La santa bohemia, hoy
En este hoy tan moderno como en aquel ayer miserable, escribir, ser músico, teatrero o artista significa encarar una vida de dificultades y marginamiento. Pero si la cultura se hunde, ¿qué queda?
A nadie medianamente informado se le oculta la situación peliaguda e incluso amarga, tremendamente injusta y socialmente injustificable, que está soportando la gente de la ... cultura. Como si España, y muy en concreto Castilla y León, pudiera permitirse el hundimiento del sector, destino al que parece abocado si la administración pública no reacciona con una inmediatez que, aunque se diera mañana, ya llegaría con retraso.
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Corría marzo de 1913, cuando un bohemio de lo más curioso, Eduardo Bark, polaco que pasaba por letón a quien Valle Inclán esperpentizó en 'Luces de bohemia', revolucionario que huyendo de la policía zarista se instaló en España desde 1880 hasta el final de sus días, creó con Alejandro Sawa la hermandad de la Santa Bohemia, a la que de inmediato se apuntaron un centenar de escritores y artistas, movilizados contra «la brutal y despiadada metalización característica de estos tiempos». Como ahora no tengo espacio para extenderme sobre sus avatares, solo recordaré que, aparte de una cooperativa editorial, la iniciativa mejor acogida fue la de unos 'ágapes mensuales', cenas en que se hablaba, comía y bebía como si el fin del mundo acechará al amanecer.
La verdad pura y dura es que en este hoy tan moderno como en aquel ayer miserable, escribir, ser músico, teatrero o artista significa encarar una vida de dificultades y marginamiento. Pero si la cultura se hunde, ¿qué queda de España? Pregonando las verdades del barquero, GesCulCyL ha lanzado un manifiesto al que yo me adhiero.
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