Decíamos ayer que nuestros políticos persiguen los intereses más bastardos con palabras elevadas; que, detrás de todo ese ruido con el CGPJ, con el Tribunal ... Constitucional, con recursos y medidas cautelarísimas, no se esconde más que el deseo de manipular la Justicia y la ley. Y la sangre de la lucha, como en ciertos combates antiguos de boxeo, mancha a los espectadores, salpica más allá de ring.
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Golpistas, fascistas, ladrones, usurpadores, mantenidas, indignos, psicópatas, franquistas, terroristas, estalinistas, asesinos, criminales... se insultan desde las gradas del Congreso, se arrojan palabras como escupitajos.
Y nos salpican, los cuajarones de sangre nos manchan la cara y el alma como en las películas de boxeo, como en 'Rocky', 'Million Dollar Baby' o 'El luchador'. Y hasta el aire se va impregnando de esa mala hostia, de esas banderías.
¿Y si todos hiciéramos lo mismo? ¿Si entrásemos en la carnicería llamando fascista al carnicero? ¿Si al vecino le gritamos que es un comunista peligroso o un etarra? ¿Si al alcalde o concejal a los que no votamos, al encontrarlos en la calle, les reprochamos que robaron la alcaldía?
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Cada día agradezco más estar en Europa, al amparo de sus instituciones. De no ser así, hace mucho que las navajas habrían salido a relucir. Por una vez, la Historia de España puede que no acabe mal, Gil de Biedma, y no será gracias a nosotros sino a Bruselas.
Viene un año cargado de elecciones, de voces, de gritos, de insultos. Atémonos los machos, salvémonos de ellos y de nosotros mismos.
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