Ayuntamientos parados
«Ni la falta de oferta ni el crecimiento de la demanda de vivienda parecen estímulos suficientes para que alguien se tome en serio la reforma de nuestro Derecho urbanístico»
Signos tempranos de dificultad inversora comienzan a observarse en gobiernos locales de la piel de toro. No todos están en la situación del Ayuntamiento de ... Jerez, cuya deuda sigue siendo astronómica –lo que no impide que su alcaldesa del PP presida la Federación española de municipios y provincias–, pero la gestión presupuestaria en general presenta tendencias preocupantes.
Están los que no pueden aprobar sus cuentas por falta de mayoría suficiente, lo que lleva al despropósito de la prórroga. Otros recurren al endeudamiento, con costes crecientes para pagar intereses. Casi ninguno se atreve de momento a elevar impuestos (después del 'basurazo'). Antes o después, el estrangulamiento de ingresos y el incremento de gastos los situará en posiciones más comprometidas, aunque menos alarmantes que las de Valencia y Cataluña, comunidades con mayor deuda.
El Estado no ayuda al prohibir la reinversión de los remanentes, pero otra fuente de recursos está muy mermada porque es casi imposible modificar los planes generales de ordenación urbana, o hacerlo sin contenciosos que terminen en anulación. Para edificar, son tantos los obstáculos, tan lentos los procedimientos y tan gravoso urbanizar, que apenas se ven grúas. Ni la falta de oferta ni el crecimiento de la demanda de vivienda parecen estímulos suficientes para que alguien se tome en serio la reforma de nuestro Derecho urbanístico.
Sólo Madrid ha señalado algunas posibilidades al modificar su legislación del suelo. Lo necesitan urgentemente, porque allí la presión es máxima. Barcelona haría bien en aprender de su ejemplo si no quiere sufrir aún más los problemas habitacionales. Valladolid y otras capitales de Castilla y León también merecerían el espaldarazo de cambios similares para promover la construcción, proyectos estratégicos e inversiones de largo plazo. Nos jugamos mucho en los tiempos de crecimiento, pero las consejerías han de gestionar los 'moscosos' de los funcionarios.
A ritmo de tortuga o paso de cangrejo avanzan y retroceden los responsables públicos en los diversos niveles. El Gobierno de España se mantiene inmerso en su propio laberinto. Demasiados presidentes autonómicos piensan sedentarios en elecciones (y sin decidir apenas). Alcaldes y alcaldesas, están a verlas venir, o sea, según la RAE, «esperando el desarrollo de los acontecimientos», dejándose llevar por la inercia, sin apenas iniciativas ni noticias positivas que ofrecer. Salvo, eso sí, que los otros son peores, corruptos y dañinos.
No quedan muchos meses de «vacas gordas» en Occidente. Cuando un primer ministro francés avanza recortes presupuestarios y la Comisión europea hace lo propio poco después, si alguien piensa que esto no va a suceder también en España olvida la historia y las más elementales reglas de la economía. Nuestra deuda y déficit público han sido obviados durante y tras la pandemia, cuando el gasto se disparó y los ingresos cayeron. No estamos como Francia, pero todo llegará, recuerden («Cuando las barbas de tu vecino…»).
También Estados Unidos sufre al máximo los riesgos de la insostenibilidad de las cuentas públicas. Para no llegar a la situación extrema que se vive allí, convendría optar por soluciones graduales, anticiparse al peligro con medidas de eficiencia e incremento de la productividad. En primer lugar, quienes gobiernan ayuntamientos deberían ser más innovadores, demostrar a sus vecinos que pueden planificar, diseñar estrategias para cinco, diez o veinte años: ¿Dónde están las imágenes de Valladolid en 2030? Además de una estación elefantiásica junto al campo grande, serán precisas miles de nuevas viviendas para los profesionales que decidan hacerse pucelanos.
Y muy cerca de aquí ¿Tiene Palencia futuro sin soterramiento del ferrocarril? ¿Hay alternativa complementaria a la industria del automóvil? ¿Tenemos Plan B para cuándo las cosas cambien? ¿Hay alguien proyectando en los despachos oficiales? Me temo que no porque, si incluso durante la pandemia agosto fue mes vacacional para tantos altos cargos, el verano de 2025 será plácido y tranquilo porque todo parece ir bien, salvo Montoro, Ábalos y otros malotes que sí emprendían (para su bolsillo). Los demás se pondrán las pilas para las elecciones de 2027 (las municipales), por eso están ahora parados.
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