El despliegue de los colores de la ilusión
Niños y mayores se acercan al día a día de las personas ciegas a través de las actividades organizadas con motivo del Día de la Once
ALMUDENA ÁLVAREZ
Palencia
Miércoles, 22 de septiembre 2021
Palencia ha recuperado la celebración del Día de la Once con un programa de actividades lúdicas y formativas que eligieron la Plaza Mayor y el ... Paseo del Salón como escenarios donde mostrar a los ciudadanos la labor que la organización realiza con las personas ciegas. «Después de tiempos tan oscuros, hemos decidido arrancar con color», sostuvo la presidenta del Consejo Territorial de la ONCE, Rosa Rubio, durante la presentación. «Estas actividades son un gesto de agradecimiento a los palentinos y con ellas queremos que conozcan la labor que hacemos y cómo es el día a día de una persona con deficiencia visual», añadió la directora de la ONCE en Palencia, Paula Calvete.
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La actividad más impactante duraba solo ocho minutos. Ocho minutos de disfrute y angustia. Los que se tardaba en recorrer el túnel de los sentidos, una experiencia sensorial diseñada por la Once para mostrar las barreras con las que se encuentran las personas ciegas, pero también para demostrar a la sociedad que se puede disfrutar del entorno con el resto de los sentidos. «Nos ponemos el antifaz y nos preparamos para disfrutar de esta experiencia con todos los sentidos, excepto la vista», adelantaba Boni, el técnico de rehabilitación de la Once que recibía ayer a todas las personas, niños y mayores, que se animaron a experimentar cómo percibe su entorno una persona ciega.
En una carpa ubicada en el Paseo del Salón, un túnel recreaba un paseo por un bosque y una mina, donde se mezclaban sonidos, olores, texturas y sabores para hacer disfrutar a niños y mayores de todos los estímulos que pueden percibirse con los ojos tapados. «No solo con la vista podemos disfrutar de la naturaleza», señalaron Boni y Rosa, que hicieron de bastones para todos los invidentes ocasionales que ayer se atrevieron a ver el mundo con las manos, el olfato, los oídos y el gusto. Con los ojos tapados escucharon el rumor del agua, a la cigüeña y a la tórtola, sintieron la hierba bajo sus pies y el olor del tomillo, el romero, la lavanda, se adentraron en el bosque, tocaron ramas de encina, castaño y eucalipto, probaron moras, uvas y arándanos, escucharon al cuco y al carbonero, incluso pudieron sentir el agua de la lluvia y el zumbido de las abejas. Aunque fue al cobijarse en una mina y sentir la amenaza de los murciélagos cuando se aceleraron los corazones y la angustia asomó en forma de gritos.
Aunque la propuesta era, a priori divertida, lo cierto es que también dejaba cierta angustia entre los que, como Ramón Juan, se atrevieron a salir de su zona de 'confort'. «La inseguridad de no saber por dónde estás es un poco angustiosa. Y eso que sabes que estás en un espacio controlado y que te van guiando los monitores», expresaba Ramón al salir del túnel. Una experiencia breve que le sirvió para empatizar con las personas ciegas y entender las dificultades a las que se enfrentan cada día. Pero también para aprender, «porque tenía confianza y me he dejado llevar». Por eso, al final de su experiencia se quedaba con «el buen trato y la ayuda» que había recibido para desplazarse, las voces amables y el tacto suave de todas las personas que le habían ayudado en su breve recorrido por la oscuridad. «Sin su ayuda no me habría atrevido a dar un paso y eso que estás en un sitio cerrado y sabes que no te va a pasar nada», relató.
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Para Enrique y Montse, la experiencia fue muy diferente, porque él es invidente y ayer vio en esta propuesta una pequeña muestra de todas las dificultades que encuentra en su día a día, desde que pone un pie en la calle. A Montse, su mujer, el recorrido le resultó «dificilísimo», confesó. Tanto que más de una vez preguntó dónde podía agarrarse.
Y la curiosidad fue lo que animó a José Carlos a acercarse a la carpa. «He tenido que agudizar todos mis sentidos para poderme manejar. La verdad es que, a pesar de la ayuda, tienes una sensación de desprotección, ves que no tienes recursos para manejarte», reconoció. Y eso que para él la experiencia no es nueva, porque muchas veces baja al garaje a oscuras para sentir lo que siente su madre, que tiene una degeneración macular, y así empatizar con todas las personas ciegas. «Hay que concienciar a la gente de que debemos tener mucho respeto hacia estas personas e intentar ayudarlas», afirmó.
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Entre los pequeños, la cosa era menos seria. Alex, Niko, Hugo y Pablo, cuatro alumnos de quinto curso del Padre Claret, fueron los primeros de su clase en probar esta experiencia, y lo peor, sin duda, fueron los murciélagos y las abejas, que, según Pablo, no eran abejas, era una pluma rozándoles la cara. Tampoco el agua de lluvia caía del cielo, era el «flus, flus de un espray», señalaron. Aunque si fueron reales todas las sensaciones que sintieron, –«parecía que nos íbamos a caer al subir y bajar del puente, teníamos que agarrarnos de la cuerda»–, los árboles que tocaron, las frutas que comieron, las bayas que reconocieron y el tacto de «las castañas cuando tienen lo verde y de un árbol que pica un poco». Y tras la experiencia, la reflexión: «no ver nada tiene que ser muy difícil», aseguraron. Por eso, la próxima vez que vean a una persona ciega sabrán «que necesita mucha ayuda». «Le preguntaremos a dónde quiere ir y le acompañaremos», sostuvieron a coro.
Ya antes, en la Plaza Mayor, un tablero gigante de parchís con los colores de la imagen de la entidad 'el Oncelio' que identifica los valores de la Once, sirvió para acercar a los niños de quinto de los colegios Jorge Manrique y Padre Claret, todo el trabajo que realizan en la organización para facilitar la integración de las personas con discapacidad visual.
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Siguiendo la mecánica del juego, con lanzamiento de dado gigante incluido, los niños fueron avanzando por las casillas de un parchís inclusivo que les permitió saber cómo funciona la Once y para qué sirve, cómo facilita el acceso a la educación de los niños ciegos, cuál es el objetivo de Iluniom o cómo se llama el símbolo de la organización y cuáles son sus colores. «Cualquier excusa es buena para sensibilizar a los niños con las personas que tienen alguna discapacidad y necesitan ayuda», señaló Gema Ruiz, profesora del Padre Claret, donde precisamente tienen a una alumna con necesidades especiales. Cursa segundo de Primaria y cuenta con el apoyo de Sara, una monitora de la Once, que además es exalumna del Padre Claret. «Sin este apoyo sería imposible, porque estos niños necesitan unos recursos especiales para dar la mejor respuesta a sus necesidades. Es un todo», explicó Ramón Juan, jefe de Estudios del colegio. «Toda la ayuda es poca para hacerla feliz, siempre quieres más», sostuvo.
Para acabar el día 'los juglares de la ilusión', un grupo de afiliados que participan en los talleres de teatro y la asociación cultural de la ONCE, representaron dos entremeses de Lope de Rueda en el Paseo del Salón.
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«Con todas estas actividades la Once marca el punto de partida de la nueva normalidad», aseguró la directora de la ONCE en Palencia, Paula Calvete.
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