Los misioneros, en la jornada, celebrada al inicio en la capilla del Palacio Episcopal. Manuel Brágimo

220 misioneros llevan el nombre de Palencia por el mundo

La Diócesis celebra el encuentro anual coincidiendo con las vacaciones de los religiosos en su tierra natal

Viernes, 25 de julio 2025, 07:02

Palencia ha celebrado este jueves el ya tradicional encuentro anual con los misioneros palentinos que regresan a su tierra natal durante las vacaciones. La jornada ... ha incluido un momento para la oración y la conversación, también con el obispo, Mikel Garciandía, y un encuentro con los representantes de las instituciones, en el que han participado el diputado Juan Antonio Obispo y la alcaldesa de Palencia, Miriam Andrés.

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El acto, celebrado en el Palacio Episcopal y organizado por la Diócesis de Palencia, ha permitido conocer de primera mano el testimonio de una pequeña representación de los 220 misioneros y misioneras palentinos (125 hombres y 95 mujeres) que desarrollan su labor pastoral, educativa y social en 42 países de América, África, Asia y Europa. Una cifra que, si se compara con los 246 del año pasado, revela un descenso del 10,5%, en gran parte motivado por razones de edad y salud que han obligado a muchos religiosos a regresar definitivamente a España. Actualmente, 137 de ellos se encuentran en situación de 'regresados'.

La jornada ha servido para escuchar el día a día de quienes dedican su vida a acompañar a los más desfavorecidos en comunidades lejanas y realidades olvidadas. En palabras del obispo Mikel Garciandía, la clave está en el «entusiasmo y la alegría» como vía para que los jóvenes comprendan que «la misión no es algo lejano».

«No hablaría solo de países de misión en América, África o Asia, sino que en la propia Europa vemos realidades de misión. Jóvenes que vienen de unas ciudades a otras a evangelizar, incluso en Palencia», reflexionaba el prelado.

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Una vida entregada a miles de kilómetros de Palencia. Entre los protagonistas del encuentro han destacado diferentes testimonios, como el de María Teresa Pérez González, natural de Osorno la Mayor, que actualmente reside en Cartagena de Indias, Colombia, donde trabaja como rectora del santuario Santa María Bernarda. Allí conserva los restos de esta religiosa suiza que dedicó su vida a Ecuador y Colombia. «Comencé la vida religiosa en mi pueblo a los 20 años y apenas unos cuatro años después me enviaron a conocer América Latina. Soy un poco como embajadora de España. Cuando digo que soy de aquí, les da mucha alegría», explica. Con 20 años comenzó su camino religioso en su pueblo, y desde entonces ha recorrido Ecuador, Austria, Suiza y de nuevo Colombia, donde también orienta el museo biográfico de la santa.

Otra de las emocionantes historias es la de Javier Villasur, misionero originario de Calzada de los Molinos, que actualmente colabora con pequeñas escuelas rurales de la región de Quiché, en la frontera entre Guatemala y México, a más de 2.500 metros de altitud. «Son aldeas de unas 100 o 200 personas. Las emociones en la vuelta a Palencia dependen del motivo, pero siempre da gusto volver a reconocer nuestra tierra», confiesa. Con 18 años puso rumbo a Guatemala y ha dedicado su vida a la formación y la educación en comunidades remotas. «La gente joven tiene que buscar su camino. No tiene que ser perfecto, pero sí debe hacerles felices», señala.

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Desde Cozuelos de Ojeda, cerca de Aguilar de Campoo, partió hace seis décadas Ángel Becerril, que ha desarrollado su labor misionera en Zimbabue y Tailandia, donde ha vivido 33 años. «Siempre he sido más de recibir que de dar. Estoy muy agradecido por lo que he aprendido de África y de Asia. Como misionero, he recibido mucho más de lo que he dado», afirma con gratitud.

Por su parte, Jesús Bravo, sacerdote diocesano originario de Villamediana, lleva más de 33 años en una casa de acogida de niños en riesgo de abandono en Bolivia. «Hacemos dos cosas muy sencillas: escuchar y responder. Con eso nos movemos», relata. En su barrio, formado por jóvenes inmigrantes, la falta de servicios básicos obligó a la comunidad a impulsar centros educativos y sanitarios. «Un niño que pasa dos años sin colegio acaba viviendo en la calle. Ahora tenemos un programa junto con las administraciones y una ONG italiana para atender a más de 3.000 niños sin padres ni madres», explica.

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A todos ellos los une una vida marcada por el compromiso, la fe y la cercanía a los que más lo necesitan, incluso a miles de kilómetros de su tierra. Una misión que no entiende de edades ni fronteras, sino de personas.

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