La fuerza de lo absurdo

En Alemania, la culpa del incremento de los ataques con armas blancas la tiene la longitud de los cuchillos. Por eso van a acortarlos. En público, se permitirá un filo máximo de seis centímetros y no los doce actuales. Espero que a nadie se le ocurra sacar uno más largo de casa porque a más de uno puede explotarle la cabeza. Son el padre que golpea el suelo con la mano al grito de «malo, malo» cuando su hijo tropieza y el niño que se esconde poniendo las manos ante los ojos. Lo que no se ve, ni existe, ni es.

A fuerza del absurdo han terminado con el pensamiento lógico y racional apuntando con dedo acusador a quien usa el sentido común. Quizás sea sólo cosa del calor que –oh, sorpresa– nos aturulla un agosto más. Menos mal que nosotros, los españoles, tenemos unos gobernantes que saben de todo y lo mismo son juez y parte. Divina sapiencia. Aunque no sé si españoles seguirá siendo nuestro gentilicio ahora que hemos dejado de ser España para convertirnos en un «espacio público compartido». Eso dice Salvador Illa, nuevo 'president' de la 'nación' catalana. Supongo que lo de compartido no va por ellos. O, al menos, no por sus dineros. Qué más da, si ya nada se llama como se llamaba, una perversión del lenguaje más. A seguir tragando.