El rural está quemado
Con tilde ·
«Como siempre, tras la impotencia de los vecinos, vienen los lamentos de los políticos que parecen salir de la hipnosis del fuego demasiado tarde, poniendo a lo inevitable de su parte»
Resaca de San Juan con mocos negros y oídos saturados. Moreras huele a aguardiente y los vallisoletanos piden dosis doble de cafeína en la cafetería. ... No muy lejos, la escena es radicalmente distinta. Después de días de fuego inflexible, la zona norte de Zamora amanece sepultada en cenizas. Todavía se siente el eco desolador de las llamas; reverbera desde la Sierra de la Culebra hasta las Cortes. El humo de las 30.000 hectáreas calcinadas tardará en irse del ambiente, pero se marchará antes de que nos demos cuenta, como lo harán los dos millones de euros de «acción inmediata».
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¿Seremos capaces de distinguir en estos días más allá del gris que debemos poner recursos y medios para cuidar nuestros montes? De momento nos damos de palos, palas y cubos entre nosotros buscando culpables.
El rural está quemado y sus habitantes también. Como siempre, tras la impotencia de los vecinos, vienen los lamentos de los políticos que parecen salir de la hipnosis del fuego demasiado tarde, poniendo a lo inevitable de su parte. 1.250 personas desalojadas; vegetación y biodiversidad convertidas en polvo. No hay insultos, quejas o manifestaciones capaces de reparar lo que ha ardido, pero sí para evitar que vuelva a arder.
No hay rincón en nuestro país que se salve de ser pasto de las llamas. Las mismas imágenes teñidas de rojo de cadmio se han repetido en Lleida, Teruel, Granada, Huelva, Málaga… Tengamos presentes que tenemos todo un verano caluroso y largo por delante.
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Ayer, mientras muchos bailaban alrededor de la hoguera, redoblaron campanas en Ribadelago. Mientras en el Pisuerga se escuchaba a Dj Nano, Sanabria sonaba a difunto.
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