Nuestra puerta de entrada

Con adicciones, enfermedades mentales, sin recursos o que rechazan las normativas que les imponen los servicios sociales; personas abandonadas a su suerte en el escaparate de lo que somos realmente: un proyecto fallido que convierte en trifulca política lo que es, a todas luces, una muestra inequívoca de que para algunos, incluso el Estado del bienestar debe ir acompañado de réditos políticos. Qué vergüenza.

Y, la verdad, me da igual de quién sea la culpa, sólo me interesan los recursos que se inviertan para poner fin a la peor imagen de la marca España, que dio la bienvenida en 2024 a casi 49 millones de extranjeros. Nuestra cara más fea, la insolidaria, la que mira hacia otro lado, la que se aprovecha de la desgracia ajena.

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La empresa pública Aena, que gestiona los aeródromos españoles, pide calma a sus trabajadores, niega, entre vapores de fumigación, la existencia de plagas y culpa al Ayuntamiento de Madrid de lo que ocurre. Y la tiene, pero sólo de una parte. Es la política del golpe en el pecho, de la simulación del gran ofendido, del que nunca tiene la culpa de nada, del que lo embarra todo para echar lodo sobre la podredumbre propia.

Qué pena. Y eso que se ve en nuestra puerta de entrada es lo que somos y en lo que nos estamos convirtiendo. En el país del tú más que carece de la más mínima ética, clase y vergüenza. Qué bochorno. Y nadie hace nada. Y no hacemos nada.