, la enfermedad de Héctor cursó sin complicaciones, solo con fiebre, malestar general y pérdida del olfato y el gusto. Lo que no perdió este sanitario durante su retiro obligado fueron las ganas de trabajar. «De los 17 días que no he ido a trabajar he estado realmente enfermo solo tres. Esas dos semanas que estás bien y no puedes ir a trabajar sientes una gran impotencia de no poder ayudar a tus compañeros», explica Héctor que, con su metódico protocolo al salir de la habitación consiguió ayudar a los sanitarios, ya que eso fue lo que permitió que su compañero, un médico residente del Hospital Río Carrión, no acabase contagiado. «Preparé una botella con una parte de lejía y otras nueve de agua, que es lo necesario para matar el virus. Impregnaba con ese líquido cada cosa que tocaba fuera de mi habitación. He regado con eso interruptores, puertas y utensilios de cocina», afirma este enfermero, que durante 17 días todo lo que ha hecho fuera de su cuarto lo ha llevado a cabo con una mascarilla puesta, limitando las interacciones con su compañero. «Hablábamos a gritos. Él siempre me decía que no me acercara, e hizo bien», añade.
Todas esas precauciones han dado sus frutos, tal y como explica este joven, natural de Frómista. «He sido capaz de no contagiarle. Se ha hecho la prueba de anticuerpos, que te dice si has pasado la enfermedad, y le ha salido negativo. Estoy contento porque a la persona más cercana que tengo, que es él, no le he contagiado», explica Héctor que, en su regreso al trabajo tras pasar la enfermedad, ha formado parte de los equipos de profesionales que han acudido a las residencias de ancianos de la ciudad y la provincia para realizar pruebas a usuarios y personal.
En esas visitas a las residencias de ancianos, Héctor asegura haber sentido calor humano, pese a las medidas de distanciamiento. «Para mí esta pandemia es especialmente dura porque no puedo ver a alguien al que tengo aprecio y no mostrarle mi afecto con contacto. Por ejemplo, me ha resultado complicado irme de la residencia San José y no abrazar a la madre superiora, que trata a los ancianos con un mimo admirable», explica este enfermero residente, que ha encontrado en estos días de trabajo decenas de ejemplos de humanidad. «Esto me ha permitido ver lo bien que se trata a los residentes tanto por parte de las monjas como por las trabajadoras. Ha sido muy interesante para mí ver el trabajo que realizan las auxiliares de enfermería, que son las que están continuamente con los mayores. Me han hecho pensar que si tengo que vivir en el futuro en una residencia, puedo estar más que tranquilo porque tratan a la gente fenomenal», incide.
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La meticulosidad y el conocimiento del enemigo al que se enfrentaba permitió a Héctor alcanzar el objetivo de no contagiar a su compañero de piso, pero ahora tiene entre ceja y ceja una meta mucho más ambiciosa: frenar esta pandemia entre la población más vulnerable. «Lo vamos a conseguir», afirma con rotundidad este joven, que ha ganado al coronavirus en casa y ahora trabaja para vencerlo en las residencias de ancianos.
Un hijo de estanquero que impartía clases para dejar de fumar
La crisis del coronavirus ha obligado a Héctor Ruiz a abandonar una de las actividades que más le motivaban: las clases para dejar de fumar que impartía a varios grupos de fumadores de los centros de salud Eras del Bosque y La Puebla, en Palencia. «Durante la residencia me he especializado en formación antitabaco y eso se truncó por la pandemia», explica Héctor, que es, paradójicamente, hijo del estanquero de Frómista. «Los pacientes me preguntan al verme con tantas ganas en las clases que si me pagan, pero yo les digo que estoy haciendo daño a mi economía familiar», bromea este enfermero, que cree que este puede ser un buen momento para dejar de fumar, ya que el tabaquismo es un factor de riesgo en pacientes con covid-19.
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