Este año he roto con la tradición. Ya, ya sé que hay una norma no escrita que dice que la decoración navideña no debe ponerse ... hasta el puente de la Inmaculada Concepción. La conozco y, en general, la he aplicado siempre, menos en 2024. El domingo pasado, día de Cristo Rey, saqué el árbol, las luces, las guirnaldas y lo coloqué todo, incluido el Niño Jesús, aunque oficialmente no nazca hasta el 25 de diciembre. A mí me da igual, en mi casa ya es Navidad.
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Quería esperar a la primera vela de Adviento, el 1 de diciembre, pero necesitaba sentir la magia de los días que están por venir. Y no soy la única. En estos tres días, me he ido fijando y son muchos los balcones que ya parpadean en cuanto cae la noche. Según un estudio elaborado por un psicoanalista inglés, las personas que adelantan la Navidad son más felices. Con todo lo que se ha dicho de estas fechas y ahora resulta que reducen el estrés, la ansiedad y la negatividad. Solo hay que dejarse atrapar por el espíritu navideño. Para Steve McKeown, el terapeuta, la clave está en la infancia.
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Uno puede renegar amargamente de estos días o disfrutar de la conexión con los seres queridos, presentes y pasados. La decoración, los villancicos y las luces nos llevan directamente a las emociones mágicas de la infancia. Y no solo eso. Parece que los madrugadores navideños también son transmisores de felicidad, porque es contagiosa. Ya sabía que lo mío no era casual. Así que ahí me tiene tan contenta encendiendo luces, más feliz que mi compañía eléctrica, cada vez que llego a casa. Espero que McKeown entienda que para el turrón, los polvorones y la zambomba voy a esperar un poco, que transgredir está muy bien, pero tampoco hay que pasarse.
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