¿Cuando el tiempo nos alcance?
«España es una de las naciones más amenazadas por el cambio climático, y aunque su alteración climática depende más del contexto global que de ella, debe prepararse para mitigar los efectos negativos»
La crisis múltiple originada por la pandemia de la covid-19 evidencia que las amenazas globales existen y que sus consecuencias no admiten respuestas unilaterales. ... Es cierto que la Humanidad ha sobrevivido a múltiples pandemias, incluso más graves, pero en nuestro mundo globalizado los problemas se difunden bajo el sello de la inmediatez. La OMS llevaba tiempo advirtiendo sobre la inminencia de una grave pandemia y, en 2009, activó las alarmas por la gripe A. Por suerte, el resultado fue un fiasco con un gran beneficiario farmacéutico (laboratorios ROCHE), gracias a un medicamento innecesario: Tamiflu.
Para luchar contra la gripe A, nuestro Gobierno invirtió en 333 millones de euros, que no fueron precisos y la mayor parte ya caducó. Esta vez la covid-19 sí resulta peligrosa y se presenta como avanzadilla de otras posibles pandemias, tal vez de mayor virulencia. Todas las naciones son conscientes de su interdependencia y recurren a estrategias de confinamiento para evitar la extensión, haciendo prevalecer la salud ciudadana sobre la economía, al menos en principio, algo desconocido en pandemias previas. Tomar conciencia de la fragilidad humana, en un mundo cegado por el progreso, parece una consecuencia obvia de la pandemia, pero hay otras amenazas naturales cuyo avance no se aprecia de modo tan inmediato, aunque veamos indicios de sus riesgos.
El cambio climático y la insostenible explotación de los recursos naturales del planeta son amenazas globales conocidas que precisan respuestas conjuntas de la comunidad internacional. Se temen los efectos devastadores de un incremento potencial de cinco grados de temperatura durante el siglo XXI. Pero la cuenta atrás ha empezado, como reflejan las temperaturas y otras amenazas reales, como la expansión de enfermedades (malaria, dengue), o la subida del nivel del mar, que inundará amplias zonas costeras. Ciudades como Miami ya lo viven y otras grandes metrópolis como Tokio, Londres o New York se preparan para ello. Así evitarán la pérdida de vidas humanas, y aunque supongan importantes inversiones, son costes muy inferiores al daño por inundación. La covid-19 no debe servir para olvidar estas amenazas, sino de reflexión para entender la necesidad del esfuerzo común ante amenazas globales diagnosticadas, pero cuya corrección produce discretos avances que, a veces, intentan superarse con entusiasmo simplista.
'No dejar a nadie atrás' es una frase que quizá resulte familiar, pero es el lema de la Agenda 2030, aprobada por la ONU el 25 de septiembre de 2015, que establecía diecisiete Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS). Las buenas intenciones del texto le quitan solvencia: es imposible no estar de acuerdo en «acabar con la pobreza», «con el hambre», «conseguir la salud y el bienestar para todos», así como generalizar «la educación de calidad», «la igualdad de género», etc… El documento supone más una declaración de principios, muy genérica, en vista de las profundas diferencias culturales, sociales y económicas. Pero poco después, el 12 de diciembre, se firmó en París el primer acuerdo vinculante sobre el clima, con un objetivo primordial: limitar a dos grados centígrados el incremento de la temperatura planetaria, aunque con muchas dudas sobre su aplicación en países emergentes, agravadas por la irrupción de políticos como Trump o Bolsonaro.
España es una de las naciones más amenazadas por el cambio climático, y aunque su alteración climática depende más del contexto global que de ella, debe prepararse para mitigar los efectos negativos. En esa línea, ha desarrollado su Agenda Urbana, conforme a los ODS, que propone diez líneas estratégicas sobre el Territorio, Modelo de Ciudad, Cambio Climático, Gestión sostenible de Recursos, Movilidad y Transporte, Cohesión Social, Economía Urbana, Vivienda, Innovación Digital y la Gobernanza, cuyo desarrollo pormenorizado debe servir de referencia al desarrollo de planes y programas urbanísticos, económicos, sociales, etc…
La pandemia muestra que nuestras ciudades deben reforzar: la relación logística con su territorio, para abastecer suministros básicos; la mejoría ambiental, evitando motorización y desplazamientos innecesarios (teletrabajo); la adaptación a circunstancias variables, facilitando edificios y usos más polivalentes, hay que caminar hacia ciudades que pueden ser más saludables, mejorando su medio ambiente, cuyo éxito está en tener proyectos y estar alerta de lo que pueda suceder. Para todo ello, debe contarse con políticos comprometidos y solventes, que sepan canalizar el apoyo ciudadano, cuya responsabilidad se ha visto en estos días.
La explosión urbana es un desafío global, pero el contexto europeo de nuestras ciudades muy consolidadas facilita intervenir en ellas para volverlas más eficientes en su gestión de recursos y más saludables para la calidad de vida de sus ciudadanos. En ello ya se trabaja, pero la covid-19 es una amenaza y, también, un estímulo para su mejora. En el Día Mundial del Medio Ambiente, que se celebró el 5 de junio, debe recordarse que NO podemos esperar a que el tiempo nos alcance, pues será tarde. La calidad ambiental recuperada por el confinamiento, en Madrid y otras ciudades, visualiza el objetivo de luchar contra la contaminación, sin necesidad del trauma de la covid-19, y ese empeño también salva vidas.
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