IBARROLA

Por una RTVE distinta

Pensé que sostener la televisión pública merecía la pena. Me fijaba en la arrolladora y cuidada producción de la BBC, referencia mundial a la que todos miran con envidia sana, aunque no acaben de colocarse las lentes adecuadas

Roberto Carbajal

Valladolid

Sábado, 1 de octubre 2022, 00:07

En agosto y noviembre del año pasado solicité al Portal de Transparencia del Gobierno central sendos informes acerca de la producción propia de documentales a ... cargo de TVE y las compras realizadas en el exterior lanzadas al aire aquí. El primer requerimiento contenía la lista de las piezas de ese formato creadas por la cadena estatal, así como sus emisiones en otros países. El período abarcaba diez años. La segunda demanda giraba en torno a un espacio temporal más corto. Habida cuenta de cómo se demoró la resolución de la primera, pensé en aplicar una buena dosis de la piedad que me demandaron durante la resolución del expediente primigenio. Pedí estos datos porque tuve la curiosidad de saber si existía reciprocidad entre nuestra tele estatal y sus homólogas del exterior, abrumado por la cantidad y calidad de lo que visioné durante décadas. Incluso pensé que se aplicaba el principio de reciprocidad entre hermanas, y tan solo encontré primos. En realidad, estos frugales datos son solo un síntoma leve de lo que ha hundido al conjunto.

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1. Documentales realizados por TVE entre 2012-2021 emitidos en televisiones extranjeras, tanto públicas como privadas. Ninguna cadena fuera de nuestras fronteras se sintió tentada por los 87 productos creados en la división televisiva del Ente. Desde el organismo me indicaron que los lanzó al orbe TVE Internacional. Nunca pensé que esta fuese una emisora extranjera; en todo caso, extraterrestre.

2. Documentales extranjeros emitidos por TVE durante 2016-2021: Han colonizado la señal, 7.909. Coste total: 14.770.016,6 de euros, calderilla para un Estado. En la hoja de Excel desgranaron los títulos y el coste de los episodios, el país emisor, productoras, cadenas y titularidad de las mismas.

Disculpen la crudeza de las cifras. Pensaba que, pese a la caída libre que experimentan TVE y sus divisiones, alguien allí mantenía alguna inquietud por producir estos espacios que tanto pueden ilustrar. Con el tiempo, uno toma conciencia sobre que tus impuestos tienen algún sentido en el asunto que nos ocupa. Pensé que sostener la televisión pública merecía la pena. Me fijaba en la arrolladora y cuidada producción que visioné durante años con la BBC, la cadena de referencia mundial a la que todos miran con envidia sana, aunque no acaben de colocarse las lentes adecuadas para aplicar su política. Claro que la corporación británica cuenta con un presupuesto cuatro veces superior al de la española, pero no hay que soslayar la implantación, el reconocimiento interno y el prestigio global de los que goza. Esgrimía el maniqueo Paco Marhuenda el miércoles pasado en la tertulia de Carlos Alsina que «los periodistas españoles nos ponemos estupendos cuando hablamos de la BBC [¿?]. Pero esa es otra historia que no tiene nada que ver con la nuestra». Comentaban el cese-dimisión de José Manuel Pérez Tornero. Las palabras del hormonado tertuliano rezumaban un desdén desolador. Pareció una renuncia, quizá porque él se sentiría cómodo manoseando los contenidos en favor de quien pudiera sentarle al frente de esta bestia de más de seis mil trabajadores. La red británica de radiodifusión estatal está regida por una Junta que cuenta con miembros reconocidos por su trayectoria, no políticos en activo, con un comité ejecutivo que no se pliega a los devaneos del poder. En Francia la televisión pública no es ajena a los embates del Elíseo, pero no han abandonado la senda de una parte de su esencia. La apuesta clara por la cultura propia y su difusión internacional sostiene un numeroso entramado informativo audiovisual que inspira a los inquietos. Como ejemplo vago, las reemisiones de 'Las recetas de Julie' (en La 2) promueven el orgullo por la cocina del país y sus productores locales. Nuestra tele paga 1.250 euros por episodio, un rendimiento en términos de proyección de los valores franceses de rentable ida y vuelta. Hey, hasta la infumable televisión iraní vendió por cuatro perras tres documentales a nuestro canal estatal. Me llamó la atención el precio que nos cobran los chinos por sus producciones, que no tienen parangón con lo barato que son sus infumables manufacturas.

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RTVE ha nombrado a Elena Sánchez jefa interina de 'la casa', una esperanza incierta para quienes conservan inquietudes en sus instalaciones. Tiene ante sí una tarea hercúlea y enterrar la decepción de Rosa María Mateo. De entrada, deberá velar por que 'MasterChef' no sea un buque insignia y humillen a los concursantes de toda condición; que los niños no tengan que soportar tres horas de un espurio programa de cocina que concluye a las tantas. Vigilar que el canal no vuelva a ser sancionado con más de un millón de euros por colocar publicidad encubierta. No deberá desnortarse tampoco si alguien vuelve a proponerle subproductos del tipo 'Enredados', que La 1 emitió este verano. El programa basaba su cimentación en vídeos de YouTube que provocan sonrojo. Habrá de colocar en horario estelar 'El cazador de cerebros', conducido por Pere Estupinyà, que acerca a los espectadores a las cabezas más brillantes de la ciencia mundial, y que La 2 emite a las ocho de la tarde. Deberá soltar amarras con la factoría Mediapro, con la que Jaume Roures y otros han jibarizado las cadenas públicas, el empleador del sapiens sapiens Pablo Iglesias. Y para que todo eso haga aflorar las virtudes de ese medio, Elena Sánchez tendrá que desdeñar la obsesión por el 'share', que le brindará satisfacciones si apuesta por el rigor. Que los telediarios de Pepa Bueno en la etapa de ZP fueran premiados como los mejores del mundo no sucedió por ciencia infusa, hoy intrascendentes.

La televisión es algo más que entretenimiento. Claro que no llena la cesta de la compra. Aunque, a través de ella, los ciudadanos tienen acceso a contenidos que les acercan a otras experiencias, con la que quienes no tienen otras vías para obtener conocimiento pueden flirtear con él. Además, la señal de TVE llega a todos los rincones del mundo, y no creo que España sea tan cutre como se muestra hoy esa cadena. Pero para eso la política debe apartar sus asquerosas manos de RTVE y dar la bienvenida a quienes opten por remar en la dirección correcta. ¿No «somos el país del 'no sabemos lo que tenemos'»? Apliquémoslo a la tele de 'El hombre y la tierra', 'Historias para no dormir', el 'Un, dos, tres' y, en la otra orilla, a 'La clave', de Balbín.

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