Valladolid será una fiesta
«Lo global y lo local se entremezclan y combinan de mil modos; el cosmopolitismo y el sentido de pertenencia a un solo sitio no son ya opciones opuestas»
Mientras las calles de las urbes se vacían, determinados pueblos del alfoz de capitales de provincia como Valladolid se llenan de gentío y animación: veraneantes, ... paseantes, excursionistas, senderistas, ciclistas, motoristas y personas de todo tipo van de acá para allá, no quedando muy claro si buscan la paz o el bullicio en el campo. Algunos grupos de jóvenes, de otro lado, continúan arracimándose en torno a las fiestas de cada lugar. No es sólo que los locales comerciales de los centros de las ciudades hayan sido abandonados en favor de los grandes establecimientos o supermercados de las afueras; que se alquilen, vendan o transformen en instalaciones diferentes. Ocurre más bien que ha cambiado el género de vida, que se compra, viaja, pasea y disfruta de otras maneras.
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En los rituales aldeanos se repetía la intención de librarnos, año tras año, del mal que pudiera acaecer; y se garantizaba la continuidad en el tiempo de una comunidad dada, de los que la componen y formaron parte de ella o la integrarán en el futuro. Sin embargo, las fiestas –además– parecen haber evolucionado de una manera relevante si no sustancial; no quizá para todos los integrantes de un pueblo, pero sí para los que no lo son y meramente asisten al rito como quien presencia cualquier evento o espectáculo. También para otros muchos que, aun viviendo en el mismo ámbito, ya no participan de una memoria comunitaria como antes. Se trata de generaciones en que la distinción entre campo y ciudad –que se presentaba como clara e identificable hasta no hace tanto– se ha diluido en buena medida. Lo global y lo local se entremezclan y combinan de mil modos; el cosmopolitismo y el sentido de pertenencia a un solo sitio no son ya opciones opuestas y totalmente incompatibles; las redes internáuticas han roto barreras y subvertido la dicotomía entre categorías que se creía irreconciliables.
La capital vallisoletana, su Plaza Mayor y las calles del centro volverán a llenarse con las próximas fiestas de San Lorenzo que tanta polémica están levantando por lo costosas y porque sus propios organizadores las han presentado –desde el Ayuntamiento– como «las mejores de España», no superadas por ninguna otra en presupuesto ni programación. Ésta resulta ser una destacada muestra de ese cóctel contradictorio y algo confuso en que se ha convertido el mundo actual: de la feria de folklore y gastronomía o la de cerámica y alfarería a la búsqueda de un récord Guinness consistente –en tal ocasión– en reunir el mayor número posible de gente pelando un plátano; pasando por las andanadas de cohetes y el despiporre de fuegos artificiales o el apabullante desfile de motos Harley Davidson; las verbenas de siempre en la pérgola del Campo Grande, el regocijo juvenil antaño casi contestario y ahora ya mucho más encauzado desde las mismas Peñas en el entorno de Las Moreras; sin que puedan faltar tampoco las consabidas itinerancias de los Gigantes y Cabezudos, la Tía Melitona y el Tío Tragaldabas.
Este apogeo ciudadano de la heterogeneidad se contrapondría a las fiestas consideradas como 'tradicionales', con su expresión de identidad comunal reservada y tan sólo ejercida por los vecinos del pueblo en honor de los santos patronos. Pero, en los últimos años, muchos festejos pueblerinos constituyen –en realidad– una suerte de circuito o yincana al que acuden en tropel las mismas muchachadas de uno a otro municipio hasta que acaban los festejos de agosto. También han decaído las prohibiciones y exclusiones que en nombre de una supuesta y santa tradición imponían que no pudieran participar mujeres o forasteros en determinados rituales. E igualmente cedió –si bien no por completo– aquella obsesión por regular las festividades y uniformar a quienes intervinieran en ellas –ya fuesen músicos o danzantes– que caracterizó a la retradicionalización franquista de las costumbres tenidas por populares.
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Valladolid será una fiesta tanto en los pueblos de la provincia como en la capital durante las próximas fechas. Y es que, hoy en día, celebrar al santo patrono ha adquirido una dimensión nueva: certificar que recuperamos –finalmente– una vida normal.
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