Trump lo primero, América después
Su egolatría irracional ha superado las peores expectativas de quienes vimos preocupados su elección. Un segundo mandato de este sucedáneo actualizado de Calígula sería devastador
La Democracia más poderosa del planeta está amenazada de evolucionar hacia un populismo autoritario. Donald Trump es el fantasma que parece espolear el asalto, en ... principio frustrado, pero el verdadero problema es que Trump fue elegido sin creer en el sistema y es el síntoma de un mal más profundo: sus preocupantes apoyos. Desde un partido republicano cómplice de su egolatría, incluso del intento de sabotaje constitucional, hasta el apoyo fanático de sectores de población que disfrutan con la ensoñación de sus mentiras. «A lo largo de mi vida, Donald Trump ha sido el primer presidente que no trata de unir a los estadounidenses, que ni siquiera pretende intentarlo», así se expresaba el general James Mattis, ex Secretario de Defensa de Trump, el pasado mayo; tal vez se quedó corto, pues Trump hace objetivo de la división ciudadana. Mattis incluso lo calificaba de peligro para la Constitución de su país, pues trazaba un paralelismo entre la retórica de Trump y la propaganda nazi; también respaldó las protestas, entonces iniciadas, por el asesinato del afroamericano George Floyd a manos de un policía blanco. «Las palabras 'Iguales Frente a la Justicia' están grabadas en el frontispicio del Tribunal Supremo y precisamente eso es lo que los manifestantes están reclamando». Mattis es marine y fue uno de los tres generales, junto a John Kelly, y H. R. McMaster, que Trump incluyó en su Gobierno, de millonarios y generales, tras su victoria de 2016. Todos salieron tras constatar el caos de la Casa Blanca y su errática política exterior y de seguridad. Sucedió lo mismo con algún millonario del 'equipo' como Rex Tillerson, exsecretario de Estado y exdirector ejecutivo de Exxon Mobil Corporation, despedido por 'tweet' tras ser calificado como «más tonto que una piedra».
La egolatría irracional de Trump ha superado las peores expectativas de quienes vimos preocupados su elección. Un segundo mandato de este sucedáneo actualizado de Calígula sería devastador para USA y, por extensión, para quienes creemos en la Democracia como el único sistema garante de los Derechos Humanos y la cooperación entre pueblos. Pero no debemos engañarnos, Trump evidencia la fragilidad democrática en general, pues ha divido a su país en dos bloques casi iguales (separados por un 4% de votos populares) y moviliza a sus seguidores cuestionando la legitimidad de las elecciones. En las anteriores «instó a Rusia» a que 'hackeara' a la candidatura de Hillary Clinton y pudo parecer parte de su histrionismo habitual, pero Trump no da margen a la broma y lo cierto es que la injerencia rusa se produjo y, aunque vio indicios, el juez no pudo condenarlo. Así inició su mandato: en el límite de la alta traición, sorprendente en un Presidente, pero bordeado en varias ocasiones más. Así se ve en múltiples publicaciones y opiniones de excolaboradores y, en especial, en las entrevistas con Bob Woodward, avance del libro titulado 'Rabia'. En ellas muestra cómo es: verborreico, indiscreto y mentiroso. Sin proyecto para su país, más allá de su propia satisfacción personal, evidencia su peligroso egocentrismo, que le permite anunciar un «nuevo sistema nuclear de armas que nadie ha tenido nunca», ante la sorpresa de sus organismos de seguridad. Todo ello por si tiene que aplicarlo a su «amigo Kim Jong-un, con quien se lleva muy bien»… La entrevista resultaría patética, si no fuera preocupante.
El malestar en la Democracia es el enganche para la contestación a un sistema que no se mantiene solo, sino que necesita la complicidad ciudadana activa. En la Sociedad Global de Bloques, son minoría los países y ciudadanos que la viven, pero se aprecia cómo emergen nuevos liderazgos mundiales poderosos, ajenos a ella, que atraen el interés populista de ciudadanos asustados, desconcertados por la celeridad de los cambios, incluso por la irrupción de una pandemia, y agitados por redes sociales. La Unidad Europea es una cuestión de supervivencia geopolítica, cuyo fracaso favorece a otros bloques que mueven sus caballos de Troya en países comunitarios y a los que Trump se incorporó con su simplismo supremacista. Pero la UE sabe que debe vigilar esos movimientos internos, pues no puede consentir el desencanto de la Democracia como proyecto. Joe Biden tiene una complicada labor que realizar para reconstruir el múltiple destrozo del 'trumpismo', empezando por curar las heridas abiertas en la Sociedad Americana, como ya ha anunciado. El mundo espera la reconstrucción de consensos, arrumbados por el unilateralismo de Trump, y que USA recupere un papel determinante ante las amenazas globales existentes. Los hechos demuestran que la Democracia no puede estar en manos de quienes no creen en ella y que, lejos de buscar el consenso para un mayor respaldo ciudadano, buscan intereses personales mediante la división ciudadana con políticas excluyentes. Los ciudadanos no pueden dejarse atrapar por mentiras y propaganda mediática, ni confundir liderazgo con egolatría, como Trump… De momento, los recuentos está parados y los grandes autócratas mundiales (Putin, Bolsonaro, Ben Salmán, Xi Jinping, Erdogán…) asisten, entre la expectación y la complacencia, al desafío del Presidente que desprecia las reglas del juego de su país, pues su verdadero eslogan fue siempre: Trump lo primero, América después.
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