Sublime sin interrupción
Umbral es el Valladolid de posguerra. Ese aldeón castellano con el corazón de parroquia poblado de curas predicadores, monjas oblatas, carboneros con bolsas de los recados, meretrices viudas sin haberse casado
Llega a los cines el documental 'Anatomía de un dandy'. Dalí dijo una vez que un dandi era aquél al que invitan a todas las ... fiestas pero que, una vez dentro, hace todo lo posible para que lo echen. Umbral era eso, provocador y transgresor, bohemio y genial, un dandi de provincias. 'Aristide Bruant en su cabaret'. Ese póster de Toulouse Lautrec, acribillado de chinchetas en mi cuarto adolescente, siempre me recordaba a él, a un Umbral con bufanda roja, hedonista y vanidoso, paseando por la Gran Vía de Madrid.
Publicidad
Umbral es el Valladolid de posguerra. Ese aldeón castellano con el corazón de parroquia poblado de curas predicadores, monjas oblatas, carboneros con bolsas de los recados, meretrices viudas sin haberse casado, pescaderas enjoyadas y gitanos de extrarradio. Misa de doce, chicos en el patio y radios en las cocinas. Donde nacieron algunos de mis libros, los pocos que merecen la pena leerse, decía. «Donde ha nacido uno mismo aunque no haya nacido allí».
Prolífico y torrencial. Cossío se lo dijo un día en la barra de Chicote: «Hay que hacer dos artículos diarios, uno para vivir y otro para beber». Y no paró. Aunque ya le advirtió Delibes en este diario de cabecera gótica que tanto le fascinaba: «Mira, Pacorris, aquí se viene a hacer periodismo, no literatura».
Pero aquí un dandi es un bicho raro. Y un día abandonó la niebla del Pisuerga y el viejo perfume de su ciudad. Nunca le cicatrizó aquella herida.
3€ primer mes
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión