El castellano del sur vota hoy. El andaluz, ese castellano que habitó en un cortijo moral para que sus políticos y los catalanes vivieran como ... marajás, parece que se ha despertado. Y no es un capricho que cuente por aquí estas andanzas de que el Sur también existe. Acaso porque en Valladolid, y en Málaga, y en Sevilla están los anclajes de lo queremos ser. Hace calor y no apetece entrar en estas disquisiciones moralizantes sobre el ser de la patria. Y sin embargo están ahí, y no se puede decir que no nos van dejando exangües, con hastío y sin fuerza alguna para este presente en que vivimos peor que nuestros padres.
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Andalucía es, con CyL, de los últimos baluartes de una forma de entender el mundo. No es ponerse unamuniano, pero es que es lo que hay. Salga lo que salga mañana, se le ha prestado atención a mi tierra natal, y eso es lo que sirve. Porque allí se da la paradoja de grandes núcleos urbanos y la España vacía -y casi cautiva- sin solución de continuidad.
El problema andaluz es también el problema de Castilla y de España entera. De la votación, de hoy, aquí lo que interesa es que se ha puesto a una región hermana en tantas cosas (vean el escudo de Antequera, o de Vejer) en el mapa. En la brújula que ha de salir de la maldita crisis noventayochista de las identidades.
Seguir con las particularidades es entrar en una rotonda de la que todos saldremos vomitando. Pasamos tiempos duros y tenemos que ser un bloque porque somos vuestros hijos. Desde Pulpí al Guadiana, de Tarifa a Pozoblanco.
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