Día 23 de noviembre de 1975: ¿Con qué problemas se va a encontrar el Rey de España? Es el título de una página de El ... Norte de Castilla dedicada a recopilar opiniones y sugerencias de personalidades sobresalientes en la vida política española de aquel momento. Entre anuncios de quemadores para el aire caliente, una tienda de colchones en el paseo de Zorrilla, remedios para herniados y suelos vistosos, rostros conocidos de la época vaticinan el futuro del nuevo jefe del Estado. Ese día se celebraba el funeral del Dictador, Francisco Franco.
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Volver a las hemerotecas de vez en cuando es una forma sencilla de viajar en el tiempo. Hoy los clásicos de la prensa nos los permiten, demostrando su solera frente a los digitales de nuevo cuño. Es lo que tienen los periódicos de siempre. Hace medio siglo, también el New York Times se hacía eco del fin de una era autoritaria «increíblemente larga», y se preguntaba «¿Hacia dónde irá España ahora?».
Con escasos márgenes y muchos desafíos, el entonces joven Juan Carlos debía evitar otra guerra civil, decía la 'Dama gris'. No era fácil separarse de la impronta tiránica del generalísimo, pero la aproximación al Occidente democrático requería dar pasos en esa dirección, hacia una sociedad democrática, siguiendo la estela de los modelos europeos al otro lado de los Pirineos. España sin duda tendría el apoyo de los Estados Unidos en ese camino.
Todo tipo de comentarios sobre ese episodio de nuestra historia escuchamos estos días de conmemoraciones. Opiniones para todos los gustos sobre la transición, la monarquía (o su alternativa republicana), el papel de cada protagonista (Adolfo Suárez, Torcuato Fernández Miranda, Santiago Carrillo, Manuel Fraga, Felipe González) y las difíciles negociaciones para cada paso. Tensiones no faltaban.
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A nivel local, en Valladolid, 1975 fue el año del cierre de la Universidad, con detención de estudiantes comprometidos en la lucha antifranquista. Nombres conocidos en la capital del Pisuerga: José Luis Díez Hoces, Manuel Sierra, Julio César Payá, Luis Martínez de Tejada, Juan Jorge Letamendía, César de Prada y mi buen amigo Valentín Merino.
Sin su audacia, tan necesaria como la del príncipe convertido en Rey, las cosas hubieran sido distintas. Nadie es perfecto y por supuesto se cometieron errores, pero después de cinco décadas España ha mantenido la Democracia, los progresos sociales son evidentes, las libertades están garantizadas y formamos parte del mundo desarrollado.
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Ahora la Corona se comporta de forma ejemplar, aunque les pese a los extremistas. Aparecen casos de corrupción, detectados por la UCO y juzgados por los tribunales. La gente puede decidir con su voto en cuatro niveles (europeo, nacional, autonómico y local). Cualquier comparativa con la calidad de vida de antaño prueba mejoras notables. No se reprime a la gente por sus ideas, ni se encarcela solo por protestar. España es parte de la UE y de la comunidad internacional democrática.
Para espantar fantasmas, tal vez convenga recordar la situación jurídica de la mujer hasta la reforma del Código Civil, subordinada al marido. Uno de tantos atrasos sociológicos característicos del tardofranquismo. Hablemos a los jóvenes de las diferencias de clases, muy agudas en los setenta, verdaderas barreras para acceder a oportunidades. Cientos de miles de españoles se vieron forzados a emigrar, hasta 1975, justo el año en que ese número de exiliados económicos comienza a decrecer gracias al cambio de régimen político y a las reformas estructurales.
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No fue Juan Carlos quien nos regaló la Democracia, aunque su nostalgia le lleve a fabular esa fantasía en muy torpe género biográfico. Fueron artífices del cambio mujeres y hombres dispuestos a ponerse de acuerdo en asuntos importantes: la Ley para la Reforma política, la legalización de los partidos, los pactos de la Moncloa, la Constitución.
Y, lo más importante, el fin de los conflictos entre paisanos, el adiós a «las guerras de nuestros antepasados» (Delibes publica su novela en 1975). Si ese resultado no es suficiente para reconocer el acierto generacional, con todos sus defectos e imperfecciones, ni haremos justicia al pretérito ni prepararemos el porvenir. Así pues, cincuenta años después, gracias a los valientes, gracias a quienes se esforzaron por la paz.
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