11.7 millones en Valladolid. Y la vida que sigue. No tocó a mí ni por aproximación, que es una forma de muerte. Aquí, uno, ... que es sociable y triste, o sociablemente triste no vio el dinero. Quemé el billete y por rabia. Y las participaciones y papelillos varios. Ya van pesando las tradiciones, que no sirven para nada. Tengo participaciones, que no quemé, por puro interés antropológico. En una José Antonio, en otro Marx, en una un zorro.
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La Lotería Nacional a mí no me toca ni los cataplines, no así la Quiniela, que un pleno al quince de mi abuela pudo casar a mis padres. O sea que soy fruto de una quiniela. Estoy escribiendo sin rabia ni venganza. Pero la tristeza me invade. No hace frío, no es Navidad en el sentido estricto de la palabra. Llamé a mi madre, en esta Nochebuena previa que es la mañana de la Lotería, para decirle que nada. Dijo algo del predictor de la hermana y yo, que más soy psiquiatra que ginecólogo, eché una lagrimilla. Claro. Que por muy INTRUSO, soy humano, fieramente humano, que diría el poeta.
Y ahora llega el capítulo 2, el de mi cuñado que no sé si llamar hermano, y quiero, en la cena de Nochebuena. Básicamente porque se apellida Capote y mis sobrinos llevarán el capote cosida al alma. Van pasando tragedias, cosas, decepciones. Pero hoy abre usted el periódico desde donde hay que empezar a hacerlo. Porque el Amazonas no puede ser el Desierto de Tabernas.
A vivir se aprende como todo. Como a que no toque la lotería. Espero que ayer no hubiera indigestión.
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